martes, 24 de julio de 2018

Siesta

La quietud de la hora de la siesta. El sol cayendo a plomo en verano.
Dicen que no hay nada más español que este momento de reposo. Una pausa.
Calma. Silencio. Se escucha hasta el silencio. Incluso si te paras, se acallan tus voces interiores. Oyes las chicharras, los pájaros, el viento caliente.
No hay nadie por la calle. Estarán durmiendo la siesta. Tirados en el sofá, en pantalón corto, con el ventilador puesto, reposando la comida. Un poco de sosiego en el trasiego del día.
O en la piscina, ese oasis fresquito en verano. Tumbados en el césped, bajo la sombra de un árbol, según terminas tu bocadillo y esperas a darte un chapuzón.
O en la tumbona, con un buen libro, luchando contra la modorra que te cierra los ojillos.
Mirando el mar, bajo una sombrilla, escuchando romper las olas, cuando menos gente hay en la playa.
La tranquilidad de las 16 horas.
Descanso. O no...
También habrá gente trabajando, vistiéndose para coger el autobús, los que estarán sirviendo comidas a destajo, sudando, los que no pueden ir a la playa, los que sueñan con el aire acondicionado...
No hay un alma por la calle. El calor abrasa las aceras.
La gente está metida en sus casas, las persianas a medio bajar. Cada uno con su familia en su hogar, sus problemas... Cuántas cosas diferentes de puertas para adentro.
Sientes el sol en la cara. Cierras los ojos y respiras. Dejas la mente en blanco. Relajas...
Entonces, un pensamiento cruza tu mente como una estrella fugaz ...¿cuál es?

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