El otro día leí que quien no haya aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, no ha empezado a vivir. Esto es algo que tardas en aprender pero que cuando lo sabes, te ayuda a ser mucho más feliz. Lo malo es que sólo aplicamos la lección normalmente después de algún golpe.
La felicidad está en aquellas pequeñas cosas...como dice la canción de Serrat. En cosas cotidianas del día a día que te arrancan una sonrisa, que te hacen sentirte bien y que cuando faltan, es cuando te das cuenta de que eran grandes.
Como disfrutar de un atardecer, un paseo con mi perro, un beso de buenas noches, el olor a café por la mañana, dormir en sábanas limpias, escuchar a tu cantante favorito en el coche, ver dormir a un bebé, una ducha caliente después de hacer ejercicio, reencontrarse con una vieja amistad, una llamada, ayudar a alguien, ver crecer a tus hijos, sentir el apoyo de tu pareja.
Sonreir al evocar un recuerdo, una cena con amigos, despertarse con un beso, un abrazo donde refugiarse, quitarse los zapatos después de un día duro, una visita a mi abuela, una celebración familiar, un rayo de sol en la cara, el olor a hierba mojada, andar descalza en el jardín, gritar en un concierto, sentirse orgulloso de un proyecto, el primer helado del verano, una tarde de sofá con un buen libro, meter los pies en el mar.
Reir hasta saltarse las lágrimas, un chocolate caliente cuando hace frío, las luces de Navidad, un regalo inesperado, un viaje sorpresa, que mi sobrino me llame tía, la mirada azul de mi ahijada, el olor de una flor, estrenar ropa, andar descalza en casa, ver fotos antiguas, charlar en una larga sobremesa, mi perro acurrucándose junto a mí, un parque lleno de risas infantiles, colaborar en una labor altruista.
Y copio el final de lo que leí, que sonaba a reproche, a pregunta retórica, a animarte a espabilar, a disfrutar... "¿Dónde la estás buscando?"
lunes, 26 de septiembre de 2016
domingo, 18 de septiembre de 2016
El tren de la amistad
Bajó del tren y mientras buscaba a su amiga entre rostros desconocidos en la estación, que miraban anhelantes a sus familiares -¡cuántas historias guardan las estaciones y aeropuertos!- pensó en cuánto tiempo había pasado, en cómo se encontrarían, en cuánto habían cambiado sus vidas. Y allí la vio, de pie, con su barriga prominente y otro crío de la mano. Pues sí habían cambiado, sí...
Comieron poniéndose al día de empleos, familias y amigos comunes. Tan pronto hablaban de nombres para el nuevo bebé como de una anécdota de trabajo. Pero por la tarde, recostadas en el sofá de su casa, en aquella calurosa tarde de verano, mientras hablaban de cosas cotidianas, los recuerdos se agolpaban en su mente. Sintió que volvían a ser aquellas jóvenes estudiantes, en esas escaleras donde se labró su amistad entre apuntes y nervios de exámenes, en aquellos cafés interminables y noches de fiesta. Mucho antes de licenciarse, de que los maridos llegaran a sus vidas, y los trabajos, y los hijos, y los jefes...mucho antes de mudarse de ciudad y no verse tanto, mucho antes de la boda y del pequeño, mucho antes... Cuando sólo eran dos alumnas con todos los sueños por cumplir.
Y al volver a subir al tren pensó que quizás ésa era la esencia de la amistad. La confianza, las confidencias que puedes hacer a una persona aunque haga tanto que no la ves, lo cómodo que te sientes a pesar de la distancia y del tiempo, y de los cambios de la vida. Como si no pasaran los años pero habían pasado veinte.
Comieron poniéndose al día de empleos, familias y amigos comunes. Tan pronto hablaban de nombres para el nuevo bebé como de una anécdota de trabajo. Pero por la tarde, recostadas en el sofá de su casa, en aquella calurosa tarde de verano, mientras hablaban de cosas cotidianas, los recuerdos se agolpaban en su mente. Sintió que volvían a ser aquellas jóvenes estudiantes, en esas escaleras donde se labró su amistad entre apuntes y nervios de exámenes, en aquellos cafés interminables y noches de fiesta. Mucho antes de licenciarse, de que los maridos llegaran a sus vidas, y los trabajos, y los hijos, y los jefes...mucho antes de mudarse de ciudad y no verse tanto, mucho antes de la boda y del pequeño, mucho antes... Cuando sólo eran dos alumnas con todos los sueños por cumplir.
Y al volver a subir al tren pensó que quizás ésa era la esencia de la amistad. La confianza, las confidencias que puedes hacer a una persona aunque haga tanto que no la ves, lo cómodo que te sientes a pesar de la distancia y del tiempo, y de los cambios de la vida. Como si no pasaran los años pero habían pasado veinte.
lunes, 5 de septiembre de 2016
Septiembre
Septiembre es melancolía, es morriña, es rutina, es vuelta a la normalidad. Es volver a los horarios, a llevar reloj en la muñeca, a acostarse pronto, a poner el despertador. Añorar las noches de verano en la calle y los paseos con luz a las diez de la noche. Melancolía.
Es atardecer, es color anaranjado, hojas caídas, color ocre. Últimos rayos de sol y calor. Melancolía.
Es fiesta, conciertos, carruseles, gastronomía, teatro. Es pueblo, primos, cenas, desfiles, música. Últimos coletazos del verano, de salir, de bailar. Melancolía.
Es recoger el jardín, sacar la chaqueta, comprar ropa otoñal, acomodarte en el sofá, resguardarte en un fular, esconder el moreno y volverte a maquillar. Melancolía.
Es estrenar cuadernos, hojas en blanco, todo por escribir. Es colegio, uniformes, trabajo, agendas. Es volver a clase, apuntarse a actividades nuevas o retomar viejas. Melancolía.
Son los propósitos de año nuevo, es dieta, deporte, estudiar... Es volver. Melancolía.
Es soñar despierto y añorar el mar, sacar las fotos de verano y hacer planes de otoño. Es quedarse en casa, volverse hogareño y familiar. Melancolía.
Es atardecer, es color anaranjado, hojas caídas, color ocre. Últimos rayos de sol y calor. Melancolía.
Es fiesta, conciertos, carruseles, gastronomía, teatro. Es pueblo, primos, cenas, desfiles, música. Últimos coletazos del verano, de salir, de bailar. Melancolía.
Es recoger el jardín, sacar la chaqueta, comprar ropa otoñal, acomodarte en el sofá, resguardarte en un fular, esconder el moreno y volverte a maquillar. Melancolía.
Es estrenar cuadernos, hojas en blanco, todo por escribir. Es colegio, uniformes, trabajo, agendas. Es volver a clase, apuntarse a actividades nuevas o retomar viejas. Melancolía.
Son los propósitos de año nuevo, es dieta, deporte, estudiar... Es volver. Melancolía.
Es soñar despierto y añorar el mar, sacar las fotos de verano y hacer planes de otoño. Es quedarse en casa, volverse hogareño y familiar. Melancolía.