Igual que critiqué al comercio en este post, hoy voy a romper una lanza a favor de las tiendas de proximidad. Son días de mucho trajín, hay mil opciones para comprar, y entiendo que estarán ávidos por que abras la puerta de su local y hagas el gasto en él. Apuesta por el comercio local y los pequeños establecimientos de siempre. Y respeta unos códigos de urbanidad, como por ejemplo no llegar casi a la hora del cierre, sobre todo si eres indecisa.
He tenido la suerte de que la amabilidad ha sido la protagonista de los dueños en las compras que he realizado. Y lo agradezco de verdad, porque no siempre es así. Ya se sabe que el castellano recio no es muy simpático algunas veces. O igual me estoy haciendo mayor y me parezco ya a mi abuela que siempre se quedaba a charlar con los tenderos.
El caso es que entiendo que en estas fechas hay profesiones que conllevan más faena e igual que los clientes debemos comprender que no pueden tener un buen día todas las jornadas -¡ay, la difícil tarea del trabajo de cara al público!- también pido esa afabilidad.
No como me ha pasado estos días con los mensajeros de las empresas de paquetería. Varias discusiones he tenido sobre la hora de estar en casa para recibir los bultos. Bastantes bordes y exigentes con el horario en el que yo no me encontraba en mi hogar, pero basta que te quedes todo la mañana esperándoles para que ese día no vayan. O que les digas que has salido un momento a comprar el pan y vuelves en cinco minutos -la ley de Murphy dice que ése será el momento en el que estará llamando al timbre- para que contesten que tienen más sitios donde ir. ¡5 minutos! Eso ya sin nombrar cuando te dicen que estuvieron en tu casa pero no es cierto o que es usted difícil de encontrar...
Recuerden por favor todos -trabajadores y clientes- cortesía, educación, cordialidad y ya, si me apuras, una vuelta de tuerca más, una sonrisa.
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