Volvió a apartar la vista del ordenador, tan solo había escrito un par de párrafos y ni siquiera le gustaban. Miró distraída por la ventana, lucía un sol radiante fuera y un cielo azul de invierno precioso. No parecía primeros de diciembre, ella que estaba tan acostumbrada al frío. Seguro que en su casa el paisaje era ya casi blanco.
Pensó en su madre que hace días le dijo que había salido con gorro y guantes a comprar ya los billetes. Debería estar contenta, este año venía toda su familia a su nueva casa y sin embargo, se encontraba agobiada, cansada, estresada….
Y ese maldito escrito que se había comprometido a enviar pronto, la fecha límite se aproximaba pero la inspiración parecía que se había ido. Será que no podía imbuirse en una historia de invierno con el calor que hacía allí. Borró la última frase... debería borrarlo todo. Estaba completamente estancada.
Se hizo una coleta, suspiró, cerró su relato y abrió de nuevo internet. Puso en Google “recetas de Navidad” a ver si encontraba algo con lo que sorprender a su familia, pero que no le llevara demasiado tiempo, porque últimamente carecía bastante de él. Ya había entrado en “cómo ser la anfitriona perfecta”, “cómo adornar tu mesa de navidad”, y demás consejos varios que suelen aparecer en esta época.
De repente un ruido de pasos subiendo por las escaleras le sacaron de sus pensamientos. Sabía que era su hija pequeña, que ya habría llegado de su clase de ballet y subía al ático a saludarle. La vio entrar con una caja grande de zapatos en vez de llevar al hombro su mochila.
-Hola mamá. Dice papá que no te moleste mucho porque no encuentras a las musas- repitió sin entender lo que le habían dicho.
-Hola cariño, no te preocupes que las musas han debido irse por la ventana porque no me sale nada para escribir un cuento.
-¿No? Pues todos los que me lees por las noches empiezan con “Érase una vez"…¡ya tienes el principio!
-¿Qué tal tu clase?
-Muy bien, ya casi nos sabemos la actuación de Navidad. ¿Vendrás, verdad mamá?
Isabel abrió corriendo su agenda para comprobar que tenía apuntada la función en la fecha correcta. Sí, ahí estaba, en un círculo rojo grande para que no se le pasara.
-¿Qué traes en ese cofre?, preguntó intrigada.
Comprobó que era una simple caja blanca de zapatos pero que Diana le había puesto un lazo grande rojo, como solía hacer ella cuando se esmeraba con los envoltorios de los paquetes. Madre mía, ¡los regalos! No había empezado todavía con las compras, pero si no tenía tiempo…
-Te traigo inspiración para tu cuento. Es como un baúl de Navidad para que te salgan las ideas.
Isabel se quedó muda pero lo abrió con mucha curiosidad.
-Yo te voy dando las cosas: lo primero esta postal que Papá Noel nos envió el año pasado, ¿te acuerdas? Puedes escribirle a esta dirección si necesitas algo.
Isabel cogió la tarjeta que habían recibido desde Laponia coincidiendo con el viaje de novios de su hermano. ¡Qué ilusión le había hecho a Diana!
-Te traigo también las fotos que nos hicimos en aquel taller de bizcochos al que fuimos. ¡qué buenos estaban! ¿este año vamos a ir a otro?
Isabel se dio cuenta de que esta vez no tenía ninguna actividad planeada para ir con la niña. Aquella tarde lo pasaron genial cocinando juntas con otras amigas y luego repitieron la receta en casa varias tardes de invierno porque fue un éxito. Y este año ni siquiera se había molestado en buscar nada.
-¿Qué más?- Quiso saber Isabel, entre sorprendida y emocionada.
-Las bolas artesanas que encargamos con nuestros nombres, para que no se nos olvide este año colgarlas en el árbol. ¿Cuándo lo pondremos, mamá?
Madre mía la fecha en la que estábamos y ni siquiera habían sacado los adornos del altillo del armario….Isabel empezó a sentirse mal.
-Por último te traigo el catálogo de juguetes para cuando hagamos la carta de los Reyes Magos. Ya sabes que puedes pedirles lo que quieras que siempre nos lo traen. Puedes pedir que te traigan a tus musas, si quieres. Yo pedí el año pasado que vinieran los abuelos a vernos a casa y este año estaremos todos aquí en Navidad. ¿Ves como siempre nos hacen caso? ¡Y también vienen los primos! Tengo que ver qué juguetes les voy a dejar y les podemos llevar a patinar sobre hielo y… y…
Isabel había dejado ya de escuchar los múltiples planes que estaba parloteando su hija. Estaba avergonzada, pero también orgullosa. No daba crédito a la lección que le había dado la niña. De repente lo vio todo claro. La ilusión de su pequeña era el verdadero espíritu de la Navidad, todo estaba ahí dentro. No tenía agobios, estaba contenta porque estarían todos en casa, sólo había ganas de compartir tiempo con la familia, hacer un bizcocho, poner el árbol, abrir los regalos…
¿Cómo no se había dado cuenta? Eso era lo importante. Se entristeció por haber olvidado todo eso. Así que besó cariñosamente a su hija y muy decidida le dijo:
-Gracias, me ha encantado tu caja con tantas cosas. A las musas también les ha gustado porque han llegado volando, así que dile a papá que te prepare la cena que voy a quedarme un rato más aquí escribiendo. Y en cuanto avance un poco, voy al salón y buscamos otro taller para apuntarnos este fin de semana ¿vale? También dile que vaya al trastero a buscar el árbol y el Belén, que se nos echa el tiempo encima. ¡Corre!
Isabel volvió a abrir su documento y borró lo que tenía escrito porque no todos los cuentos de Navidad tienen que empezar con “Érase una vez”, ni tener paisajes blancos, ni fantasmas del pasado…pero el suyo sí tenía un final feliz.
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