lunes, 15 de enero de 2018

Rayuela

Últimamente me viene a la cabeza ese juego de niños que pintabas con tiza en el suelo los números y tenías que saltar a la pata coja sin tocar las líneas. Lo he tenido que buscar para saber que se llama rayuela y que es tan antiguo como que se desarrolló en la Europa renacentista, aunque algunos hablan del foro romano.

El caso es que es un buen juego para que los niños desarrollen el equilibrio y la motricidad, la coordinación y agilidad. Pero yo estoy más filosófica y estos días me siento así, como si fuera saltando de obstáculo en obstáculo, uno detrás de otro, hasta llegar al final. Volviendo a lo básico, una simple tiza, una piedra, los números y un niño.

Con el añadido de la pata coja, como un equilibrista, titubeando, dudando, pero queriendo saltar a la siguiente casilla. Repitiendo, cual niño pequeño, sigue adelante, un número más, un salto más, el siguiente número. Siempre en movimiento.

Una dificultad y otra seguida, un revés y otro, a veces se colocan en línea recta como en el juego, poniendo a prueba tu equilibrio y agilidad. Hasta que llegas a un rellano, cuando tienes los dos números juntos y puedes apoyar los dos pies. Puedes descansar y apoyarte en alguien. Siempre hay alguien que te sirve de apoyo. A veces hay que parar y coger aire para seguir. 

Sabiendo que no puedes tocar las líneas, no hay fronteras, y que cuando llegues al final, el juego continúa: otro salto y media vuelta. Deshacer el camino para volverlo a hacer. Siempre en movimiento, siempre adelante. 



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