lunes, 27 de febrero de 2017

Ciudad amiga

Quizás porque me enamora mi ciudad, o porque el turismo conlleva una mezcla de viajar y cultura, que son dos de mis aficiones, o porque los eventos importantes son los que sitúan a Valladolid en el mapa, me encanta leer noticias como que la recuperación de Pingüinos hace crecer el turismo un 17% hasta alcanzar en enero los 25.000 turistas.

Porque, aunque no soy devota del mundo del motor, me gusta pensar que los moteros tienen puesto en rojo esa fecha en su calendario a pesar de que enero sea un mes que cuesta y me agrada que los vallisoletanos se echen a la calle a ver pasar las motos como en Semana Santa las procesiones, que los hoteles y los bares estén llenos esos días y toda esa gente pueda añadir Valladolid a su lista de destinos imprescindibles.

Pero sobre todo me complace pensar que somos una provincia activa, que piensa, planea y organiza actividades para que los vallisoletanos disfruten de su entorno y para que los turistas vengan a conocernos. Me fascinan noticias como que Valladolid se convierta en noviembre en capital internacional de protocolo con cientos de congresistas que entenderán el lema del congreso Vivir Valladolid, o que reciba en mayo el Concurso Mundial de Bruselas dedicado al vino y que nuestros caldos sean conocidos internacionalmente. O que la próxima semana el Teatro Calderón reúna a los mejores deportistas en la Gala Nacional del Deporte o incluso que miremos más lejos en el calendario y ya se sepa que el polideportivo Pisuerga vestirá sus mejores galas para el Campeonato de Europa de Gimnasia Rítmica en junio de 2018. Porque todo ayuda a que Valladolid se coloque en el punto de mira.

Hasta me parece buena idea que entre los cientos de niños disfrazados y actividades programadas del Carnaval, Zorrilla sea protagonista estos días que celebramos su bicentenario porque sino, pasaría desapercibido y no sabríamos que hace 200 años nació aquí este gran poeta y dramaturgo que ha dado nombre a una plaza, un estadio y un paseo. Me parece una oportunidad extraordinaria que Ryanair abra un nuevo destino a Sevilla, como me lo pareció en su día que con el AVE puedan venir a visitarnos en una hora desde Madrid.

Igual que me gusta hacer turismo a mí, bucear qué se puede ver en la ciudad, ir a la Oficina de Turismo y coger mis mapas, me agrada ver a alguien por la calle aquí con su plano mirando nuestros monumentos. Me enfandan situaciones como encontrarte con la oficina cerrada o que los vallisoletanos, con ese carácter seco que tenemos, no atendamos bien a nuestros turistas. Porque pienso que para disfrutar de un viaje y llevarse un buen recuerdo tiene que darse un conjunto de variables que no siempre es fácil de conseguir. Creo que te tiene que cautivar la ciudad, haberlo pasado bien, haber comido bien, alojarse en un buen sitio, que la gente haya sido amable, que haya hecho buen tiempo para poder recorrer a gusto las calles, que haya variedad de cosas para visitar pero también para hacer, porque no a todos nos gustan los museos, por ejemplo.

Y creo que Valladolid reúne bastantes de estos requisitos y que desde hace ya algún tiempo se le da cada vez más importancia a este tema. Aunque el crecimiento de viajeros es una noticia que me satisface, lo que más me interesa es la calificación que otorgan de notable, destacando la excelente conservación de sus monumentos, su amplia y variada oferta cultural, así como el cuidado del entorno de la ciudad, y sobre todo, la valoración dada a la atención y amabilidad de los vallisoletanos. Porque esto cumple cien por cien el logo y lema de "Valladolid, ciudad amiga". 



jueves, 16 de febrero de 2017

Amar la radio

Esta semana hemos celebrado el día de la radio y el día de San Valentín y aunque parezca que no tengan relación, hay una conexión. La radio enamora, las voces de la radio te engatusan el oído, te hacen caer en las redes de un programa y acabas siendo fiel. La radio se convierte en una compañera leal, la puedes escuchar casi en cualquier sitio, en el trabajo, en casa, en el coche, en el hospital, cuando sales a correr, para despertarse, para acostarse, en tus ratos de ocio, de soledad, de diversión...

¿Quién no escuchaba en su juventud la lista del 40 al 1? ¿quién no esperaba a grabar su canción favorita rezando para que no hablara el locutor? ¿quién no ha ido de viaje escuchando un partido de fútbol? ¿quién no sabe quiénes son Gabilondo, Luis del Olmo o José María García? Mis primeros recuerdos de la radio en casa era desayunar para ir al cole con la música de "Protagonistas" y oír las noticias a mediodía mientras mi madre acababa de hacer la comida. Después llegaron muchos momentos más hasta llegar a estudiar periodismo, admirar a muchos profesionales, conocer en persona algunas de esas voces y tener una radio en cada habitación de casa, aunque reconozco que soy más de oírla en el coche.

Estoy hablando de hace 20 años cuando íbamos con un pesado magnetófono a grabar y rebobinábamos las cintas con un bolígrafo. Entonces casi nadie tenía móvil, ni spotify, ni USB en el coche, ni existían los podcasts para volver a oír tus programas favoritos, ni podías seguir a los presentadores en Twitter. Ahora es más fácil "poner cara" a esos periodistas que te enamoran con su voz y con su buen hacer, puedes escucharles, leerles, incluso verles.

En mi caso hay, si cabe, una vuelta de tuerca más. La radio fue el primer medio de comunicación donde hice prácticas en un tiempo donde había tanta oferta y demanda que hacíamos un test para acceder a ellas. La casualidad quiso que la chica anterior a mí en la lista de notas del examen cambiase a última hora su elección de empresa y a mí me tocó Radio Nacional de España en Valladolid. El azar quiso que un día preguntaran quién quería acompañar al redactor de deportes a una rueda de prensa y mis compañeros no levantaran la mano. El periodista con el que yo fui aquella primera vez es hoy mi marido. ¿Tú crees en el poder de las ondas?




martes, 7 de febrero de 2017

Internet seguro

No sabía que hoy era el día de la seguridad en internet y me pareció un buen tema. No quiero debatir de nuevo sobre el asunto de las imágenes personales (sobre todo de menores) en nuestras redes sociales, sino de los consejos que suele dar la policía y las charlas que imparte en los colegios, porque me parecen iniciativas muy interesantes.

Nos centramos muchas veces en el tema de las fotos en Facebook sin darnos cuenta de que Whatsapp también es una red social. Quizás tenemos cien amigos en la primera...pero ¿cuánta gente tiene el número móvil? ¡Si lo tiene hasta el señor del gas! Lo damos como forma de contacto en cualquier institución, en el curriculum, en el trabajo... No nos damos cuenta que la seguridad en internet implica también un antivirus, las contraseñas, conectarse a wifi públicas seguras, hacer compras seguras, tapar la webcam...y otras muchas recomendaciones que implican utilizar el sentido común.

Es difícil en la sociedad actual seguir algunos de los consejos, como que los niños no tengan móvil antes de los 12 años y no usen Whatsapp hasta los 16, como dice en sus términos y condiciones de uso -las redes sociales exigen tener 14 años para abrirse un perfil-. Hoy decían que el 30% de los menores de 10 años está en Internet y el 79% de los que tienen 13 años. El regalo estrella de los niños en la Primera Comunión es un teléfono y lo quieren para conectarse con sus amigos por las redes sociales, mandarse fotos y chatear. Hay que pensar que no dejaríamos solo a un niño de 14 años sin carnet de conducir en un coche, pero sí los dejamos con terminales de última generación sin tener ni idea de manejarlos.

Hablamos de que son "nativos digitales" y no es verdad, saben utilizar los aparatos pero no saben las consecuencias. Desde bien pequeños acercan sus deditos a la pantalla táctil porque no han conocido otra cosa, pero no conocen lo que hay detrás. Se hacen fotos en momentos íntimos, semidesnudosn en el baño o en la playa sin pensar en pederastas ni ciberbullying. Porque en esas charlas de la policía insisten en que los insultos, amenazas y vejaciones no son un conflicto escolar, son un delito. Tenemos ejemplos claros y recientes en los tuits que investigaron sobre la muerte de Víctor Barrio y Bimba Bosé.

Creo que que el problema es el uso que hacen del movil, cuánto se conectan (ya se habla de adicción en menores), cómo y dónde. Los mayores deben poner unas normas y controlar ese uso, las fotos, los mensajes y saber qué personas tienen agregadas, porque los adolescentes no sólo aceptan solicitudes de amistad de sus conocidos. Decía la policía que cuántos teníamos Facebook y veíamos el perfil de nuestros hijos, y les contestaba que eso ya no vale, que ahora los chicos están en Instagram, Snapchat y Ask.fm (en el que responden a preguntas que se reciben anónimamente) y siguen a los youtubers jóvenes como si fueran gurús.

Cada más vez son más pequeños, cada vez hay más redes sociales. Esto va rapídisimo, tan rápido que deja obsoleto el debate de subir una foto, estamos en otros temas para mí más preocupantes como acoso, insultos, sexting, adicción, depresión.. que han sembrado una alarma social que destierra la oportunidad y las ventajas que también tiene el uso de internet y las redes sociales. 



jueves, 2 de febrero de 2017

El placer de leer

No voy a descubrir a estas alturas el placer de la lectura para quienes tengan esta afición, sino que voy a contar cómo yo lo he redescubierto. Y me encanta haber retomado este pasatiempo.

Siempre me ha gustado leer, siempre me ha producido una sensación especial entrar a una librería, rodeada de tantos libros, ese olor, esa sensación de "los quiero leer todos"...Lo mismo me ocurre en una biblioteca. Pero quizás la obligación de tener que leer otras cosas -siempre hay algo más urgente, repasar textos de trabajo-, o quizás las pantallas, que te absorven y hacen que los minutos vuelen, o que simplemente no acertaba con el libro correcto, había hecho que leyese mucho menos.

No me seducían los títulos que tenía en casa, me apetecían esos 'best seller' de los que todo el mundo habla pero nadie me podía dejar porque ahora todo el mundo tiene un ebook. No digo que al final no caiga, pero a mí me sigue gustando mucho esa sensación del papel, de dar la vuelta a la página, de ver cuánto te queda, cómo vas avanzando, de poner un marcapáginas...¡Y también es muy entretenido intercambiar libros! Porque seamos sinceros, puedes comprar alguno, pero son caros.

El día del libro, que en Castilla y León coincide con la fiesta de la comunidad, me gusta dar un paseo por los puestos, rebuscar, y casi siempre cae un ejemplar. Este año, además, un cuento para mi sobrino para que vaya descubriendo esta distracción. También miro con envidia los telediarios y veo cómo los escritores famosos van a firmar a Las Ramblas en ese día tan especial en Cataluña. Tras leer aquel libro que compré y pensar para mis adentros que por qué no leía más con lo que me gustaba, llegó el verano. La conjunción vacaciones-playa-piscina-novelas correctas hicieron el resto. Una amiga me prestó uno de esos 'best seller' que yo iba buscando, después me recomendaron otro que me regalaron por mi cumpleaños y seguidamente cayó en mis manos uno de esos tochos grandes que yo solía quemar y fue como un reto. Volví a caer rendida, atrapada entre las páginas, aunque fuese una novela conocida hace años que ya se había leído mucha gente en su día. ¡Y lo divertido que es comentar! Al cerrar la última página, volvió esa sensación que tienes cuando acabas una obra. Esa admiración por la historia, que los personajes se han quedado en tu cabeza, esa pizca de orgullo por haber terminado un libro tan gordo, esas ganas de empezar de nuevo otro...

Así que mi convencimiento me llevó a esos "propósitos de año nuevo" que yo hice en septiembre. Me apunté a la biblioteca de donde vivo. Y así, con mi carné nuevo, más contenta que una niña, he recuperado este hobby, esa "presión" de entregar el libro prestado en la fecha señalada, esa satisfacción de devolverlo antes, ese rebuscar entre los títulos aquel que te llamé la atención, ver las novedades, esas tardes de sofá y lectura...Y en medio de todo este proceso llevé a mi sobrino de 4 años un día a la biblioteca y pasamos la tarde leyendo. Indescriptible la cara de emoción al ver tantos libros juntos y esa pregunta que yo también me hacía antes: "¿los podemos leer todos?".