martes, 30 de junio de 2020

Mi privilegio

La primera vez que salgo al jardín cuando llega el buen tiempo lo disfruto como una niña pequeña. Hay veces que levanto la vista del libro y me quedo mirando el césped pensando lo bien que estoy allí. Cierro los ojos para sentir el sol en la cara, tumbada en mi hamaca y me siento afortunada. Es mi privilegio. No me he cansado de decirlo en este confinamiento, una casa con un trozo de jardín ha sido mi paraíso esta cuarentena.

Además, localizada en un pueblo. Esto ya es de matrícula de honor. Salir al paseo con el perro y estar en el campo en menos de un minuto y no encontrarse con nadie. Y cuando ya se podía salir, saludar a tus vecinos con nombre y apellidos, no como aquellos que se han descubierto estos meses por las ventanas. 

La única vez que fui a la ciudad me sorprendió muchísimo, se me encogió el corazón y volví corriendo a mi casa como un refugio, convencida de que vivíamos en una realidad paralela que nada tenía que ver con un piso en el centro de la capital. Que no digo que esto esté mal, ojo, cada uno toma su opción, pero yo creo que nunca me he alegrado tanto de vivir aquí en los 15 años que llevo haciéndolo.

Ya en la nueva normalidad se han confirmado mis sospechas y me dice un amigo que ahora prolifera la búsqueda de casas con patio o terraza, mejor si puede ser en el mundo rural. Tampoco es que haya que salir huyendo, ni que esto sea la panacea. Es una decisión que se debe tomar con calma, meditada y no pensando que vivir en un pueblo significa vivienda barata y trabajo asegurado.

Pero está bien demostrar que se puede trabajar en casa, sin el estrés de los atascos y con unas vistas preciosas, poder ver a los niños jugando en la calle, charlar con los vecinos y comprar en la frutería de toda la vida. Como repetía sin cesar un profesor mallorquín que conocí: "calidad-de-vida".

Y tenía razón, pero eso implica también acordarse de tantos lugares olvidados para que puedan mejorar en infraestructuras y telecomunicaciones. Una buena conexión a internet para poder hacer gestiones bancarias, compras on line y teletrabajar y estudiar y no estar hablando de la brecha digital. Se abrirían un sinfin de posibilidades en esos pueblos que sólo buscamos en el mapa para pasar unos días de tranquilidad, pero que ahora deberían adquirir un protagonismo que se merecen.




miércoles, 10 de junio de 2020

En otros zapatos

Parece que las fases se aceleran y vamos desescalando y yo me pregunto si hemos aprendido algo de todo este tiempo, porque si no lo hemos hecho, siento que habremos perdido una oportunidad de oro, ojalá que la única que la vida te vaya a presentar tan claramente para que pares y reflexiones.

Creo que hemos tenido la oportunidad de ponernos en los zapatos de otros, como los actores que pueden interpretar varios papeles. Quizás has entendido el esfuerzo de los profesores con tus hijos, la paciencia de los abuelos o de los canguros, las ansias de los mayores cuando esperan a ver a la familia en la residencia, has podido probar en tus carnes las ventajas e inconvenientes de teletrabajar si normalmente lo haces en una oficina, o lo que supone estar tanto tiempo en casa, organizar las comidas y la limpieza, has sentido la incertidumbre de un erte o el paro, quizás te haya dolido la espalda y has comprendido a quien siempre se aqueja de esa dolencia o has comprobado quién atiende más en casa a los niños...

Un sinfín de ejemplos que nos pueden ayudar a entender la empatía, la solidaridad y la humildad de la que hablaba aquí, el sacrificio de hacerlo por los demás, la sensación de que otros dependan de ti y tú de ellos, entender que juntos salimos de esto, pero no si no estamos unidos. Creo que el camino no es buscar culpables ni crear bandos, ya dije al principio de esto que era "excepcional" y como tal tendríamos que tratarlo. Entiendo que todos lo estamos haciendo lo mejor que sabemos. O así debería ser y no ver en las noticias que al final los malos se vuelven peores. No, deberíamos salir de esta siendo mejores. Ojalá hayamos aprendido a serlo. Porque sino, ya sabes que la vida es tan buena maestra que si no aprendes la lección te la repite.