Una amiga me escribió en los comentarios que lo que no dice la definición es que es uno de los peores sentimientos que se pueden tener. Y tenía razón. Cuando vuelves a sufrir de nuevo te das cuenta de que, aunque ya conozcas el dolor, eso no lo mitiga. Aunque dicen que "la decepción no mata, enseña", yo digo que a veces se nos olvida la lección. Poner de nuevo las expectativas en alguien y llevarte un chasco. Desilusionarte. Y ya he dicho en otras ocasiones lo importantes que es para mí la ilusión, la magia.
Es como un jarrón que se rompe, lo puedes volver a pegar, pero ya no es igual. Lo puedes mover de sitio pero cuando lo mires te acordarás que está roto. Cuando te acerques, verás sus fisuras. ¿Cuántas veces se puede romper y pegar un jarrón? También se le puede poner flores frescas, siempre he pensado que la amistad era como las flores que había que regarla para que no se marchite. Y aún así, a temporadas, acaban apagándose, hay veces que reviven en primavera y otras, simplemente mueren.
Tras la sorpresa y la pena, llega la culpa. Si esperabas demasiado, si creías en otra reacción, quizás la que tú hubieras tenido, entonces es culpa tuya. Pero en el fondo sabes que alimentarse de esos sentimientos negativos te pudre por dentro, como las flores.
Leí una frase: "las decepciones te hacen abrir los ojos y cerrar el corazón". Aunque creo que en parte es verdad, me niego a cerrarlo, a que los fantasmas de las decepciones me impidan volver a creer y confiar. Porque de repente puede llegar alguien a casa con un jarrón nuevo, no tiene por qué ser más grande ni más bonito, simplemente es nuevo, con flores frescas. Un regalo. Y los regalos se estrenan con ilusión.