miércoles, 25 de abril de 2018

Abril

Mira por la ventana. Las gotas de agua resbalan por el cristal cual lágrimas. Cierra los ojos triste. Un día tras otro un cielo gris plomizo que amenaza malos augurios. Y de repente, un estruendo y la descarga, como enfurecido. La mansa lluvia se transforma en tormenta y poco a poco en pequeños pedruscos, obligándole a permanecer en casa un día más. Oye el ruido del viento ensordecedor.

Apatía, melancolía, falta de energía como si estuviera enchufada a una bombilla y se hubiera fundido. Como los días sin luz. Lástima de ventanal en el salón por donde tendrían que filtrarse los rayos de sol e iluminar la casa. Y su cara.

Mira a su perro, dormido. Desidia. No hay paseo. Limpia las botas de agua de barro porque ayer le pilló la tormenta en la calle. Cambio climático lo llaman. O quizás sólo primavera. En la tele dicen que ha llovido 21 días de marzo. Días cortos, fríos y húmedos. ¿Cómo sobrevivirán en algunas ciudades grises? Cierra los ojos y piensa en la playa. Casi puede oír el mar. Recuerda su escapada al pueblo de montaña donde les recibió un sol primaveral.

En el telediario preguntan si el tiempo afecta a los estados de ánimo. Aunque no hay estudios que lo corroboren bromean con que el "trastorno afectivo estacional" se traduce en inglés como Seasonal Affective Disorder, cuyas siglas forman la palabra SAD, que significa triste. Ella lo tiene claro. No necesita investigaciones científicas ni refranes de "al mal tiempo buena cara". Sólo repica en su mente "abril, aguas mil". Como las gotas de lluvia en sus cristales. Cierra los ojos.

Pero la primavera tiene estas contradicciones y un día el sol se hace fuerte y entra por ese ventanal, como una explosión de luz iluminando la vida. Los parques se llenan de niños y risas. Vuelven los paseos largos al atardecer. Anochece más tarde y los días se hacen más largos para poder exprimirlos mejor. Las flores se abren paso en su cerezo. Su perro se tumba en el césped, se revuelca, juega. Vuelve el pantalón corto y el ejercicio al aire libre. Abre el balcón, se oyen las voces de la gente en las terrazas. Coge un libro y sale al jardín. Su pequeño remanso de paz. El sol le da en la cara y enciende su sonrisa. Cierra los ojos y disfruta.

martes, 10 de abril de 2018

Títulos

Confieso que tenía este post en borrador desde hace bastante tiempo, pero no sabía cómo rematarlo, y mira tú por dónde que la actualidad me lo ha puesto en bandeja en estos días que tanto se habla de títulos universitarios, másteres y TFM.

Sí, yo también tengo un máster que acompaña mi curriculum cuando opto a un puesto de trabajo. Nada más. No creo que sea más que quien no lo tiene, ni menos que quien tiene un doctorado. Eso se lo dejo a la gente enferma de 'titulitis', un mal muy común en ciertos ámbitos laborales que lleva a preguntar con sorpresa "¿cómo no eres doctora?" o a ejercer cierto poder porque ponga ese cargo en tu larguísima firma de correo electrónico. No lo saco a relucir cuando me tomo una coca cola con mis amigos, como yo tampoco sé qué posgrado tienen ellos, si es que lo poseen, porque no creo que sean mejores personas por ello.

También es verdad que creo que te da una serie de habilidades o aptitudes -que ahora se lleva mucho esta palabra- para destacarlas en LinkedIn, pero pienso que puedes saber hacer otras cosas sin que hayas estudiado un máster. Puedes ser muy creativo, tener un don para los trabajos manuales o talento para hablar en público o para vender unos zapatos o maña para el bricolaje y no lo has aprendido en la Universidad.

Dicho esto, también me daré coba y diré que me costó mucho esfuerzo sacarlo mientras trabajaba de lunes a viernes, quedarme en casa muchos fines de semana estudiando y haciendo trabajos en el ordenador y exámenes on line, además de dinero, organización de horarios, renunciar a tiempo libre...eso durante dos cursos y una veintena de asignaturas. Este es el punto que me indigna cuando hay una noticia más en el tema de actualidad, que se lo hayan regalado, que le hayan modificado las notas, que se haya matriculado después de acabar el plazo, que no haya pasado los nervios de una defensa pública en un tribunal, que haya profesores fantasmas estampando firmas falsas, que no haya intercambiado un millón de emails con su tutor antes de entregar su trabajo fin de máster y que haya aprobado por su cara bonita. Y todo ¿para qué? Si acabo de decir que no te hace más que nadie, pero, sin duda, la honestidad sí te hace mejor.


lunes, 2 de abril de 2018

Ayuda

A veces nos creemos que ayudar consiste en dar dinero para el Tercer Mundo o ir tú mismo a algún país desfavorecido y colaborar en proyectos humanitarios y todo eso está muy bien, pero lo cierto es que además de grandes donaciones se pueden hacer pequeñas cosas por el que está al lado.

Si lo piensas un poco, hay mil actos cotidianos que pueden servir de apoyo a alguien sin ir muy lejos, seguro que están más cerca de lo que crees. Puedes hacer algo de manera desinteresada por alguien y aliviarle de trabajo, ceder el asiento en el autobús a una persona mayor, ayudar a cruzar la calle a una persona ciega, echar un cable a un amigo con algún problema, arrimar el hombro, hacer un favor... Pensé en esto un día que me encontré con una vecina mayor que cargaba con una bolsa de fruta y se la llevé hasta casa. La mujer, agradecida, al llegar me dijo esa típica expresión de "que Dios te lo pague" y me fui sonriendo.

Porque sí, porque echar una mano es sencillo y la satisfacción es grande. El beneficio propio es mayor que el que haces. Ya hablé aquí de acciones de voluntariado, donación de ropa, dar juguetes en Navidad, o cualquiera de las iniciativas solidarias que existen hoy en día como carreras, conciertos, regalos...Creo en la recompensa, en recoger lo que siembras, en la frase que leí una vez de que "todo lo que diste de corazón y con sinceridad regresa a ti en mayor proporción". Y también pienso que hay que colaborar donde nos necesiten, que a veces estamos sordos y nos empeñamos en algo y nos requieren en otro sitio u otra causa que va a valorar más nuestro apoyo.

Cuando ocurrió el fatal accidente de tren en Santiago, me sorprendió cómo todos alabaron a los vecinos del pueblo de Angrois que fueron a socorrer a los heridos, les llevaron agua y mantas, les cogieron de la mano hasta que llegaron las ambulancias...¡Bravo! Pero mi pregunta es: ¿en qué mundo vivimos que esto nos asombra y lo remarcamos? ¿es que ocurre una tragedia en otra localidad y no harían lo mismo? ¿de verdad pasa algo así enfrente de tu casa y no tenderíamos la mano?

No quiero que esto suene aleccionador ni que sea un post demasiado moral, simplemente creo que un pequeño gesto está al alcance de cualquiera. A lo mejor sólo estamos hablando de sonreír, escuchar, dar las gracias, decir cuánto aprecias a alguien, pedir disculpas, hacer una llamada de teléfono... "A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar...pero el mar sería menos si le faltara esa gota". (Teresa de Calcuta).