jueves, 27 de diciembre de 2018

Joulupukki

No quería que acabara el año sin pasar por aquí y casi me pilla el toro, pero quería seguir la costumbre de sembrar un poco del encanto de estas fechas en mi blog. Quienes me conocen y han leído los post de esta época los años anteriores saben de sobra que soy muy pro Navidad, que estos días me traen muchos recuerdos de cuando era niña y que creo debemos recuperar esa ilusión de pequeños para que nos vuelvan a brillar los ojos con la magia de la Navidad. 

Si el año pasado estuve en un cuento este me he adentrado en las postales blancas invernales que ya no mandamos por correo. Esta vez he ido a buscar un poco de esa magia para traerla por aquí. He viajado al Polo Norte para comprobar que yo estaba en lo cierto, que Papá Noel descansa en una cabaña en un bosque nevado con renos, con su mujer y los elfos, antes de emprender un viaje tan largo.

Así que sí, os lo confirmo: en un sofá al fondo de un salón acogedor, con olor a las galletas que estaba haciendo Mamá Noel en el horno, nos esperaba con su inconfundible barba blanca para demostrarnos a todos que es real. Que se llama Joulupukki tal y como dice en su firma y que tiene tropecientos años, pero que eso no le impide pasar la tarde con un grupo de niños que le entrega ilusionado sus cartas, ni enseñarles una canción en finlandés, ni explicarles dónde está su oficina postal y su secreta fábrica de juguetes, ni hacerse mil fotos con una sonrisa con los adultos que por una tarde volvíamos a tener cinco años.

He jugado con los elfos, he dado de comer a los renos, he ido en trineo con huskies por un lago helado, he pescado en hielo, he montado en motos de nieve, he andado con raquetas por un manto blanco y me he tirado por la nieve como los niños, porque, al fin y al cabo, de eso se trataba.

Ya escribiré un post más práctico con detalles sobre este viaje, porque ahora sólo quería traeros un poco de esa fantasía. Al volver, al contar nuestra experiencia y ver las fotos, me gustaría contagiar un poco de este sentimiento. Ha sido maravilloso escuchar a mi sobrino contarnos que ha recibido una postal de Papá Noel desde Laponia, darle el regalo que nos dio en mano, reirnos mientras intenta pronunciar su nombre original, enseñarle a mi sobrina las fotos y que balbucee "Pa-Po-el", oír a la niña de otra amiga llamarle "Santa", porque qué más da cómo lo digas, si lo importante es creer en él.