miércoles, 15 de diciembre de 2021

Dulces

Martes. Era el día de la semana que ambas esperaban porque iban juntas al mercado y después se daban un capricho dulce en aquella pastelería de al lado. Pero esa vez sería la primera que una de ellas no podía pagar la compra y puso una excusa para no ir. 

Ya había acudido al banco de alimentos, pero no se lo había dicho a su amiga. 


A última hora de la mañana llamaron al timbre y en la puerta había una caja con fruta, verdura, pan y pastelitos. Y una nota: "Seguiremos endulzando la vida juntas". 

Concurso de microrelatos de EAPN (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social


martes, 30 de noviembre de 2021

Vacunas

 No pensaba meterme en el lío de hablar a los anti vacunas pero con la tercera dosis puesta hace 20 días, con el firme propósito de acercanos un poco más a la normalidad, a esos encuentros y abrazos, me ha llegado este texto por Facebook que copio aquí porque no puede ser más acertado.

Suscribo palabra por palabra y quería que quedase en mi blog. 


SÍ, ESTOY VACUNAD@.

 Y, no, no sé qué hay en esta vacuna. Ni en esta ni en las que tuve de niño. Tampoco sé qué hay en muchos otros tratamientos, ya sea para el cáncer, el SIDA, la artritis, etc. Tampoco sé qué hay en el ibuprofeno, el paracetamol u otros medicamentos que se venden en venta libre. Los uso porque curan mis dolores de cabeza y demás dolores. No sé qué hay en la tinta para tatuajes, hot dogs, hamburguesas, coca cola o chocolate. Tampoco sé cuáles son todos los ingredientes usados en mi jabón, shampoo o desodorante. No sé cuál será el efecto a largo plazo del uso del movil en mi salud y la de los míos. ¿Cómo puedo saber si este restaurante donde acabo de comer realmente usó alimentos limpios y frescos o si el personal se lavó bien las manos? De todas formas, hay muchas cosas que no sé y que nunca conoceré  -y la verdad, poco me inquieta-.

Solo sé una cosa: la vida es corta, muy corta, muuuuuuyyyyyy corta y quiero poder hacer algo más que ir a trabajar todos los días o quedarme encerrada en mi casa. 

Quiero poder viajar y abrazar a la gente sin miedo y recuperar un pequeño sentimiento de vida como antes.

De niño y adulto, me vacunaron contra las paperas, el sarampión, la poliomielitis, el tétanos y muchas otras enfermedades. Mis padres y yo confiamos en la ciencia y nunca tuvimos que padecer ni transmitir ninguna de estas enfermedades antes mencionadas.

Por eso confié en mi médico cuando dijo que la vacunación era necesaria. Estoy vacunado, no para complacer al gobierno y no, no soy una ''oveja'', pero me vacuné bien para:

*no morir de Covid,

*no estorbar una cama de hospital si me enfermo,

*abrazar a mis seres queridos,

*no tener que hacer ninguna prueba PCR o antigénica para salir a bailar, ir a un restaurante, ir de vacaciones y muchas cosas más por venir,

*vivir mi vida,

*que Covid-19 sea un viejo recuerdo,

* Protegerme, protegernos.

Ten en cuenta que hay más peligro comiendo ciertas cosas que recibiendo una vacuna contra un virus mundial.

Cada uno toma sus decisiones. Yo he tomado la mía . .

sábado, 6 de noviembre de 2021

Suspiros de normalidad

 - Mascarillas, mascarillas. Que no se me olviden las mascarillas… Y también las del niño.

Sonrió con tristeza al recordar en el principio de esta locura lo que le había costado encontrarlas de tamaño pequeño para la carita de Manuel. Y, sin embargo ahora, ¡qué normalizado tenían su uso! Los dos, porque la verdad que la adaptación a la nueva normalidad había sido buena para lo difícil que era todo. 

Le parecía increíble tener que apuntar estas cosas para meter en el bolso de mano: gel, certificado Covid, resguardo de vacunación…

Pero casi todo lo ocurrido en este tiempo parecía mentira. Era verdad aquello de que la realidad supera a la ficción. Nunca hubiera imaginado las calles vacías, la falta de abrazos, el confinamiento en casa, lavarse las manos continuamente, el “telecolegio”, la saturación en el hospital, no tener visitas, el toque de queda, deshacer todos los planes…y no viajar en un año.

Miró el móvil que acababa de vibrar. Un nuevo mensaje le anunciaba los resultados negativos de su última PCR. 

- Menos mal - respiró tranquila. 

Ni sabía las pruebas que se había hecho ya, pero esta sin duda era especial. Era la que le daba el pistoletazo de salida para volver a volar. 

Sin duda había llegado el día.

Subió al trastero, donde tenía las maletas que no había sacado en todo este tiempo. Ella, que vivía en un avión, que apenas deshacía el equipaje para lavar la ropa y hacerla de nuevo con los ojos cerrados. Muchos de esos viajes eran por trabajo, los que de repente se vieron suspendidos y sustituidos por conferencias online y pantallas. Todo el tiempo videollamadas agotadoras desde casa. 

Al recordarlo, metió sus nuevas gafas también en el bolso. A partir de ahora, con el fin del estado de alarma, esperaba empezar a apuntar en su agenda los horarios de los vuelos, como hacía antes. 

Pero primero tenía vacaciones. Se las había ganado.

No es que otros años no se las mereciera, pero este curso había sido agotador para todos. Y lo habían aprobado con nota. Así que necesitaban ese descanso más que nunca. 

Antes de la pandemia –que sonaba a decir antes de Cristo- solían viajar bastante a su casa familiar. Su remanso de paz. Miles de recuerdos se agolpaban cuando giraba la última curva y empezaba esa carretera estrecha que daba acceso a su hogar. Hasta olía diferente. Olía a mar y a puerto pesquero. 

- Las mejores vistas, dijo para sus adentros. Esas que no veía desde hacía un año por la distancia. 

Imprimió los documentos necesarios para este viaje de la nueva normalidad y volvió a repasar que llevaba todo lo que pedían.

Ahora sí, empezaba el momento de preparar las maletas. Se recogió el pelo en una coleta para estar más cómoda. Recordó cómo les había crecido durante el confinamiento sin poder ir a la peluquería, ni tampoco se atrevió a cortarle las greñas a Manuel. Se rió sola al recordarlo.

Los niños ya estaban acostados, lo que era perfecto para organizarlo todo mejor por la noche. Viajar con niños es difícil y tenía que tenerlo todo bien atado. De todas formas, sabía que apenas iba a poder dormir por los nervios.

No había amanecido aun cuando cargó el coche. Colocó a los niños, todavía en pijama, en la parte de atrás, y su bolso de viaje en el asiento del copiloto para tenerlo a mano. Suspiró y agarró con fuerza el volante. El corazón le iba a mil y todavía quedaban muchas horas por delante, pero ya estaba más cerca. 

Puso la radio para ir escuchando las noticias de camino. Se enteró de la evolución de los casos positivos, de las restricciones, de cómo iba la vacunación por comunidades, de las fiestas de los jóvenes que habían acabado los exámenes… 

- ¿Pero cuándo acabaría todo esto?- Suspiró de nuevo. El monotema ya era lo habitual, pero le gustaba estar informada. 

Aparcó donde solía hacerlo cerca del aeropuerto, y sonrió al recordar ese pequeño ritual que antes tenía tan interiorizado. Ahora casi lo había olvidado. Se sentía extraña con acciones que antes eran normales. Parecía un poco esa gente que no ha viajado nunca y coge su primer vuelo. Al fin y al cabo, era un poco así. 

Cogió un carrito para el equipaje y comenzó la yincana de nuevas costumbres. Se puso su mascarilla y miró a ver si Manuel la llevaba bien ajustada. Se echaron gel nada más pasar la puerta del aeropuerto. No había tanto jaleo como era el habitual, lo cual le extrañó ya que ella pensaba que todos estarían deseando viajar tras abrirse las fronteras. 

¡Cómo sonaba todo aquello! Como una película. De pronto se sorprendió pensando si debería haber escrito un diario o algo así para documentar todo aquello para sus hijos en el futuro. 

- ¿Cómo se estudiaría esta época dentro de unos años?, se preguntó.

Cogió el móvil y, sin pensarlo, le hizo una foto a Manuel al lado de un dispensador de gel. 

Controles, higiene de manos, aforos restringidos, desinfección de la mesa donde se tomó un café, otra vez al baño a lavarse las manos, más controles, documentación…

Una señorita iba avisando por filas para entrar al avión -cosas de la nueva normalidad- pero como ella viajaba con el bebé tenía prioridad. 

- Por favor, que haga bien el viaje, pensó cerrando los ojos. 

Le aterraba que le dolieran los oídos y que se pusiera a llorar. Le habían desaconsejado volar con los niños pequeños, pero ya lo había hecho con anterioridad y ahora tenía un motivo bien grande. 

Manuel se durmió apenas habían despegado. Estuvo atento al principio a las indicaciones de la azafata porque decía que casi no se acordaba de las instrucciones. Quiso quitarse la mascarilla porque tenía calor, pero era obligatorio en sitios cerrados. Ni siquiera podían comer en el vuelo, así que cerró los ojos para pasar un poco mejor el tiempo.

El tiempo…todavía quedaban unas horas, pero ¿qué era eso con todo lo que habían esperado? ¡Meses!

Los ojos le pesaban por el cansancio, por los nervios, por la responsabilidad. Esta era la palabra que había reinado en su vida en los últimos meses, la que había alterado su rutina. Debían ser responsables por los demás. Nada de visitas, ni de viajes, ni de trabajo en la oficina, ni de salidas, ni de cenas… 

La mascarilla le hacía vaho con las gafas. No volaba nunca con lentillas. Y además, le había subido la graduación con tantas pantallas. Las había pedido esta vez con el filtro para la luz azul esa de la que tanto hablaban ahora. ¡Qué de cosas habían aprendido!

Las imágenes se agolpaban en su cabeza… La sala blanca del hospital, el pitido de los monitores, las lagrimas de emoción, el miedo… y un rayo de luz. Su bebé inundaba todo de esperanza en ese año tan difícil. Inconscientemente le abrazó entre sueños. 

¿Cómo le contaría todo esto? Su primer viaje. Apenas habían tenido vida social, por lo que le conocía muy poca gente. Ella que quería enseñarles a todos su inmensa sonrisa, esa que alegraba sus días. 

Abrió los ojos. Una azafata les dio una toallita húmeda de gel y le preguntó amablemente si todo iba bien. Asintió. Miró por la ventanilla y después el reloj. Pensó que ya faltaba poco. 

- Mejor que bien, - le contestó. 

Cogió de nuevo el teléfono e intentó hacer un selfi de los tres. Aunque llevaban mascarillas, así eran muchas de las fotos que tenía últimamente en su galería.

Cuando bajaron del avión tenía el estómago revuelto como una montaña rusa de sentimientos. Ahora sí que estaba cerca. Suspiró en la cinta al ver sus equipajes. Empezaban con buen pie, no se los habían perdido.

Todavía les quedaba un control más, enseñar la PCR negativa y una última visita al baño para lavarse las manos.

Al llegar a las puertas donde esperan los familiares, recordó que esta vez no podían estar allí. Sin aglomeraciones. No se escuchaba el típico bullicio de los reencuentros, ni se veían abrazos mezclados con risas y lágrimas. En la nueva normalidad no había gritos de alegría y le dio un poco de pena. 

De pronto se acordó de esos reportajes nostálgicos de la televisión en navidades llenos de cariño. ¡Navidad fue otro momento tan difícil! No quería ni recordarlo. Nunca había estado alejada de los suyos en esas fechas.

Unos metros más. Ya casi no quedaba nada.

Salieron a la calle y buscó en su bolso las gafas de sol. También había echado de menos este buen tiempo. 

- ¡Qué largo se hace el invierno!- pensó. 

Mientras iba a coger un taxi, escuchó un claxon y oyó a lo lejos ese tono de voz inconfundible. 

- ¡¡¡Manuuuueeeel!!!!

El niño le soltó la mano y echó a correr, a pesar de sus gritos de advertencia. Aún con mascarilla, podía ver cómo se iluminaban sus ojos negros. Era verdad eso de que se puede sonreír con la mirada. Contempló esa tierna imagen como si fuera una película. Como si no se tratase de su hijo y de su madre. Como si fuera ajena a esas emociones que la desbordaban. 

Entonces, decidió que sí debía escribir a sus hijos algo sobre todo aquello.

Apenas podía verla porque ya notaba los ojos vidriosos. No podía ir más rápido con el bebé en brazos y las maletas, pero sí sentía que su corazón se desbocaba por momentos.

- Por fin. Un año después- no sabe si lo dijo en voz alta o sólo lo pensó.

Ese abrazo que tanto había deseado. Ese momento de presentarle a su bebé. Su hijo, su nieto. Esos besos tapados por las mascarillas le sabían igual que siempre. Notaba la humedad de las lágrimas. Atrás quedaban las pantallas y las videollamadas que se colgaban una y otra vez. 

Suspiró una última vez antes de respirar profundo y oler su pelo. Su piel. Casi lo había olvidado. Olía brisa marina. Hogar.

- Ahora sí estoy en casa- dijo bien alto en esta ocasión.

No era un sueño, pero era su sueño. Un final feliz para estos meses difíciles. Pensó que nada mejor que un reencuentro para terminar ese relato que debía escribir.


martes, 19 de octubre de 2021

Sueña en rosa

En mi pulsera rosa de la tienda de la Asociación Española Contra el Cáncer pone “Sueña” y en la de color verde pone “Lucha”. Escogí la rosa por ser el símbolo del cáncer de mama pero también por la palabra.

Creo que (casi) todas luchamos y que (casi) nadie se deja vencer, pero por desgracia no todas ganan. Por eso no me gusta la referencia a la lucha, porque las que perdieron la batalla, estoy segura de que también pelearon. 

Y en ese combate, un primer asalto es la actitud, enfrentarse a la enfermedad con la mente positiva. Como me dijo mi médica “hay que llorarlo…pero de esto se sale”. Y curiosamente yo no lloré al enterarme, ni siquiera al decírselo a mis familiares más cercanos -puede que de las cosas más difíciles-, pero se me cayeron unas lágrimas al hablar con mis amigas por teléfono. No por la noticia en sí, sino por su apoyo. Incondicional. 

Y por eso, vuelvo al principio, al comprarme la pulsera, les compré a ellas otros detalles de la tienda, como agradecimiento y como recuerdo. Pero por supuesto también como donación. Porque creo que cualquier pequeña aportación ayuda y porque además de la prevención -sin duda muy importante- la investigación es fundamental para avanzar en la detección precoz. 

Y así todas podremos seguir soñando y no sólo luchando. 





lunes, 11 de octubre de 2021

Redes sociales

 Aunque ya he hablado de algo relacionado con este tema en otros post, creo que lo he visto más incongruente el otro día con la caída de Facebook, Instagram y Whastapp. Me remito a mi alegato a la información que hice aquí y recuerdo a la influencer de moda diciendo que estamos sobreinformados. Pues bien, ahora damos una vuelta de tuerca más y resulta que además, estamos sobreconectados a las redes sociales y lo denunciamos en las propias redes. 

Parece ser que el otro día cuando estuvimos horas sin poder conectarnos, la mayoría de la gente estuvo muy tranquila, paseando, con su familia, con la paz que da no escuchar cómo entran los mensajes ni notificaciones al momento. Y así lo hicieron saber al día siguiente, con la conexión restablecida, en encuestas que leí en Instagram. ¿No es un poco incoherente decir en la misma red social que se cayó lo a gusto que estuviste desconectado de ella? Si así es, ¿por qué tan solo unas horas después estás otra vez enganchado explicando la paz que te da no estarlo? 

El colmo de la incongruencia me parece las propias dueñas de esas cuentas, no sólo las grandes influencer,  que viven -en parte, sé que su trabajo consiste en más tareas- de las redes sociales, hablando de desintoxicarse y apagar el móvil, pero volviendo a conectarse cuando necesitas promoción. Ojo que esto lo veo en muchos ámbitos porque sigo distintas cuentas de moda, scrap, estilo de vida...Al final como audiencia me siento utilizada porque supuestamente desconectan, pero vuelven a publicar cuando quieren enseñarte su último álbum de scrap, colección a la venta, diseño de ropa o producto de publicidad que deben promocionar. 

Para terminar, como conclusión, creo que (casi) todos podemos estar más o menos enganchados a una, a varias o a todas las redes sociales, debemos hacer un uso más responsable, pero no demonizarlas, porque un buen empleo de ellas puede ser muy útil en muchas circunstancias. Y sino, piensa cómo habríamos sobrevivido al confinamiento sin conexión. 




lunes, 13 de septiembre de 2021

Extranjerismos

 Ahora que volvemos a la rutina me parece apropiado este post por la cantidad de palabras extranjeras que usamos a diario, casi sin darnos cuenta, a pesar de que la mayoría no domina(mos) el inglés, y peor aún, las tenemos en nuestro idioma.

Con la vuelta al trabajo de septiembre comienzan los meeting, la bandeja llena de emails por contestar en nuestro smartphone, estaremos permanentemente online, pincharemos links por doquier, entregaremos tareas con deadline y seguiremos el planning. Trabajaremos full time... o free-lance. Sin mobbing, por favor.

Dejaremos momentos de ocio, para nuestro hobby preferido, quizás ir de shopping o ver el basket en el pub y rogaremos que no nos hagan spoiler de nuestra serie preferida o del último thriller, que seguro veremos en el late-night en la televisión.

¡Qué decir de la ropa! Se acabó el after sun y los shorts, vestiremos outfits oversize, quitaremos la ropa que está out, buscaremos un buen look de sport. Nos haremos un selfie con nuestro atuendo más street style, al más puro marketing influencer, y realizaremos zoom en la pantalla.

Atrás quedó el verano, cuando hicimos check in en el hotel, hubo overbooking y fuimos al camping con jacuzzi y topless, tendremos jet lag, se nos habrá olvidado la password del ordenador y hasta alguna persona del staff, volverán los speech y las colas en el parking, necesitaremos un coach y un personal trainer y volver al running y a comer light en el self-service.

Áún estamos en shock. KO

Pero todo OK.


lunes, 16 de agosto de 2021

Messi

Seguro que sabes de qué voy a hablar hoy con este título. Pero no voy a escribir sobre su despedida -por cierto, qué pena me dio verle llorar como un niño-, ni sobre si es el mejor jugador del mundo...o no, ni sobre el FC Barcelona ni siquiera sobre el PSG...voy a hacerlo sobre la cobertura.

Entiendo que se conecte en directo con la rueda de prensa en la que está explicando que se va del Barça y, por consiguiente, de la Liga, lo que me parece increíble es que una vez que este jugador ya no juega en ningún equipo español, conectemos con París cada 10 minutos en directo para ver si aterriza, si llega, si firma, para ver cómo le reciben los parisinos, cómo se venden sus camisetas... Por supuesto que es noticia el día de la presentación con su nuevo equipo, pero hasta ahí. Irme en directo a la capital francesa a cada rato en un informativo a hablar con el enviado especial o corresponsal, no lo veo correcto -desde el punto de vista periodístico-. 

Lo que no entiendo es que todos los días ahora demos una noticia en el telediario de Messi y el equipo francés, pero como siempre digo en Segunda no apareces por ninguna parte. Sé que es la pataleta de los equipos pequeños y que Messi es un grande, pero a mí me enseñaron en la carrera que es más relevante un muerto aquí al lado que 100 en el otro lado del mundo. Pues eso. No puede ser que en el telediario del pasado fin de semana que empezaban las ligas de fútbol -todas las divisiones- se cuenten los horarios de los partidos de Primera y se pase a informar del Paris Saint Germain. 

Esto pienso yo, me encantará saber tu opinión si me dejas un comentario. 


domingo, 18 de julio de 2021

Graves noticias

Mucho tiempo sin escribir y no es por falta de ideas o noticias, de las que quería pronunciarme. En estos meses han pasado dos noticias malas y graves que me llevan a preguntarme si el ser humano es tan bueno como creo. Me encantará saber qué opinas tú: ¿eres de lo que piensas que somos buenos por naturaleza, pero hay excepciones, o al revés?

El caso es que la noticia del padre en Canarias matando a sus niñas Anna y Olivia nos impactó a todos por su extrema maldad. No entiendo cómo alguien puede llegar a planificar todo este crimen, a hacer tanto daño a la mujer con la que hace apenas unos años has tenido a esas hijas y llegar al punto de culminarlo. Siempre creo que puede haber un momento de retorno, de arrepentimiento, de darte cuenta de lo que estás haciendo y parar de asfixiarlas. Pensé mucho en el dolor de la madre, evidentemente como todo el mundo, pero también en los padres del asesino. Tu propio hijo mata a tus nietas. Eres la madre de un criminal y hace escasos momentos estuviste con esas niñas desconociendo todo el macabro plan. No sé si puedes reponerte de eso. 

Y seguido de esto, las mismas preguntas con el asesinato de Samuel, un joven al que mataron de una paliza en A Coruña, en una agresión homófoba. Independientemente del grave hecho de linchar a una persona por su condición sexual, ¿en qué momento le das tantas patadas a alguien como para matarle? ¿estamos locos? ¿tanto odio puedes tener dentro hacia una persona homosexual como para vomitarlo a golpes? No consigo comprenderlo. Tampoco sé si, como en tantos otros casos, los familiares pueden recuperarse de algo así, seguir creyendo en la justicia… y en el ser humano. 

PD. Seguro que sabréis perdonarme este post tan triste.



lunes, 28 de junio de 2021

El primer vuelo

Presenté este relato corto a un concurso y lo dejo aquí esta semana que se celebra el orgullo LGBT, que pretende mostrar la diversidad, como yo en este pequeño cuento, aunque por desgracia no siempre en la vida real tienen final feliz.

“Viajar te permite huir de la rutina diaria, del miedo al futuro”.

Esa fue la respuesta que le dio Jimena cuando le dijo que le parecía que estaba huyendo, y que cuando volviera, porque tendría que volver, el problema seguiría esperando. 

Se le quedó clavada aquella frase y ahora, a escasas horas de volver a verla, resonaba en su cabeza más nítida que nunca. Porque en realidad, no sabía cuál era el problema que dejaba en el pueblo, ni cuál era su miedo ni por qué huía. Sólo veía a su hija en la puerta, con aquella maletita, despidiéndose, mientras ella, recién enviudada, se quedaba sola.

* * *

Se encontraba esperando en la cola del baño de un avión. Abrió la puerta con símbolo verde pero dentro una mujer cerró rápidamente. ¡Pobre, qué vergüenza! Pensó en por qué no habría echado el pestillo y se apartó despacio para esperar fuera. A lo mejor le había dado miedo cerrar aquel habitáculo tan pequeño o tenía claustrofobia o ni siquiera sabía cómo cerrar. ¡Era todo tan nuevo en los aviones!

Quizás viajaba sola por primera vez, como ella. Quizás estaba muerta de miedo y disimulaba. Como ella. Seguro que era eso. Sacó su empatía característica a relucir y sonrió por inercia mirando a la puerta. Sus ojos vieron lo largo que era el pasillo del avión, pensó en la explosión de emociones que allí se escondían. Como las luces encendidas de las casas por las noches. La de secretos que guardarían en su interior. 

En el avión ocurre lo mismo, no puedes saber las circunstancias personales de cada viaje. Solos, en pareja, familiares, jóvenes o mayores, por trabajo, quizás viajan a dar una sorpresa, a cumplir un sueño, a la aventura, por amor, a conocer a alguien, a un funeral, a una boda, por placer, pueden ser viajes de novios, de aniversarios, viajes soñados desde hace tiempo o improvisados, preparados concienzudamente, reservados por una agencia…Había tantas opciones como personas sentadas allí. Imposible adivinar. 

Pero le encantaba ese juego. Siempre fue su juego preferido con Jacinto, aunque nunca habían hecho un viaje en avión. Pero les gustaba imaginar esas historias con las personas que estaban en un parque o en un bar…era como imaginar las vidas de los demás por sus gestos y miradas. 

Pensó que nadie imaginaría tampoco el objeto de su viaje. Ni ella misma lo sabría definir. No era un viaje planificado, casi lo había decidido a última hora, era un viaje familiar eso sí, pero no sabía si era una sorpresa.  

* * *

Mientras esperaba en la cola del baño, se fijo en los últimos asientos. Una pareja miraba una película en el móvil. ¿Pero no le había dicho que no se podía utilizar el teléfono? De hecho, pensó sonriendo que era la primera vez que ella había utilizado el “modo avión” con propiedad. Pero ahora al ver a esos jóvenes, no entendía nada. Al fin y al cabo era la primera vez que volaba, pero como decía aquel anuncio de la tele: cómo iba a perderse el nacimiento de su nieto. O nieta. Ella creía que sería una niña.

Se dio cuenta de la incertidumbre de ese viaje. No conocía a la pareja de su hija, hijastra en realidad, pero no le gustaba nada esa palabra. Se lo dijo a Jimena el mismo día que la conoció, que ella no quería ser la mala del cuento. Pero ahora hacía algún tiempo que habían perdido el contacto, así que cuando abrió aquel correo -que casi pasa desapercibido en su bandeja de no deseados-, no entendía muy bien qué estaba leyendo. Alcanzó a comprender lo importante: algo no iba bien en ese embarazo. Y a ella, si le pedían ayuda, tendía su mano sin pensar en los meses que llevaban sin hablar. 

Era una locura, ni siquiera sabía que Jimena estaba embarazada. Pero ese tal Alex parecía majo y educado, se había tomado la molestia de escribirla y para ella fue la señal que esperaba. La reconciliación.

* * *

Ahora recuerda que estaba en medio de una depresión, cuando Jimena se marchó casi sin despedirse. Pensó que se iba de viaje huyendo tras haber enterrado a su padre y que volvería en unos meses cuando se le pasara la tristeza extrema que les invadía a ambas. Pero no, resultó que después de viajar a varios sitios, con distintos pequeños trabajos precarios, encontró el amor y un buen empleo, y se quedó. Parecía como en las películas que tanto les gustaban ver juntas cuando era pequeña. Y no había vuelto. 

Su pareja le escribió intentándole poner un poco al día de su vida actual, pero sobre todo del embarazo y sus dificultades. Ya habían estado ingresados en el hospital a pesar de que todavía faltaba para la fecha de parto. Y ahora, volvían a casa a hacer reposo. Su primer medio nieto. 

Se fijó en la ropa de la pareja de la última fila, se les veía cómodos, en deportivas, pantalón de chándal, jersey calentito, la chica llevaba un fular en el cuello...Pensó en si luego tendría frío en el avión. Seguro que ellos no habían tenido que quitarse el cinturón y las botas como le pasó a ella en el control de seguridad. En eso se notaba que ella era virgen en los vuelos. Alguien tendría que haberle explicado todas estas cosas, pero ¿quién? 

En el pueblo casi nadie había viajado, sus dos amigas no habían salido nunca de allí y además, hacía meses que no hablaba con su hija. Nunca le preguntó qué le llevó a marcharse del pueblo, no quería que pareciese que se lo reprochaba, no tenía ningún derecho a retenerla, pero la dejó tan sola…

Por fin la puerta del baño se abrió. 

* * *

- Mamá, tú tienes unos ojos azules muy bonitos. 

- Tus ojos tan oscuros también son muy bonitos.

- Ya, bueno, pero a mí me gustan más de color claro. ¿Por qué yo no he heredado los tuyos?

- Porque tú has heredado los de tu papá, que son un color casi negro. Y porque tu verdadera mamá también tenía los ojos marrones. Entonces, juntos, salieron tus ojos de ese color tan chulo. 

Recordaba esa conversación mientras se miraba en el pequeño espejo del minúsculo baño del avión. Últimamente esos ojos azules se le empañaban continuamente. Cosas de mayores. Nunca le habían ocultado que había tenido otra mamá antes, aunque había muchas conversaciones como esa que demostraban que la pequeña no llegaba a entender todo bien.

Por fin volvió a su asiento, pidió disculpas a su compañera e intentó mirar por la ventana, pero estaba todo tan oscuro que ya no se apreciaba el paisaje. ¿Por dónde irían? ¿Qué estarían sobrevolando ahora? 

La chica de al lado movía los labios como tatareando una canción que oía por los cascos. A la vez acompañaba el ritmo con el pie. Parecía contenta. ¿A quién iría a ver? Ella no se había acordado ni de música ni de libros, tan deprisa que decidió meter cuatro cosas en la maleta e ir a ayudar a su hija. Tampoco hubiera podido concentrarse mucho, la verdad. Estaba nerviosa, ¿y si no había sido buena idea? ¿pero cómo no iba a serlo viajar al lado de su hija y cuidarla? ¿Cómo iba a perderse el nacimiento del nieto de Jacinto? O nieta… 

Estaba tan cansada que los ojos se le cerraban. Apoyó la cabeza en la ventanilla, y echó de menos el fular que tenía aquella joven. Se acurrucó con su jersey y se durmió.

* * *

- Hola Jimena. Me han dicho que te gusta mucho ir a los columpios, así que vamos a pasar la tarde allí.

Así conoció a la que más tarde se convirtió en su hija. Estaba tan nerviosa aquel día. Jacinto trataba de tranquilizarla, pero ella le había comprado hasta una muñeca que le había dicho era una de sus preferidas. A Jimena le encantó…la muñeca primero y después la nueva mujer de su padre. 

Lo que Jimena nunca supo es que a ella le cautivó desde el primer momento, con aquellos ojos oscuros tan curiosos, con sus preguntas indiscretas, con esos pelos rebeldes que le salían siempre de la coleta, pero sobre todo con su sonrisa. Aquella risa sincera que la tranquilizó la primera vez que la oyó. 

Jimena era todo alegría, riéndose desde los columpios, jugando con la muñeca, merendando aquella tarde de verano. El reflejo del sol le hacía parecer más rubia de lo que ya era. Nada podía ir mal. 

Muchas veces bromeaban juntas con recuerdos de aquellos primeros días. Era curioso cómo se acordaba de esa muñeca que compró a última hora por no llegar con las manos vacías y que luego se convirtió en su favorita. Cuando fue más mayor, solía decir que llamaría a su hija Jasmine como aquella princesa. “Me gusta ese nombre y empieza con la letra J,  como el mío y como el de papá”. 

* * *

Se despertó, había oído algo por los altavoces pero no había entendido bien. ¿Y si habían dicho algo importante y no se había enterado? Miró a la joven de al lado que dormía plácidamente. Pasó una azafata por el pasillo ofreciendo bebida y pidió un vaso de agua. Tenía la boca seca. 

Le pasaba mucho cuando estaba nerviosa o triste. Recordó que sólo quería beber agua en el funeral de Jacinto. Pensarían que estaba loca. Pero ella sólo agarraba fuertemente la mano de Jimena y en la otra, sostenía un vaso con su pulso débil. ¡Se quedaban tan solas!

Esperaba que ese tal Alex la sostuviese ahora, que estuviera a su lado. Seguro que sí, parecía buen chico en el mail, pero ella no podía dejar de pensar que no le conocía de nada. ¿Cómo había podido estar tan aislada como para no saber nada de su vida en los últimos meses? Eso se iba a solucionar nada más pisar tierra. Tenían mucho de qué hablar, quería saberlo todo de ellos, su trabajo, su vida allí… ¡Qué largo se le estaba haciendo ese viaje!

Había escrito un mensaje a Alex antes de embarcar con la hora de llegada y el número de vuelo. Le suplicó que le fuera a buscar porque se veía incapaz de salir del aeropuerto. Él prometió que estaría en la puerta, que llevaría un abrigo negro y bufanda roja. Ella se rio al leer la descripción, como si fuera una cita a ciegas. ¡A su edad! 

Aunque un poco así era. No le preguntó si le había hablado a Jimena de su mail y de su visita. Otra vez las dudas. ¡Tenía tantas ganas de llegar!

* * *

Vio cómo el chico del otro lado del pasillo manejaba la pantalla del asiento de delante con rapidez, pasaba un montón de títulos, escogía rápido y se ponía a ver una película. Anda, ¿podía ver una película? Eso estaría bien, le ayudaría a distraerse un rato. Venció su timidez y le preguntó si podía explicarle cómo hacerlo. Muy atento, el joven le enseñó el catálogo de audiovisuales, series, canciones y la dejó eligiendo con calma.

Los recuerdos se le agolpaban en la mente según pasaba las que ya había visto. Algunas hacía mucho tiempo, muchas las había visto con Jacinto que era muy cinéfilo y su mejor plan juntos era ir al cine. Otras, ya en casa, con Jimena: de dibujos, de princesas y muchas románticas que veían juntas los domingos por la tarde. Sofá y manta era su mejor plan. Jacinto se reía mucho de esas películas de sobremesa pero a ellas les encantaba adivinar el final, bien descubrían pronto al asesino o la pareja que se casaría.

¿Se casaría con Alex? Le dio por pensar si lo habría hecho ya y ella no había acudido. ¡Qué angustia! Esperaba que no. No, seguro que no. Alex le habría invitado como ahora le había escrito el mail. Quería pensar que Jimena hubiera querido tenerla al lado un día tan importante. 

Encontró varias películas de viajes en avión, pero no se atrevió a verlas, no fuera a coger más miedo del que ya tenía. Al final eligió al azar porque presentía que la cabeza le iba a explotar entre los recuerdos. 

* * *

Se sobresaltó otra vez con las palabras del piloto por megafonía. Parecía que ya estaban descendiendo y pronto llegarían. ¡Por fin! Su estómago saltaba de los nervios. Siempre había sido muy inquieta, en eso se parecía a Jimena, aunque no fuese su hija. Era un torbellino de ideas, no paraba quieta. La niña no había heredado la tranquilidad de Jacinto.

¡Ay, Jacinto! ¿Qué pensaría ahora? ¿Le reprocharía haber estado tanto sin hablarse? Pero seguro que le sonreía al ver el esfuerzo que había hecho con ese viaje. Tendría que haber volado con él la primera vez. Se le escapó una lagrimilla al pensar que iba a  conocer a su nieto. O su nieta.

Ya estaban todos recogiendo las maletas y los abrigos. No había escuchado bien la temperatura que dijo el piloto. El joven de las películas le ayudó a bajar su equipaje. ¡Qué amable! Bromearon con la estrechez del pasillo. 

De pronto, todos los móviles comenzaron a pitar al encenderse. Ella hizo lo mismo por imitación y encontró un mensaje de Alex que le tranquilizó. Ya estaba esperándole. Suspiró.

Se pegó a aquel chico para ir detrás de él y buscar la salida porque no entendía lo que ponía en los carteles. 

* * *

Salió despistada, mirando a todas partes. Mucha gente a la vez, maletas por doquier, barullo de voces y reencuentros. Era como el juego inventado de Jacinto pero de verdad. 

¿Cómo iba a encontrar allí a Alex? Tenía que haberle pedido más pistas. 

De pronto, una mano en alto se agitaba enérgicamente y escuchó su nombre a gritos. Se giró y allí estaba, con abrigo negro y bufanda roja. Una preciosa mujer de piel morena, con una larga melena ondulada negra y unos labios color carmín que le llamaban sin censar. 

Alex…

Dejó de oír la algarabía del aeropuerto, sintió una presión en la cabeza, el latido le iba a mil por hora. Se paralizó, incapaz de avanzar hacia ella. No por el descubrimiento, sino porque de pronto, entendió todo con claridad. El motivo de Jimena para irse sin dar casi explicaciones, salir tan rápido de aquel pueblo pequeño y tradicional, las evasivas a sus preguntas cuando hablaban al principio de sus viajes, incluso el hecho de haber perdido el contacto. Todo estaba ahí explicado en esa joven morena tan guapa que había venido a buscarla.

* * *

- Me alegro tanto de conocerla. ¡Qué bien que Jimena tiene un montón de fotos suyas en casa! Así he podido reconocerla según la he visto. ¿Qué tal el viaje? ¿Está muy cansada? Deme la maleta que ya se la llevo yo. No, se preocupe que tengo el coche ahí mismo y no tardamos nada. Bueno, que hablo mucho y no me he presentado: soy Alexandra, aunque llámeme Alex, claro. 

-En…cantada, balbuceó.

- ¡Qué bien que haya podido venir tan pronto! Así Jimena estará acompañada estos meses que faltan. Se le van a hacer duros con tanto reposo. Así tendremos tiempo de ponernos todos al día y charlar y recordar. ¡Quiero saber tantas cosas de ella de pequeña! 

- ¿Qué tal está? 

- Bien, está mejor. Después del susto y unos días en el hospital, ahora vida tranquila en casa...

Alex siguió hablando pero no alcanzaba nada más que a oír frases sueltas. La cabeza le daba vueltas, le pitaban los oídos. Y tenía un inmenso deseo de abrazar a Jimena. Parecía que al principio se había sorprendido cuando Alex le explicó cómo le había escrito para que fuera a cuidarla. ¿Se habría enfadado? Sólo quería cuidarla, como cuando era pequeña, estar a su lado.   

pero ya sabe cómo es Jimena, alegre y risueña, se le pasó enseguida y ahora ya contaba los días para su llegada…

Esa mujer hablaba mucho y rápido, y tenía un acento marcado, aunque no sabía de dónde. Pero le caía bien. Era muy guapa, con aquellos ojos oscuros almendrados. Entendió por qué Jimena se habría enamorado de ella. 

Se acordó de aquella chica mulata que vivió un tiempo en el pueblo y las habladurías de las vecinas mayores. ¡Qué curiosa es la memoria que trae los recuerdos al momento exacto!

Alex seguía hablando mientras salían de ese aeropuerto que le pareció inmenso y caminaban hacia el coche. Ella iba un poco más despacio detrás de ella y había desconectado un poco de lo que le iba diciendo. Aún así, hizo alarde de su curiosidad y se fijaba en todos los detalles: cómo movía la melena morena Álex, el ruido de las ruedas al arrastrar su equipaje, el frío le daba en la cara…

…bebé…niña…tripa…

-¿Perdona? No entendí bien qué decías. 

Lo había oído como a lo lejos. ¿Qué acababa de decir Álex?

- Nada, decía, que Jimena suele hablarle al bebé, le pone música, le canta, dice que se mueve mucho. Ella está convencida de que será niña y le llama siempre mi princesa, mientras se acaricia la tripa. Ah, y está segura de que le da patadas cuando le susurra el nombre de Jasmine porque la niña está de acuerdo. ¿Le gusta? 

Pero no le dio tiempo a contestar. Ya habían llegado. 


domingo, 9 de mayo de 2021

Libertad de prensa

El pasado lunes 3 de mayo se celebra el día de la libertad de prensa, que este año con la muerte de los periodistas españoles en Burkina Faso, David Beriáin y Roberto Fraile, cobraba quizás más relevancia. Ellos son los últimos de una lista, en la que me vienen a la cabeza nombres tan conocidos como José Couso, Julio Fuentes, Julio Anguita o Ricardo Ortega, entre otros.

Ellos hacían su trabajo fuera de nuestras fronteras en una ocupación que parece que pasa desapercibida y sólo cobra especial importancia cuando ocurren estas desgracias. Pero es importante destacar que mueren trabajando. Así de fuerte, como si alguien entrara a un aula y matara al profesor en plena explicación o a un quirófano y asesinara al cirujano. Incomprensible.

Y aunque parezca que sólo mueren en países en guerra, en 2020 murieron 50 periodistas asesinados, casi todos en sus propios países y la mayoría reporteros locales. Muchos en América Latina, como México, que aparece desde hace años encabezando este ranking. 

La Universidad de Navarra rescató una interesante entrevista que le había hecho anteriormente a David Beriain repleta de titulares como que la historia más grande está en el lugar más pequeño. "Mis padres, mi familia y mi mujer me han querido de la manera más hermosa que se puede querer: libre. Aunque eso suponga en su caso que un día pueda haber una llamada que les diga "no va a volver".

La falta de esta libertad de prensa es también el hostigamiento de los políticos a los periodistas y el veto de algunos partidos políticos a ciertos medios de comunicación, la extremada polarización política, las ruedas de prensa sin preguntas y las declaraciones enlatadas, la desinformación y la propaganda y el acoso - en particular a mujeres periodistas y en redes sociales-.

Sirva este post para reivindicar alto y claro esta libertad de prensa, el periodismo independiente y atender el derecho a la información recogido en la Constitución. "Sin periodistas, no hay periodismo. Sin periodismo no hay democracia". 

Y termino citando a la periodista Almudena Ariza en Twitter: "Ser periodista hoy no es seguro ni rentable. Muchos son perseguidos por contar la verdad, otros son víctimas del clima de odio y un número cada vez mayor se ven acosados por la precariedad. Y aún así, no se plantean ser otra cosa". 



Lectura del manifiesto por la Asociación de la Prensa de Valladolid.


viernes, 30 de abril de 2021

Entrevistadores

 Hace tiempo que quería escribir sobre esto pero no sabía cómo enfocarlo exactamente, si como alabanza a los periodistas y a las buenas entrevistas o como crítica al intrusismo... 

Pero cada domingo cuando veo el programa "Lo de Évole" pienso que debo entrar en mi blog a dejar mi opinión. El periodista Jordi Évole te podrá caer mejor o peor, incluso sus invitados, pero de lo que no cabe duda es de que se prepara las entrevistas. En periodismo se llama documentación. Se estudia al personaje, busca cortes de vídeos de declaraciones anteriores para ponérselas sobre la mesa en medio de la entrevista, deja hablar a los silencios que a veces dicen más que las respuestas y, otra cosa para mí importante, repregunta. 

Por esto último se criticó mucho a Ana Pastor, por volver a preguntar hasta la saciedad cuando el entrevistado -normalmente un político- se está yendo por las ramas, que suele ser habitual. Para mí, lejos de criticarlo, me parece que está haciendo bien su trabajo, porque no le está dejando irse de rositas y, sobre todo, porque está escuchando la respuesta del entrevistado. Es decir, no va allí con su lista de preguntas y las va soltando de una en una, sino que las enlaza según lo que va respondiendo el invitado.

Y esto, no lo hacen muchos conductores de programas, del tipo de Bertín Osborne en "Mi casa es la tuya" o Pablo Motos en "El Hormiguero". Que consiguen llevar unos personajes de muy alto nivel -ole por el equipo de producción- pero dejan que se marchen sin sacarles nada claro. Se les escapan porque o bien se pasan de mantequilla porque vienen a promocionar su última peli/disco/libro o les hacen preguntas típicas (no voy a llamarlas tontas) o bien, no se han estudiado la entrevista y al entrevistado. No quiero decir que no les hayan pasado un informe, que estoy segura de que sí, sino que no se lo han preparado previamente. Dicho explícitamente por Bertín. 

Y oye, llámame loca, pero quizás, sólo quizás, sea porque no son periodistas y los dos anteriores sí. Son buenos presentadores de programas, pero no periodistas. Y entonces, aquí entraríamos en el espinoso tema de "zapatero a tus zapatos"... ¿Dejarías que te operara una persona que da muy buenos masajes? Total, las dos han estudiado algo relacionado con la salud ¿no?

lunes, 8 de marzo de 2021

Javy Ramírez – Qué sabrá Neruda


No sé cómo llegué a esta canción en Spotify, supongo que en alguna lista aleatoria, y me enamoré de la letra. Busqué el cantante y resultó ser un joven de Operación Triunfo 2020, que no conocía. Inmediatamente la guardé en una playlist y un día en el coche, mi pareja preguntó de quién era esta canción que le había gustado. 

Hoy no se me ocurre mejor homenaje al 8M que la letra de esta canción. 
Escuchadla despacito.
 
LETRA DE LA CANCIÓN "QUÉ SABRÁ NERUDA" DE JAVY RAMIREZ 
Que no me da la gana
Que te toree cualquier chulo sin encanto
Que no me da la gana
Que te controles si por dentro estás gritando

Y abre tu ventana
Que se distinga bien tu voz en este ambiente
De sonrisas forzadas
Y de personas sin más de un dedo de frente

Que nadie pueda callar
Ni esconder tu verdad
Que sepa el mundo que ya
Nadie te va a callar

Pero qué sabrá Neruda cuando dijo que me gustas cuando callas porque pareces ausente
Que yo prefiero el momento en que desatas tus palabras y voy sintiendo tu fuerza entre la gente
Te prefiero tan presente, tan real, tan insurgente
Te prefiero sin disfraces ni armaduras
Te prefiero huracanada antes que desvalijada
Te prefiero cara a cara y sin censura
Te prefiero cuando eres
Tú misma la que te prefieres

Y tú no creas nada
De esas canciones que quieren que sea corriente
Que se trate a una dama
Como colilla que se lleva la corriente

Que no me da la gana, que se te infravalore
Por unos cuantos mentecatos fanfarrones
Que no me da la gana, que a veces seas tú misma
La cómplice de aquel que te borra la sonrisa

Pero qué sabrá Neruda cuando dijo que me gustas cuando callas porque pareces ausente
Que yo prefiero el momento en que desatas tus palabras y voy sintiendo tu fuerza entre la gente
Te prefiero tan presente, tan real, tan insurgente
Te prefiero sin disfraces ni armaduras
Te prefiero huracanada antes que desvalijada
Te prefiero cara a cara y sin censura
Te prefiero cuando eres
Tú misma la que te prefieres

Pero qué sabrá Neruda cuando dijo que me gustas cuando callas porque pareces ausente
Que yo prefiero el momento en que desatas tus palabras y voy sintiendo tu fuerza entre la gente
Te prefiero tan presente, tan real, tan insurgente
Te prefiero sin disfraces ni armaduras
Te prefiero huracanada antes que desvalijada
Te prefiero cara a cara y sin censura
Te prefiero cuando eres
Tú misma la que te prefieres

viernes, 5 de marzo de 2021

Avanzamos

Esta semana he visto que se va a quitar el "señor" a Mister Potato para que no tenga género y a partir de ahora se llamará "Potato Head" (Cabeza de Patata) para hacer el juguete más inclusivo. Pues bien, si estamos en la moda de eliminar los juguetes sexistas, no tiene sentido que el muñeco tenga accesorios para niñas y otros propios de niños. 

Esta noticia se parece al cambio que se produjo con las Barbies del que ya escribí aquí, que son acertados, pero que dejamos a medias. No sé si los niños y niñas a la hora de jugar se plantean tantas cosas, porque sinceramente yo de pequeña me divertía sin plantearme nada más.  

Me parece perfecto que evolucionemos en muchos temas, aunque creo que a veces nos centramos en anécdotas cuando hay datos más inquietantes. A las puertas de un nuevo 8M me preocupa mucho más otras noticias que sí diferencian los géneros. El pasado 22 de febrero se celebró el día europeo por la igualdad salarial entre hombres y mujeres, y cifraron que las mujeres siguen cobrando un 21,4% menos que los hombres, y que esta diferencia se ha mantenido presente en los últimos seis años. Estos datos de la Agencia Tributaria para 2019 han situado el salario medio anual de los hombres en casi 5.000 euros más que las mujeres. Además, la crisis de la Covid-19 eleva la brecha salarial de género a niveles de hace ocho años. Estas sí son noticias de diferencias de sexos.

Mezclado con todo esto, esta semana la televisión también ha recordado el "Caso Nevenka" porque Netflix va a sacar un documental sobre Nevenka Fernández, la primer mujer que se atrevió a denunciar el acoso que sufrió por el entonces alcalde de Ponferrada. Lo recuerdo perfectamente porque entonces trabajaba en un periódico local y todos los días sacábamos una noticia en la sección de regional. Hablé con ella y muchas otras personas por teléfono. Ya lo dije el año pasado con motivo del 8M, pero ella fue muy valiente por no quedarse callada en un tiempo donde todo se tapaba. 

Nevenka, en medio de esa depresión, luchando contra los elementos, siempre dijo que lo hacía por su dignidad y que hablar la salvó. Ella lo pagó caro. Tanto que tuvo que irse a vivir fuera a pesar de haber ganado. Me acuerdo quedarme atónita ante las declaraciones a favor de Ismael Álvarez y manifestación contra ella, cuando era la víctima. 

Quiero creer que ahora no hubiera sido así, que habría tenido más apoyos. Quiero creer que en 20 años hayamos avanzado algo más que cambiar el nombre de un muñeco. 





jueves, 25 de febrero de 2021

Haz más lo que te hace feliz

Un ratito en el jardín leyendo al sol me dio por pensar qué necesarios eran esos momentos de calma. Para cada uno el suyo, pero buscar un momento al día para despejar la mente, por el simple hecho de fluir, relajarnos y reconectar. 

Omitiendo la parte egoísta de este asunto que nunca me ha gustado, creo que es importante estar bien con uno mismo para poder estarlo con los demás. Para algunos será obvio, pero para otras personas se trata de egocentrismo o individualismo. De hecho, más de una vez lo he sufrido en mis carnes reprochándome tener tiempo y/o no tener hijos. Nada más lejos de la realidad. Conozco amigas que son madres pero no por ello descuidan sus hobbies y también personas con tiempo que no lo emplean nunca en sí mismas. 

Me parece natural que a lo largo de la vida no sean siempre las mismas actividades de ocio, ni incluso en la misma semana. Ciertas veces te apetecerá zambullirte en las páginas de un libro y otras este permanece demasiados días en la mesilla. Algunas jornadas querrás salir a pasear o a correr y en otros momentos el yoga y la meditación llegaron a tu vida. Habrá situaciones en que necesites subir el volumen de la música y bailar y otras en que será mejor hacer punto con tranquilidad en casa. 

Incluso cada uno buscará a lo largo del día o de la semana "su momento": quizás es mejor ver una serie por la noche pero madrugar para hacer deporte, tejer el sábado y cocinar los domingos. 

Habrá ocasiones para todo, pero debemos crearlas. Sino, la cabeza explota, no le caben más ideas a la olla a presión. Así que ábrete una cerveza, saca la creatividad a flote o haz deporte, cose, tómate un café con una amiga, camina con tu perro, entrena, coge un libro, enciende la televisión, escucha música, visita un museo, asiste un curso, cena en un restaurante, ve de tiendas, juega a las cartas o pinta acuarelas. Pero reserva un hueco en la agenda. Haz lo que sea que te hace feliz. 



sábado, 13 de febrero de 2021

Amigos

Crecí rodeada de amor, entre algodones de besos y atenciones de mis padres y el resto de mi familia que me sujetaba de la mano para no caer. Gracias. 

Cuando te haces mayor ya no es tan fácil, hay amistades que se diluyen sin más motivo que el paso del tiempo, hay compañeros de trabajo pero no amigos, hay personas interesadas que creías amigos, hay simples conocidos y compromisos, y hay colegas que se convierten en decepciones. 

Pero también hay nuevas amistades que aparecen en el camino, reencuentros de viejos amigos, parejas de amigos y amigos de tu pareja, familiares que son amigos y amigos que son familia. Gracias. 

Hay brindis verdaderos, cafés que reconfortan, tartas hechas con amor y regalos envueltos en afecto. Gracias.  

Hay mensajes que llegan al alma, te quieros sinceros, llamadas interminables y fotos enviadas como caricias. Gracias.

Hay personas con las que ríes hasta llorar y sabes que puedes llorar sobre su hombro. Gracias.

Hay días brillantes con bailes de fiesta y hay días oscuros con preocupaciones por doquier. Hay momentos de angustia en los que solo quieres llorar y hay instantes de felicidad que se hacen grandes si los compartes. 

Al final, se trata de quien está contigo en las dos caras, no de quien apareció antes o después, sino de quien nunca se fue. Gracias.



sábado, 23 de enero de 2021

Palabras

Sola, otra vez. Oyendo aquellas palabras. Malditas palabras. Palabras con connotaciones negativas. 

Suenan una y otra vez en la cabeza como el eco chocando contra las paredes. Tiempo para asimilarlo, para normalizarlo.

Palabras positivas. Superación, tratamiento, prevención, revisión, control, seguimiento. 

Bip, un mensaje. Palabras que acarician. 

Ring, un llamada. Palabras que te sostienen, te arropan.

El poder de las palabras. Siempre creyó en eso, de hecho, juega y trabaja con ellas. 

Y entonces recuerda el anuncio en la marquesina al lado del semáforo que siempre le pilla en rojo. "Si no lo nombras, no lo estás aceptando”. 

Así que allá vamos: biopsia, tumor, ganglio linfático, metástasis, extirpación, tumorectomía, oncología, mastectomía, radioterapia, quimioterapia. 

Verbalizarlo para darle visibilidad.

Cáncer. De mama.

martes, 12 de enero de 2021

Nostalgia

La nieve en fin de semana y las vacaciones escolares han alargado las navidades, y, eso, unido a unas navidades tan diferentes, hace que tarde en sentarme a escribir en este nuevo año. 

Año de nieves, año de bienes. Ojalá. Pero como ya he dicho otros años, y más viniendo de este 2020, sin expectativas. 

Ahora que me he hecho mayor -tengo ya que admitirlo- reconozco que es la época que más nostálgica me pongo, que más recuerdos me trae de navidades infantiles, abuelos, regalos, sorpresas... Pero como son fotografías bonitas, no me importa, es más, me encanta. Bien lo sabe quien bien me conoce, a pesar de las dificultades de los años. Quizás sea que los niños te dan la oportunidad de revivirlas o quizás es que es el momento perfecto para volver a ser niño. 

No me cansaré de agradecer a mi familia tan buenos recuerdos. Aunque haga ya tres años que no pueda felicitar a mi abuela por su cumpleaños, no me olvido la cantidad de días 6 de enero tan buenos que pasé por llamarse Baltasara. Parece que la estoy viendo, colgada del teléfono, diciéndole a la gente que la felicitaba, que nosotros teníamos enchufe con el rey Baltasar y por eso venían siempre muy cargados. ¡Qué gran día! La mesa del salón llena de paquetes para todos, mi bisa diciéndome que no me olvidase de felicitar a la abuela antes de abrir los regalos, el roscón, la familia... 

Pero con el paso de los años, además de la añoranza, también me siento muy orgullosa. Hay cosas que sin duda me faltan, pero hay muchas que las hemos continuado hasta convertirse en tradiciones de esas que no dejo que caigan en el olvido. Así que sí, estoy muy satisfecha de mí misma (aunque suene mal decirlo) y de muchos pajes a mi alrededor que conservan esa magia. La ilusión de estas fechas no tiene edad. 

"Si pudiéramos ver el mundo con los ojos de un niño, veríamos la magia en todo". Lo he dicho siempre, la magia es ilusión y para mí esa es la palabra que define estos días. Por eso mi deseo para ti que estás leyéndome es este: no dejes nunca de creer. 




lunes, 4 de enero de 2021

Un cuento real

 -          Abueeeeloooo!!!

Siempre llamaba así mientras tocaba el timbre insistentemente porque estaba ya un poco sordo. En cuanto oía los pasos, arrastrando los pies, dejaba de llamar.

Era miércoles, el día que pasaba la tarde en casa de su abuelo. Hoy iba ser cuando llevara a cabo su plan. Bueno, tampoco era un plan laborioso, pero era la única vía que veía ahora mismo factible para entregar un cuento de Navidad en clase de Lengua y de paso, aprobar. Mandarle esa tarea era peor que un castigo para alguien que ni creía en Papá Noel ni tenía ilusión por nada. Odiaba cuando se acercaba diciembre y todos los trabajos estaban relacionados con el mismo tema. Desde que su madre murió, también se fue cualquier atisbo de espíritu navideño que hubiera por casa. Pero recordaba entre las historias que le había contado su madre, que ella viajó con los abuelos a Laponia y se sentó en las rodillas del mismísimo Santa.

Ahora que lo veía en perspectiva no sabía si sólo era uno de esos cuentos inventados que a su madre le gustaba contarle por la noche. Recordaba vagamente alguna anécdota, pero estaba seguro de que si era verdad, debería encontrar fotos en casa de su abuelo. ¿Cómo no fotografiar ese momento?

No es que el abuelo se prestara voluntario a su plan, ni le gustaba recordar cosas de su madre porque se ponía muy triste, pero estaba seguro de que algo encontraría. La semana pasada intentó preguntarle y sonsacarle algo de ese viaje, pero no consiguió nada, hasta el punto de pensar que todo habría sido imaginación de su madre.

Comió deprisa para tener más tiempo para rebuscar cosas. Dejó al abuelo viendo la tele en el sofá, previo a su consabida cabezadita. Le preguntó dónde guardaban los álbumes de fotos y le dijo que tenía que hacer un trabajo para el cole, que al fin y al cabo era la verdad. Menos mal que su abuelo era un hombre muy ordenado y que tenía todo colocado por años…todo hasta que su madre murió, cuando dejó de preocuparse por cosas tontas, según decía él.

Media tarde pasó buscando y no encontraba nada. Había calculado el año de ese viaje por la edad que pensaba que tendría su madre y después, había ido para adelante y para atrás, hasta casi revisar todas las fotos. Ya estaba desesperado cuando al fondo del armario una pequeña caja, era de esas típicas de lata en las que la abuela guardaba otras cosas.

Encontró varias postales y, entre ellas, la felicitación navideña que habían enviado aquel año.

Allí estaba su madre, rodeada de paisajes blancos de nieve, bien abrigada y radiante de felicidad. Por fin la vio, sentada en las rodillas de Papá Noel, acariciándole la barba y con la carta en la otra mano. Mamá Noel estaba detrás del sofá posando para la foto. Su madre tenía las mejillas sonrosadas y no miraba a la cámara, sólo fijamente a ese hombre mayor que parecía escucharle.  

Tan intensamente miró a su madre, sus coletas, su pequeño jersey rojo, que le pareció hasta oír su voz. Casi la había olvidado. Una lágrima cayó por su mejilla. De repente, tenía mucho sueño, sería el cansancio o el peso de los recuerdos, pero se vio a él mismo sentado en ese mismo sofá, riendo con su madre que le decía que le tocara la barba para comprobar que era de verdad.

Hacía calor en esa estancia, donde vio que había más niños sentados en el suelo, pero no podía oír nada, sólo la voz de su madre que le decía que esta es la magia de la Navidad. “¿Ves cómo es verdad?”

La oía con su voz aniñada cómo le explicaba todo lo que habían hecho en ese viaje. Papá Noel sabía que se acercaba su cumpleaños y le había regalado un osito de peluche. Era cierto que su madre siempre hacía una fiesta genial en diciembre por su aniversario, muy cerca de las navidades. Recordaba su sonrisa, sus ojos de ilusión.

Olía dulce allí, a galletas recién horneadas por Mamá Noel. Se asomó por una de las ventanas y, en medio de esa estampa invernal, vio un reno y un trineo en la puerta de aquella casa preciosa de madera. Le pareció irreal hasta que tuvo bien cerca los cuernos y le vio rumiar tundra del suelo nevado.

Se giró y se topó con dos elfos vestidos de verde envolviendo paquetes. Se frotó los ojos. De pronto, los niños comenzaron a cantar una canción pegadiza, pero no entendía nada.

No podía creerlo, parecía todo tan cierto. Era como si la foto le hablase. Se fijó más y al fondo vio  al abuelo sonreír, como solía hacer antes. Él miraba fijamente a donde estaba sentada su madre con Papá Noel. La niña, en efecto, sujetaba un osito blanco.

“Nunca pierdas la ilusión hijo”.

-          Hijo, despierta, te quedaste dormido en el suelo. Mira cómo está todo de revuelto. ¿Qué buscabas?

-          ¡Abuelo!- dijo somnoliento. ¿Lo he soñado? Mamá me contaba un cuento sobre un viaje a Laponia y el verdadero Papá Noel, pero no creía que fuese cierto. ¿Fuisteis de verdad?

-          Pues claro, cariño, ¿no ves esas fotos? ¡Pero de eso hace tanto tiempo! ¡Tu madre tenía tanta ilusión! ¡Celebrábamos tanto la Navidad, y ahora nada tiene sentido…

Dio la vuelta a la postal, y allí, casi sin que se apreciara por la tinta ya desgastada por el paso del tiempo, venía esa palabra que se convirtió en mágica: Joulupukki.

-          Jou-lu-pu-kki…

Le dejó ahí hablando entre susurros mientras fue corriendo a la habitación donde su abuelo tenía un ordenador más viejo que la tos, pero conectado al wifi que le puso su padre hace unos años. Necesitaba buscar qué significaba esa palabra tan rara, por qué estaba apuntada en esa foto. ¿Sería una clave?

Cuando lo encontró, suspiró sonriendo. Su madre decía la verdad: Joulupukki es el nombre finés de Santa Claus o Papá NoelEntonces no era postal cualquiera, era su firma, un verdadero autógrafo.

Siguió leyendo y cada palabra le confirmaba más lo que acababa de ver: “La residencia de Joulupukki se sitúa en Korvatunturi, montaña en la Laponia de Filandia y su taller en Rovaniemi. Habitualmente lleva ropa cálida y de color rojo, utiliza un bastón y viaja en un trineo tirado por sus renos. Hasta la frase final de aquella descripción que vio por internet: “La tradición de Joulupukki, Santa Claus, Papá Noel, etc., sigue viva en la mayoría de los países y culturas del mundo pero, en la actualidad, Finlandia es uno de los pocos países donde los niños pueden de hecho verle repartiendo los regalos”.

¡Madre mía! ¡Todo era verdad! Cómo podía haber dudado, si todo le había parecido tan real…Casi podía sentir el tacto de la barba y el olor de las galletas.

Abrió un documento en blanco para comenzar su trabajo. Iba a escribir la mejor redacción que nunca hubieran leído en el colegio. No sólo iba a aprobar, iba a sacar sobresaliente. Se sintió poderoso, le invadió un espíritu navideño que le hizo desear que llegaran pronto las navidades.

Comenzó a escribir, y a borrar…Otra vez, tecleaba, se paraba, pensaba… No, así no. Eliminar. No sabía cómo expresar lo que acababa de vivir. Intentaba recordar las palabras de su madre, pero no podía. Además, ahora tenía otro problema: nadie iba a creerle. Si él mismo había dudado.

¿Cómo empezaba el cuento que le solía contar? Le daba rabia no acordarse de esas cosas. ¡Qué mala memoria!

-          ¿Entonces te ha gustado ver la foto de Joulupukki?

El abuelo había aparecido en el despacho con la felicitación de la mano y una sonrisa en la boca. Parecía otro, más jovial, alegre, incluso con menos años. Es como si se hubiera quitado un peso de encima.

¿Qué había pasado? El abuelo comenzó a hablar muy rápido y a contarle cosas de ese viaje atropelladamente; de la visita a la casa de Papá Noel, pero también de aquellos días rodeados de paisajes nevados, de una cabaña en medio del bosque, de un lago helado, de trineos tirados por perros, de que habían pescado en el hielo, de cómo habían comida una sopa caliente muy rica y habían dado de comer a los renos, que se desplazaban con raquetas por la nieve y habían dormido en un iglú….

-          Espera, abuelo. Necesito que vayas más despacio, tengo que escribirlo todo para mi trabajo de clase. Va a ser el mejor cuento de Navidad. Gracias.