Esta semana he hecho un curso de escalada, sí, de escalada, has leído bien. Lo digo porque quien me conoce pensará que me he vuelto loca con lo torpe que soy yo. A mí dame mi clase de pilates y zumba y para qué más. Pero he ido con mis compañeros de trabajo, todos juntos, para que nos enseñara otro de los compañeros, que era el instructor.
Así que ahí me tienes, uniformada con la misma camiseta, en el rocódromo, viendo lo alto que era aquello y explicándonos cosas de seguridad, aprendiendo a anudar el ocho y a asegurar al compañero... y subiendo, claro, también escalando.
Pablo Neruda dijo que "si no escalas la montaña jamás podrás ver el paisaje". Bueno, pues aquí mucho paisaje no había, pero desde arriba he visto otras cosas. Entre cuerdas, mosquetones, el ángel y las cintas express he aprendido
mucho, pero no sólo de escalada, sino de compañerismo, de ayuda, de apoyo, de
confianza, de paciencia, de unión, de esfuerzo y de superación. Siempre se puede subir un
poquito más.
Lo mejor, el café al día siguiente lleno de agujetas, de anécdotas y de risas. Y sólo por eso me ha merecido la pena. Porque como decía el cartel que hizo una compañera para que nos apuntáramos -sí, simulamos una inscripción como las habituales a los cursos- "el compañerismo se logra cuando hay trabajo y amistad". Y lo puso de broma, pero como ha demostrado tener razón, lo escogimos como eslogan.
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