¿No te parece a veces que vas al contrario de la gente? ¿No llegas a pensar que tú debes ser el raro? Que ves las cosas de forma tan diferente que al final crees que eres tú el equivocado.
Es como si fueras en un coche conduciendo tú solo por una carretera, y cuando miras a la izquierda ves que en dirección contraria van muchos coches. ¿No os ha pasado esto alguna vez en los famosos viajes de vuelta de vacaciones? Al final te preguntas si donde vas tú no va nadie más.
Y entonces empiezas a bajar la velocidad y te lo cuestionas de verdad: si eres tú el único que va en esa dirección, a ver si te has equivocado y estás yendo mal. Necesitas parar el coche y consultar un mapa o preguntar a alguien, llamar por teléfono para cerciorarte. ¡Qué importante es consultar para ver que no estás solo! Igual que entender las señales, esas que no solemos ver porque creemos que nos sabemos la ruta de memoria. Y entonces, puedes tener el accidente.
Quizás es momento de comprender que el destino de los otros puede ser igual de válido, pero no es el tuyo. A lo mejor ellos van a la montaña, pero es que a ti te gusta la playa, que es lo que siempre te ha gustado y a donde siempre has ido. No está mal ir en alguna ocasión por otro camino y ver otro paisaje, pero donde tú estás más cómodo es en otro rumbo. Y siempre hay que volver a casa.
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