martes, 27 de octubre de 2015

Amargaos

Hay una sección en el programa de radio "Lo mejor que te puede pasar" que se llama "El amargao de Twitter" que me gusta mucho porque la gente no deja nunca de sorprenderte. Leen unos cuantos tuits ácidos que han recibido ellos u otra gente famosa, normalmente críticas, algunas veces cercanas al insulto, otras sin ton ni son. En el programa se ríen porque la mayoría de las respuestas no tienen nada que ver con el tuit que han escrito, es sólo hablar por hablar, más bien, criticar por criticar. La verdad es que lo tienes que tomar así, riéndote, porque son eso: amargaos.

Cuando trabajas en comunicación, y más ahora con el boom de las redes sociales, esto es muy habitual. Es la misma crítica que harían en la vida real, pero elevada gracias a estar detrás de una pantalla de móvil y tener acceso a esa gente que antes sólo veías en la tele sin posibilidad de "hablar" con ella. En un curso me explicaron que los 'community manager' suelen contestar en las redes sociales como lo harían en la realidad, y es cierto, si eres amable o borde, se reflejará en tu respuesta. Lo mismo pasa con los amargaos.

Algunos no merecen respuesta, como no lo harías cara a cara. Incluso de algunos, si puedes, te alejarías en la vida real. Es más, aléjate de esos amargaos que te van minando poco a poco tus ganas de vivir, de disfrutar. Esa gente que está observándote para decirte lo que haces mal, esa crítica mordiente, esa gente "descalificadora". Los agresivos verbales que te hacen daño con sus palabras, los envidiosos, los chismosos, los falsos, pero sobre todo los "quejosos". Esos que no disfrutan con nada, que no saborean los pequeños momentos de la vida, que siempre están dando vueltas al mismo tema, que te anulan, te quitan tus sueños sólo porque ellos no luchan por el suyo.

Esa gente es tóxica, perjudica seriamente la salud. Lo malo es que algunos están bien disfrazados y sólo te das cuenta cuando te alejas de ellos.


domingo, 18 de octubre de 2015

Pasión

Anochece en meta. El marcador señala más de 12 horas y siguen cruzando la línea numerosos triatletas exhaustos después de 3'8 km nadando, 180 km en bici y un maratón de 42 km corriendo. Unos héroes. La pasión les mueve las piernas... y su corazón, porque sino, es inexplicable.

Y una les admira y se emociona al verles entrar en meta y cumplir su objetivo, el que sea, cada uno el suyo, bajar un segundo su récord o "simplemente" acabar. Fuerza de voluntad, dicen que se llama.

Y todavía les quedan fuerzas para abrazar a su hijo, su marido o su perro. Y esa familia, mira la medalla y da por válidas las horas de entrenamientos, las tardes sin verse, los kilómetros lloviendo...Hace mucho que se levantaron, a las 6 de la mañana estaban dejando su bici y poniéndose el neopreno. Desde entonces hasta ahora, muchas horas de sacrificio y dolor, de alegría, de ánimos, en cada vuelta aplaudiendo a su héroe, allí estaban, manteniendo su ilusión, confiando.

Hace mucho que llegó el primero, pero seguiremos esperando al último, porque le mueve la misma pasión, y entrará con la misma felicidad. Por eso se merece igual recibimiento, aplaudiremos igual esa lucha y esa entrega, esa meta conseguida.

Hagas lo que hagas, hazlo con pasión. Pero en cualquier meta, en todas las metas de la vida. Llega a tu objetivo. Disfruta el camino. Y cuando cruces la línea, compártelo. Tu familia, tus amigos, quienes están ahí al final del camino, se lo merecen también. Recuerda que estuvieron animándote cuando creías que no podías más, confiaron en ti, todos son parte de ese éxito.

Celébralo, abrázales, emociónate, cree en ti y disfrútalo. Te lo mereces, campeón/a.



domingo, 11 de octubre de 2015

Pilar

Día del Pilar. Desde siempre la única Pilar que existía en mi vida era mi tía y madrina, a la que adoro. Pero hace ya unos años apareció en el trabajo una nueva compañera con este nombre, que poco a poco, nos fuimos convirtiendo en amigas. Aquellos cafés en los descansos nos unieron más de lo que pensábamos, hasta que ese rato era el mejor de la jornada laboral. Confidencias, cotilleos, risas pero también muchas decepciones que compartimos juntas, día tras día.

Así fue mañana tras mañana hasta un fatídico día hace dos años en el que pasó lo peor: se murió su pareja y con él todo su mundo. Aquellos días me marcaron profundamente, ese dolor tan intenso, esa manera de llorar, no poder consolarla con nada, sólo estar ahí y llorar juntas. Poco más podía hacer, nada más que compartir su pena.

Pero a mí me enseñó muchas cosas, un golpe tan duro para aprender demasiadas lecciones. Aprendí lo que es capaz de soportar el ser humano y aún así levantarse, aprendí mucho del amor y de la ausencia, de que nos quejamos por verdaderas tonterías, que hay muchos problemas por ahí, de lo que siempre decimos pero nunca cumplimos: aprovechar el momento. Es una frase muy manida que de repente cobra todo su sentido. En un segundo tu vida cambia y tienes que recomponer todos esos pedazos. Pero aprendí también mucho del compañerismo, observando ves y escuchas cosas que te recuerdan lo mezquinas que pueden llegar a ser las personas, y eso asusta. Da pena pero también miedo.

Durante muchos días fue mi primer pensamiento al levantarme y el último al acostarme, apreciando la suerte que yo tenía y valorándola mucho más. Una pregunta taladraba mis oídos: ¿por qué? Y aunque sigo sin respuesta -sigo pensando lo injusta que es a veces la vida con las mismas personas- un día me cambiaron la pregunta por ¿para qué? Y para ésa sí creo tener la respuesta. Para aprender todas esas lecciones, para valorar la vida, para ofrecerle toda mi amistad, para unirnos más, para que yo fuera un poco su pequeño 'pilar'. ¡Felicidades a todas las Pilares!



lunes, 5 de octubre de 2015

Entretiempo

29 de septiembre, San Miguel, San Gabriel y San Rafael. 18:30. Brilla el sol y todavía hace ese calorcito que hace honor al "veranillo de San Miguel". Una sala de espera cualquiera. Llega una madre y su hija, vestida con el uniforme del colegio, leotardos, jersey y de la mano, un chaleco de esos de plumas. Pienso que exagera. Su madre se sienta, se quita un fular grande que lleva anudado al cuello, se desabrocha la americana negra. En los pies, botines negros con medias. Me miro a mí misma, todavía con sandalias y un pantalón finito con colores veraniegos. Me sorprendo, pero no sé quién tiene razón.

Creo que si hay una época difícil para vestir es ésta. Odio el entretiempo. En otoño, todavía hay quien se resiste -nos resistimos- a guardar la ropa de verano y hay quien saca las botas y el abrigo a la primera de cambio. Estos días me fijo mucho en los pies. Hoy amaneció nublado y con llovizna, y en la cola de la panadería se podía haber montado una zapatería: había botas, botas de agua, zapatos y playeros. Hay mucha zapatilla deportiva estos días como remedio socorrido.

A mí me parece un caos. Sales a pasear al perro por la mañana con chaqueta porque hace un fresco que pa'qué pero llegas a mediodía y vas en manga corta por el sol y con el jersey anudado a la cintura. Si hay una cosa buena de este tiempo son los fulares, pasminas o pañuelos, paso previo a las bufandas, que es otra cosa que me encanta.

Me duele la garganta, aprovecho para ponerme uno de los fulares más gustosos. Pienso en la madre y en la hija de la consulta, que quizás con sus medias hoy no tengan dolor de garganta. Pienso que a lo mejor la equivocada era yo aunque ese día me dieron calor. Pienso en que tengo que hacer el cambio de armario ya. Pienso cuánto durará el entretiempo porque ya que hemos despedido el verano, que llegue pronto el frío y disfrutemos de las botas, la manta, el pijama, la leche calentita y las bufandas -estos son algunos de mis placeres de invierno-. De hecho, ya me equipé con unos gorros nuevos y un cuello...perfectos para mi resfriado.