En este tiempo de confinamiento no podemos dejar en cuarentena nuestros sentimientos, e igual que echamos de menos, echamos de más. Cada uno lo que sea. Habrá quien haya echado de menos el café de la oficina, las comidas familiares, los besos de los papás, el abrazo de un amigo, ir al estadio o a misa, jugar al pádel o ir al gimnasio, sentarse en una terraza, viajar, las risas de los sobrinos o cenar con los amigos.
Este tiempo ha revolcado tu corazón, es una buena oportunidad para entender cada latido. Nos acerca a quienes ya sentíamos cerca, aunque sea a través de una pantalla, y nos une más con quien hablábamos esporádicamente, quizás hemos descubierto a los vecinos o al frutero. Podemos sorprendernos por lo que echamos de menos, y también de lo que echamos de más. A lo mejor no creías que cosas insignificantes te importaran tanto y sin embargo, personas primordiales han podido pasar a un segundo plano. Quizás te has dado cuenta de a quién no has echado en falta nada, a pesar de que antes os vierais a diario. Como una piedra en tu zapato y cuando esto acabe podrás sacarla sin problema. Puede que al final lo de que el tiempo pone a cada uno en su sitio sea verdad. Lo que creo es que es el corazón quien manda. Como (casi) siempre...
Puede ocurrir también con hábitos, nuevas aficiones que has empezado en este confinamiento, costumbres que has dejado atrás, nueva organización, pensamientos... A lo mejor es el momento de ir al menos es más, recolocar lo que es fundamental en tu vida, porque si has podido estar dos meses sin esas cosas, quizás cuando esto acabe las pases a la carpeta de "eliminadas", ¿no?
viernes, 22 de mayo de 2020
martes, 5 de mayo de 2020
Lecciones
Espero que esteis aprendido las lecciones que nos deja este confinamiento, a echar el freno de mano, disfrutar del hogar, de la familia, a dar valor a las cosas importantes de verdad. Entender que el destino decide por mucho que tú planifiques y que el tiempo vuela... o pasa lento.... A saborear cada detalle de la slow life.
Cada uno deberá aplicar sus enseñanzas, pero creo que hay dos comunes para todos: solidaridad y humildad. La primera está clara, saldremos todos juntos, nos quedamos en casa para proteger a los demás, paseamos a las horas que nos indican para no mezclar grupos de edades, ayudamos en la compra a los mayores, hacemos un donativo para los necesitados ... Muchos gestos solidarios ha habido estos días y deberían continuar para no desaprender la lección. Y más solidarios tendremos que ser para salir adelante unidos, reflotar la economía, ayudar al pequeño comercio, viajar por nuestro país...pequeños gestos que ayudan.
Y humildad para darnos cuenta de que nadie es más que nadie. Esta enfermedad es como la muerte, que nos iguala a todos. No entiende de edad, ni países, ni razas, ni ricos, ni pobres. No me gustó cuando leí comentarios en las redes de las famosas que por qué ellas estaban preocupadas si tenían mucho dinero. ¿Y? Si aunque sean millonarios, la familia pueden enfermar igual y no hay dinero que lo remedie.
Humildad, cuando de repente la vida te pone delante de esa cajera del supermercado que sigue al pie del cañón como el médico, cuando la señora de la limpieza es igual de importante que la farmacéutica y la panadera como el científico que investiga la vacuna. Y esto ya es difícil. Lo he visto con mis propios ojos, menospreciar al reponedor desde la altura de un doctorado y mirar por encima del hombro al celador. Pero ahora admiramos al camionero, a quien se desloma trabajando por los demás, las manos encalladas del agricultor que valen igual que quien teclea el ordenador. Respeto se llama.
Cada uno deberá aplicar sus enseñanzas, pero creo que hay dos comunes para todos: solidaridad y humildad. La primera está clara, saldremos todos juntos, nos quedamos en casa para proteger a los demás, paseamos a las horas que nos indican para no mezclar grupos de edades, ayudamos en la compra a los mayores, hacemos un donativo para los necesitados ... Muchos gestos solidarios ha habido estos días y deberían continuar para no desaprender la lección. Y más solidarios tendremos que ser para salir adelante unidos, reflotar la economía, ayudar al pequeño comercio, viajar por nuestro país...pequeños gestos que ayudan.
Y humildad para darnos cuenta de que nadie es más que nadie. Esta enfermedad es como la muerte, que nos iguala a todos. No entiende de edad, ni países, ni razas, ni ricos, ni pobres. No me gustó cuando leí comentarios en las redes de las famosas que por qué ellas estaban preocupadas si tenían mucho dinero. ¿Y? Si aunque sean millonarios, la familia pueden enfermar igual y no hay dinero que lo remedie.
Humildad, cuando de repente la vida te pone delante de esa cajera del supermercado que sigue al pie del cañón como el médico, cuando la señora de la limpieza es igual de importante que la farmacéutica y la panadera como el científico que investiga la vacuna. Y esto ya es difícil. Lo he visto con mis propios ojos, menospreciar al reponedor desde la altura de un doctorado y mirar por encima del hombro al celador. Pero ahora admiramos al camionero, a quien se desloma trabajando por los demás, las manos encalladas del agricultor que valen igual que quien teclea el ordenador. Respeto se llama.
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