Este puente pasado no hubo disfraces para mí, sino cine y música, dos de mis aficiones en mi tiempo libre. El último sábado de octubre asistí a la clausura de la Seminci -Semana Internacional de Cine de Valladolid- tras haber visto un par de películas esos días y no haber podido ir a ver la alfombra roja, que son mis dos "tradiciones" personales en esta semana.
Me gustó mucho la película que proyectaron tras la entrega de premios -Le Fils de Jean (Los hijos de Jean)- y, aunque nuestro festival no es de traer a grandes estrellas mediáticas, me hizo mucha ilusión ver a Melina Matthews, Jon Plazaola, Gonzalo Miró, Fernando Guillén Cuervo, Raúl Arévalo, Nya de la Rubia, Daniel Sánchez Arévalo o Ginés García Millán, con el que hablamos en el cocktail de después y me pareció muy amable.
La Seminci me gusta también porque es muy de
Valladolid, muy nuestra, se celebra en el Teatro Calderón que me encanta, y se proyectan películas de autor, en cines pequeños, no de grandes centros comerciales.
Como ya dije, octubre terminó con un viaje a Barcelona y un concierto muy esperado, el Reencuentro de Operación Triunfo. Sí, lo admito, era y soy muy triunfita y cuando me regalaron las entradas estallé de alegría. Y he pasado de darme vergüenza confesarlo a tener en mi móvil muchos mensajes diciéndome que lo habían visto por la televisión y que les daba mucha envidia.
Porque sí, porque no se trataba de un concierto para observar la calidad vocal -aunque pude comprobar por qué me gustaron los mismos que hace 15 años y por qué han triunfado los que para mí fueron los mejores- sino de un acontecimiento social, como lo fue en su momento el programa. Se trataba de estar todo el concierto con la sonrisa en la cara, esa que te dibujan los recuerdos, y asistir a una catarsis colectiva de nostalgia con otras 17.000 personas de tu edad en el Palau Sant Jordi. Pensar qué hacías hace 15 años cuando veías OT, dónde estabas, con quién, qué estudiabas, y comprobar cómo has crecido con ellos.
Recordar cómo compré sus discos cada semana, cómo trasnochaba los lunes y veía y leía todo lo que se publicaba de ellos, cómo fui a varios conciertos cuando salieron de la Academia, incluido un viaje a Madrid para el primero de su gira. Cómo cubrí la primera rueda de prensa de Bisbal y Chenoa porque en el periódico donde trabajaba la que más sabía de OT era yo, cómo he seguido su trayectoria y he seguido yendo a conciertos, y los has visto mejorar, crecer, casarse...como si fueras parte de ellos.
Así que lo de menos era la luz, el sonido o las voces, lo de más era cantar y bailar todas y cada una de las canciones, recordar, enloquecer con "Escondidos" y terminar gritando "Mi música es tu voz" como si fuera un himno. Y emocionarte mucho y poder decir "yo estuve aquí" (asistiendo en directo al momento "no cobra").