Además, localizada en un pueblo. Esto ya es de matrícula de honor. Salir al paseo con el perro y estar en el campo en menos de un minuto y no encontrarse con nadie. Y cuando ya se podía salir, saludar a tus vecinos con nombre y apellidos, no como aquellos que se han descubierto estos meses por las ventanas.
La única vez que fui a la ciudad me sorprendió muchísimo, se me encogió el corazón y volví corriendo a mi casa como un refugio, convencida de que vivíamos en una realidad paralela que nada tenía que ver con un piso en el centro de la capital. Que no digo que esto esté mal, ojo, cada uno toma su opción, pero yo creo que nunca me he alegrado tanto de vivir aquí en los 15 años que llevo haciéndolo.
Ya en la nueva normalidad se han confirmado mis sospechas y me dice un amigo que ahora prolifera la búsqueda de casas con patio o terraza, mejor si puede ser en el mundo rural. Tampoco es que haya que salir huyendo, ni que esto sea la panacea. Es una decisión que se debe tomar con calma, meditada y no pensando que vivir en un pueblo significa vivienda barata y trabajo asegurado.
Pero está bien demostrar que se puede trabajar en casa, sin el estrés de los atascos y con unas vistas preciosas, poder ver a los niños jugando en la calle, charlar con los vecinos y comprar en la frutería de toda la vida. Como repetía sin cesar un profesor mallorquín que conocí: "calidad-de-vida".
Y tenía razón, pero eso implica también acordarse de tantos lugares olvidados para que puedan mejorar en infraestructuras y telecomunicaciones. Una buena conexión a internet para poder hacer gestiones bancarias, compras on line y teletrabajar y estudiar y no estar hablando de la brecha digital. Se abrirían un sinfin de posibilidades en esos pueblos que sólo buscamos en el mapa para pasar unos días de tranquilidad, pero que ahora deberían adquirir un protagonismo que se merecen.
Pero está bien demostrar que se puede trabajar en casa, sin el estrés de los atascos y con unas vistas preciosas, poder ver a los niños jugando en la calle, charlar con los vecinos y comprar en la frutería de toda la vida. Como repetía sin cesar un profesor mallorquín que conocí: "calidad-de-vida".
Y tenía razón, pero eso implica también acordarse de tantos lugares olvidados para que puedan mejorar en infraestructuras y telecomunicaciones. Una buena conexión a internet para poder hacer gestiones bancarias, compras on line y teletrabajar y estudiar y no estar hablando de la brecha digital. Se abrirían un sinfin de posibilidades en esos pueblos que sólo buscamos en el mapa para pasar unos días de tranquilidad, pero que ahora deberían adquirir un protagonismo que se merecen.
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