"La mente no guarda datos, guarda recuerdos".
Esta frase la dijeron el otro día en un curso que estoy realizando y pensé que no podía ser más cierta. ¡Cuántas veces he dicho yo que soy mala con los números! No me acuerdo de muchos datos de dinero, por ejemplo, de lo que me costó tal cosa, pero sí recuerdo dónde lo compré o con motivo de qué ocasión. Bromeo con que no sé a cuántos años tengo la hipoteca, pero sí lo que pasó cuando la firmé, el momento, el lugar y el calor que hacía en esa sala a pesar de ser diciembre.
Ese es el poder de los recuerdos, ¿no? Es curioso cómo puedes ver en tu mente tal día concreto, incluso la ropa que llevabas, lo que te dijeron, frases exactas, lo que leías, lo que olías, con quién estabas, y sin embargo, olvidar una cifra que puede variar tanto su valor.
Una canción te transporta a un lugar, a una persona, a un momento. Incluso un olor, hay aromas que también son recuerdos. Y como llegan a tu mente en el momento más preciso. Es la memoria episódica la que hace que nos acordemos de las emociones que sentíamos con esos recuerdos. Eso pasa un poco con las fotos, que eres capaz de acordarte de lo que sentías. Pero para tener esas evocaciones hay que sentir los momentos, vivirlos, disfrutar cada instante. Dicen que los recuerdos que llegan con emoción son perdurables.