Me acuesto con la imagen de Baiona ardiendo, la misma ciudad que nos encantó este año en vacaciones, pero con un aspecto muy distinto. Triste. Color naranja donde debía haber verde. Me duermo pero sé que los gallegos de las zonas afectadas no tendrán una noche tranquila.
Me levanto, abro el grifo y no hay agua en mi casa por una avería. Me lavo la cara con un cazo de agua reposada y vienen a mi mente las imágenes de las cadenas humanas y solidarias de los vecinos también con cubos y calderos de agua. Otra vez las grandes tragedias sacan lo mejor de nosotros. Al darme cuenta de la cantidad de cosas que no puedo hacer, me acuerdo también de mi abuela, que sin agua corriente en su casa, la sacaba también del pozo con calderos.
Veo en la televisión terribles imágenes de incendios, provocados, y el parte metereólógico que no pronostica lluvia y sin embargo sí hay viento. Lo peor. Naranja y negro. Quien me conoce sabe que no me gusta nada llover, pero es obvio que tampoco me gusta ver el campo así de seco cuando salgo de paseo. Amarillo. Me acuerdo entonces de cómo llovía los días que estuvimos de vacaciones en verano y mi malestar por ello, ¡qué paradoja! Días grises, mar azul, campos verdes. Y ahora, como las conversaciones de ascensor, no paramos de hablar del buen tiempo que todavía tenemos, soleado y sin rastro de otoño. Y sabemos que no es normal ni bueno.
Soy consciente de que este post llega tarde, una semana tarde, en la que nosotros ya estamos pensando en otras cosas, menos los afectados de Galicia que siguen con este inmenso problema. El resto de España ya ha vuelto a otra actualidad, como a Cataluña por ejemplo. Me doy cuenta de nuevo de lo efímeras que son las noticias, de que en cuanto llega otro tema, nos distraemos, se solapan y nos olvidamos de lo anterior. Así de frágiles de mente somos. Lo vi claro en su día cuando trabajaba en un periódico, que cuando llegaba una noticia de última hora, lo que tuvieras entre manos ya no importaba nada. Nadie recuerda los nombres propios de casos sociales que fueron muy sonados en su momento y que nos supimos de memoria durante días.
Es verdadero el popular refrán periodístico de "el periódico de hoy envolverá el pescado de mañana". Triste pero real.
viernes, 27 de octubre de 2017
domingo, 8 de octubre de 2017
Retos
"Creer en los sueños", puede parecer una frase optimista de estas que están tan de moda ahora, pero es una de las conclusiones más poderosas que he sacado de dos eventos que he vivido esta semana.
El miércoles moderé por primera vez una mesa redonda en un proyecto muy interesante titulado ¿Y si te dijeran que puedes?, un documental en el que cinco jóvenes con esquizofrenia escalan el Naranjo de Bulnes, en los Picos de Europa. Previo a la mesa, Sebastián Álvaro, creador de Al filo de lo imposible, fue explicando cómo se había desarrollado este plan en una motivadora charla con muchas frases para apuntar.
"De lo que nos arrepentimos es de lo que no intentamos" fue una de ellas. Estos jóvenes, después de años oyendo "tú no eres capaz", han demostrado, no sólo que se puede abrir la puerta a intentarlo, sino también conseguirlo. Y me encantó oírles hablar de muchas de las cosas que ya he dicho en este blog: esfuerzo, equipo, compañerismo, confianza, superación, ilusión, satisfacción y por supuesto, emoción al llegar a la cima.
Otra de esas frases que se pronunciaron ese día cobró más sentido el domingo: "Cualquiera de nosotros puede hacer cosas excepcionales". Sergio Monge es un joven ciclista y empresario de Valladolid, comprometido con la Asociación Asdent para ayudar a Nacho, un niño con la enfermedad de Dent, por el que ha realizado ya varios retos increíbles. Esta vez ha pedaleado en una bicicleta estática durante una semana entera -durmiendo cuatro horas diarias- para recaudar fondos por esta buena causa. Casi 3.400 kilómetros que le han servido para batir un récord Guinness y conseguir dinero para que se investigue esta enfermedad rara.
Impresionante fue también verle acabar su objetivo, entre aplausos y lágrimas de emoción, agarrado de la pequeña mano de Nacho que pedaleaba a su lado, bajarse de la bicicleta y casi sin poder hablar, dar las gracias a los presentes por haberse acercado a darle aliento y solidaridad: "Todavía queda gente buena", fueron sus primeras palabras. Poco después confesaba que tuvo un día malo, que pensó en tirar la toalla, pero sacó fuerza de voluntad de dentro por tanta gente y por Nacho, la fuerza del corazón.
Así que sí, me voy a la cama con un buen sabor de boca, sabiendo que estos sueños son excepcionales y son, sin duda, de admirar, pero sabiendo también que cada uno tiene sus propios desafíos en la vida cotidiana y se pueden superar. Me quedo con la frase final de la mesa redonda: "Cada uno tiene su propio Naranjo de Bulnes".
El miércoles moderé por primera vez una mesa redonda en un proyecto muy interesante titulado ¿Y si te dijeran que puedes?, un documental en el que cinco jóvenes con esquizofrenia escalan el Naranjo de Bulnes, en los Picos de Europa. Previo a la mesa, Sebastián Álvaro, creador de Al filo de lo imposible, fue explicando cómo se había desarrollado este plan en una motivadora charla con muchas frases para apuntar.
"De lo que nos arrepentimos es de lo que no intentamos" fue una de ellas. Estos jóvenes, después de años oyendo "tú no eres capaz", han demostrado, no sólo que se puede abrir la puerta a intentarlo, sino también conseguirlo. Y me encantó oírles hablar de muchas de las cosas que ya he dicho en este blog: esfuerzo, equipo, compañerismo, confianza, superación, ilusión, satisfacción y por supuesto, emoción al llegar a la cima.
Otra de esas frases que se pronunciaron ese día cobró más sentido el domingo: "Cualquiera de nosotros puede hacer cosas excepcionales". Sergio Monge es un joven ciclista y empresario de Valladolid, comprometido con la Asociación Asdent para ayudar a Nacho, un niño con la enfermedad de Dent, por el que ha realizado ya varios retos increíbles. Esta vez ha pedaleado en una bicicleta estática durante una semana entera -durmiendo cuatro horas diarias- para recaudar fondos por esta buena causa. Casi 3.400 kilómetros que le han servido para batir un récord Guinness y conseguir dinero para que se investigue esta enfermedad rara.
Impresionante fue también verle acabar su objetivo, entre aplausos y lágrimas de emoción, agarrado de la pequeña mano de Nacho que pedaleaba a su lado, bajarse de la bicicleta y casi sin poder hablar, dar las gracias a los presentes por haberse acercado a darle aliento y solidaridad: "Todavía queda gente buena", fueron sus primeras palabras. Poco después confesaba que tuvo un día malo, que pensó en tirar la toalla, pero sacó fuerza de voluntad de dentro por tanta gente y por Nacho, la fuerza del corazón.
Así que sí, me voy a la cama con un buen sabor de boca, sabiendo que estos sueños son excepcionales y son, sin duda, de admirar, pero sabiendo también que cada uno tiene sus propios desafíos en la vida cotidiana y se pueden superar. Me quedo con la frase final de la mesa redonda: "Cada uno tiene su propio Naranjo de Bulnes".
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