No quería que acabara el año sin pasar por aquí y casi me pilla el toro, pero quería seguir la costumbre de sembrar un poco del encanto de estas fechas en mi blog. Quienes me conocen y han leído los post de esta época los años anteriores saben de sobra que soy muy pro Navidad, que estos días me traen muchos recuerdos de cuando era niña y que creo debemos recuperar esa ilusión de pequeños para que nos vuelvan a brillar los ojos con la magia de la Navidad.
Si el año pasado estuve en un cuento este me he adentrado en las postales blancas invernales que ya no mandamos por correo. Esta vez he ido a buscar un poco de esa magia para traerla por aquí. He viajado al Polo Norte para comprobar que yo estaba en lo cierto, que Papá Noel descansa en una cabaña en un bosque nevado con renos, con su mujer y los elfos, antes de emprender un viaje tan largo.
Así que sí, os lo confirmo: en un sofá al fondo de un salón acogedor, con olor a las galletas que estaba haciendo Mamá Noel en el horno, nos esperaba con su inconfundible barba blanca para demostrarnos a todos que es real. Que se llama Joulupukki tal y como dice en su firma y que tiene tropecientos años, pero que eso no le impide pasar la tarde con un grupo de niños que le entrega ilusionado sus cartas, ni enseñarles una canción en finlandés, ni explicarles dónde está su oficina postal y su secreta fábrica de juguetes, ni hacerse mil fotos con una sonrisa con los adultos que por una tarde volvíamos a tener cinco años.
He jugado con los elfos, he dado de comer a los renos, he ido en trineo con huskies por un lago helado, he pescado en hielo, he montado en motos de nieve, he andado con raquetas por un manto blanco y me he tirado por la nieve como los niños, porque, al fin y al cabo, de eso se trataba.
Ya escribiré un post más práctico con detalles sobre este viaje, porque ahora sólo quería traeros un poco de esa fantasía. Al volver, al contar nuestra experiencia y ver las fotos, me gustaría contagiar un poco de este sentimiento. Ha sido maravilloso escuchar a mi sobrino contarnos que ha recibido una postal de Papá Noel desde Laponia, darle el regalo que nos dio en mano, reirnos mientras intenta pronunciar su nombre original, enseñarle a mi sobrina las fotos y que balbucee "Pa-Po-el", oír a la niña de otra amiga llamarle "Santa", porque qué más da cómo lo digas, si lo importante es creer en él.
jueves, 27 de diciembre de 2018
miércoles, 14 de noviembre de 2018
Trabajos
Hay trabajos que te marcan de por vida. Para bien o para mal.
Hay trabajos de los que te cuesta un montón ir porque no estás a gusto. Un día tras otro se te hace una condena. Y otros, que vas tan a gusto que el tiempo vuela.
Hay trabajos en los que no soportas al jefe o a algún compañero. Pero hay otros de donde te llevas amigos de por vida.
Hay trabajos temporales, prorrogables, otros con fecha de caducidad. Y otros que puedes estar viviendo el último día sin saberlo.
Unos en los que entras de joven para formarte. Y otros en los que te jubilas allí. Y en raros casos se cumplen las dos cosas, llegas de prácticas y desarrollas toda tu carrera en la misma empresa.
Hay trabajos que engordan tu curriculum, otros que te lanzan al estrellato, trabajos con enchufe, trabajos donde te reinventas. Unos de los que aprendes mucho y otros que sólo te sirven para ganarte el pan.
Trabajos de los que sales con pareja y otros a los que no volverías ni loca.
Hay trabajos duros y otros amables, trabajos que te hacen ser mejor persona o rebelde con causa.
Trabajos que requieren desplazarte a otra ciudad, trabajos con atascos.
Trabajos nocturnos, trabajos a turnos, con buen horario, pocas horas o tantas que no ves el sol.
Trabajos en los que lloras o ríes.
Trabajos con cafés de compañeros o con reuniones eternas, con jefes dañinos o superiores que sacan lo mejor de ti.
Unos que ves nacer y otros que echan el cierre.
Trabajos físicos, deportivos, creativos, sedentarios, rutinarios, mecánicos.
Trabajos de equipo o solos. Trabajos que emprendes tú, trabajos desde casa y trabajo en casa.
Trabajos que te dan dolor de espalda. O de cabeza.Y otros que continúan en un bar después de salir de trabajar.
Trabajos donde te sientes protagonista o invisible.
Trabajos con anécdotas, bonitos recuerdos o pesadillas.
Hay trabajos que te dejan huella o una cicatriz.
Trabajos con pasado o con futuro.
Hay trabajos de los que te cuesta un montón ir porque no estás a gusto. Un día tras otro se te hace una condena. Y otros, que vas tan a gusto que el tiempo vuela.
Hay trabajos en los que no soportas al jefe o a algún compañero. Pero hay otros de donde te llevas amigos de por vida.
Hay trabajos temporales, prorrogables, otros con fecha de caducidad. Y otros que puedes estar viviendo el último día sin saberlo.
Unos en los que entras de joven para formarte. Y otros en los que te jubilas allí. Y en raros casos se cumplen las dos cosas, llegas de prácticas y desarrollas toda tu carrera en la misma empresa.
Hay trabajos que engordan tu curriculum, otros que te lanzan al estrellato, trabajos con enchufe, trabajos donde te reinventas. Unos de los que aprendes mucho y otros que sólo te sirven para ganarte el pan.
Trabajos de los que sales con pareja y otros a los que no volverías ni loca.
Hay trabajos duros y otros amables, trabajos que te hacen ser mejor persona o rebelde con causa.
Trabajos que requieren desplazarte a otra ciudad, trabajos con atascos.
Trabajos nocturnos, trabajos a turnos, con buen horario, pocas horas o tantas que no ves el sol.
Trabajos en los que lloras o ríes.
Trabajos con cafés de compañeros o con reuniones eternas, con jefes dañinos o superiores que sacan lo mejor de ti.
Unos que ves nacer y otros que echan el cierre.
Trabajos físicos, deportivos, creativos, sedentarios, rutinarios, mecánicos.
Trabajos de equipo o solos. Trabajos que emprendes tú, trabajos desde casa y trabajo en casa.
Trabajos que te dan dolor de espalda. O de cabeza.Y otros que continúan en un bar después de salir de trabajar.
Trabajos donde te sientes protagonista o invisible.
Trabajos con anécdotas, bonitos recuerdos o pesadillas.
Hay trabajos que te dejan huella o una cicatriz.
Trabajos con pasado o con futuro.
jueves, 8 de noviembre de 2018
De fútbol
Ya he hablado en otra ocasión del ostracismo de los equipos de Segunda División en la televisión nacional. Se tendría que incendiar el estadio para que saliera en las noticias. También de lo que supuso que el Real Valladolid ascendiera y puedas ver a tu ciudad en la clasificación de Primera. Sigo sin entender cómo hay veces que nos cuentan lo que hace algún exjugador nacional en la liga inglesa o alemana, con el resultado de esos equipos extranjeros, y no dicen cómo han quedado los equipos de Segunda en la jornada.
Pues bien, aunque sé que es como darte cabezadas contra una pared, éste es mi rincón y también sirve para desahogarme. El fin de semana pasado el Real Valladolid jugó en el Bernabéu un muy buen partido -obviando el resultado- que perdió por un gol de 'churro' que marcó Vinicius porque golpeó en la espalda de un jugador blanquivioleta. Hasta aquí los antecedentes de la historia. Al día siguiente, la prensa de Madrid erigió al futbolista blanco como héroe de la recuperación del Real Madrid. Podríamos hablar ahora de objetividad u honestidad de los periodistas pero no voy a hacerlo.
Cuál es mi sorpresa cuando pongo el telediario, escucho la noticia entera, en la que cuenta esto que yo he relatado del gol de Vinicius y un penalti de Sergio Ramos con una celebración exagerada, y no nombra el rival de ese partido. No sé si es que el Real Madrid jugaría solo en el Bernabéu, porque la verdad en el primer tiempo no se le vio mucho.
No se me ofendan los madridistas porque tengo para todos los grandes; los pequeños no salimos salvo en contadas ocasiones y a veces ni siquiera, porque ni haciendo un partidazo en el coliseo blanco nos nombran. El otro día oigo una noticia que el Barça llegaba a la ciudad donde jugaba, se les ve bajando del autobús y dice que Piqué se dio contra el retrovisor y tuvieron que plegarlo -¡toma notición!- Que por otro lado, yo pensé para mis adentros, le está bien empleado por ir mirando el móvil y con los cascos puestos y así no escuchar los gritos de los seguidores pidiéndoles una foto. Pero esto ya sería otro post de cómo se comportan algunos futbolistas famosos con los fans.
Pues bien, aunque sé que es como darte cabezadas contra una pared, éste es mi rincón y también sirve para desahogarme. El fin de semana pasado el Real Valladolid jugó en el Bernabéu un muy buen partido -obviando el resultado- que perdió por un gol de 'churro' que marcó Vinicius porque golpeó en la espalda de un jugador blanquivioleta. Hasta aquí los antecedentes de la historia. Al día siguiente, la prensa de Madrid erigió al futbolista blanco como héroe de la recuperación del Real Madrid. Podríamos hablar ahora de objetividad u honestidad de los periodistas pero no voy a hacerlo.
Cuál es mi sorpresa cuando pongo el telediario, escucho la noticia entera, en la que cuenta esto que yo he relatado del gol de Vinicius y un penalti de Sergio Ramos con una celebración exagerada, y no nombra el rival de ese partido. No sé si es que el Real Madrid jugaría solo en el Bernabéu, porque la verdad en el primer tiempo no se le vio mucho.
No se me ofendan los madridistas porque tengo para todos los grandes; los pequeños no salimos salvo en contadas ocasiones y a veces ni siquiera, porque ni haciendo un partidazo en el coliseo blanco nos nombran. El otro día oigo una noticia que el Barça llegaba a la ciudad donde jugaba, se les ve bajando del autobús y dice que Piqué se dio contra el retrovisor y tuvieron que plegarlo -¡toma notición!- Que por otro lado, yo pensé para mis adentros, le está bien empleado por ir mirando el móvil y con los cascos puestos y así no escuchar los gritos de los seguidores pidiéndoles una foto. Pero esto ya sería otro post de cómo se comportan algunos futbolistas famosos con los fans.
Foto Twitter @pabloparra_95
miércoles, 31 de octubre de 2018
Desconexión
Todo el mundo debería sacar tiempo para sí mismo, para su propia desconexión y calificarlo como "su momento". Un ratito, pueden ser diez minutos o una hora.
¿Cuál es el tuyo?
Puede ser la hora después de la cena cuando te tumbas en el sofá, o el momento ducha cuando te relajas debajo del agua, cuando acuestas a los niños, o un cafecito leyendo el periódico, un ratito con un libro, el desayuno mientras planificas el día, una clase de manualidades donde desconectas, el gimnasio cuando te concentras en la música y te olvidas de todo, salir a correr, ir en autobús, ver una peli 'moña' o ponerte una mascarilla y relajar la mente.
¿Y si esa hora dejaras el móvil? El otro día me comentaron que en una clase de baile, había gente mirando el teléfono ¿En serio? ¿no somos capaces de pasar una hora divertida sin contestar un mensaje? ¿Y si lo dejamos en casa?
¿Y si hacemos un apagón eléctrico? Como ese día concreto cuando se pide que hogares y empresas apaguen las luces durante una hora para concienciar sobre el cambio climático, para ahorrar energía y tomar conciencia de la necesidad de adoptar medidas. ¿Y si este fuera nuestro particular apagón voluntario?
Pensaréis que estoy tirando piedras contra mi propio tejado porque soy periodista, adoro la comunicación de las redes sociales y sí, paso mucho tiempo mirando el móvil, pero me encanta disfrutar de "mi momento". Apago el móvil, lo dejo en casa cargando, cojo mi esterilla y me voy a mi clase de pilates, por ejemplo. O cuando salgo de paseo al atardecer con mi perro o cuando despliego mis papeles de scrapbooking y me pongo a hacer algún trabajo y me acuerdo del teléfono cuando quiero hacer una foto del resultado.
Además me dijo un amigo que es bueno para el teléfono apagarlo un rato cada día, como los ordenadores. Es beneficioso para la tecnología y para nuestra mente. Así que déjalo (un rato) a un lado y vive tu momento. Disfruta.
¿Cuál es el tuyo?
Puede ser la hora después de la cena cuando te tumbas en el sofá, o el momento ducha cuando te relajas debajo del agua, cuando acuestas a los niños, o un cafecito leyendo el periódico, un ratito con un libro, el desayuno mientras planificas el día, una clase de manualidades donde desconectas, el gimnasio cuando te concentras en la música y te olvidas de todo, salir a correr, ir en autobús, ver una peli 'moña' o ponerte una mascarilla y relajar la mente.
¿Y si esa hora dejaras el móvil? El otro día me comentaron que en una clase de baile, había gente mirando el teléfono ¿En serio? ¿no somos capaces de pasar una hora divertida sin contestar un mensaje? ¿Y si lo dejamos en casa?
¿Y si hacemos un apagón eléctrico? Como ese día concreto cuando se pide que hogares y empresas apaguen las luces durante una hora para concienciar sobre el cambio climático, para ahorrar energía y tomar conciencia de la necesidad de adoptar medidas. ¿Y si este fuera nuestro particular apagón voluntario?
Pensaréis que estoy tirando piedras contra mi propio tejado porque soy periodista, adoro la comunicación de las redes sociales y sí, paso mucho tiempo mirando el móvil, pero me encanta disfrutar de "mi momento". Apago el móvil, lo dejo en casa cargando, cojo mi esterilla y me voy a mi clase de pilates, por ejemplo. O cuando salgo de paseo al atardecer con mi perro o cuando despliego mis papeles de scrapbooking y me pongo a hacer algún trabajo y me acuerdo del teléfono cuando quiero hacer una foto del resultado.
Además me dijo un amigo que es bueno para el teléfono apagarlo un rato cada día, como los ordenadores. Es beneficioso para la tecnología y para nuestra mente. Así que déjalo (un rato) a un lado y vive tu momento. Disfruta.
martes, 9 de octubre de 2018
Café
El café es desayunar, es despertar.
Es aroma.
Es parar de viaje a tomar un café.
Es una charla con una amiga.
Son dos tazas en la mesa.
Es compartir.
Es relax, es ocio.
Es negocio, es trabajo.
Es conversar.
Es reposar la comida.
Es una pausa.
Es redesayunar.
Es una sobremesa larga.
Es leche caliente en invierno o hielos en verano.
Es quedar a tomar un café aunque luego pidas otra cosa.
Es bajar al café con los compañeros del trabajo.
Es intimar, es desahogarte.
Es desconexión.
Es socializar.
Todo esto significa para mí una taza de café.
Nunca pensé que en la definición en wikipedia pusiera que "se acostumbra a tomarlo para entablar conversaciones" y que es "una de las bebidas sin alcohol más socializadores en muchos países". Es verdad.
Yo he sacado grandes amigos del trabajo bajando a tomar café, y también cuando las cosas se torcieron el grupo del café se difuminó. No invitarte a esa pausa laboral fue signo de que algo iba mal. La gente que trabaja desde casa dice que es lo que más echa de menos. Por algo será.
No soy persona hasta tomarme un café por la mañana, uno de mis placeres es quedar en una terraza con una amiga y, sin duda, el café sabe distinto en la playa mirando al mar.
Así que, aunque sea virtual, espero que te tomes un café mientras lees mi blog. Te invito.
Es aroma.
Es parar de viaje a tomar un café.
Es una charla con una amiga.
Son dos tazas en la mesa.
Es compartir.
Es relax, es ocio.
Es negocio, es trabajo.
Es conversar.
Es reposar la comida.
Es una pausa.
Es redesayunar.
Es una sobremesa larga.
Es leche caliente en invierno o hielos en verano.
Es quedar a tomar un café aunque luego pidas otra cosa.
Es bajar al café con los compañeros del trabajo.
Es intimar, es desahogarte.
Es desconexión.
Es socializar.
Todo esto significa para mí una taza de café.
Nunca pensé que en la definición en wikipedia pusiera que "se acostumbra a tomarlo para entablar conversaciones" y que es "una de las bebidas sin alcohol más socializadores en muchos países". Es verdad.
Yo he sacado grandes amigos del trabajo bajando a tomar café, y también cuando las cosas se torcieron el grupo del café se difuminó. No invitarte a esa pausa laboral fue signo de que algo iba mal. La gente que trabaja desde casa dice que es lo que más echa de menos. Por algo será.
No soy persona hasta tomarme un café por la mañana, uno de mis placeres es quedar en una terraza con una amiga y, sin duda, el café sabe distinto en la playa mirando al mar.
Así que, aunque sea virtual, espero que te tomes un café mientras lees mi blog. Te invito.
miércoles, 19 de septiembre de 2018
Humildad
Trabajé en un sitio donde comprendí la grandeza de la palabra humildad. Aprendí muchas más cosas que no vienen al caso y también otras que ahora se han puesto muy de moda, como la titulitis, la importancia extrema a tener tesis doctorales y ese tratamiento arcaico de la palabra doctor, a presumir de cargos en la firma del correo electrónico, a mirar por encima del hombro y creer que sabes de todo...
Eso me enseñó a valorar que todo lo que sube baja, y que hay tener cuidado a quien pisas para subir porque quizás te lo encuentras al bajar -esto lo leí por internet y viene al pelo-. Vamos, lo típico de "la vida da muchas vueltas", pero dicho de una manera más trepa.
Estos días me acordé de una frase que solíamos comentar en broma: "Si quieres conocer a fulanito, dale un carguito". No sé si la habéis oído, pero es la pura realidad. Hay personas que se transforman cuando tienen un puesto por pequeño que sea...O no, quizás no cambian, quizás sólo revelan su verdadera personalidad cuando ejercen un poco de poder. ¡Es tan fácil caer en la soberbia y la vanidad...!
Si bien es cierto que siempre he creído que las personas más grandes son siempre las más humildes, los que no creen que brillan por ellas mismas, sino que siempre quieren aprender más, crecer en grupo, no hacer pequeño al de al lado. Esto se ve en muchos ámbitos, en el deportivo -piénsalo- los más grandes son siempre los más sencillos y modestos; los que no se creen importantes a pesar de todos los títulos que llevan a las espaldas, los que no han olvidado de dónde vienen, el esfuerzo que les ha costado conseguirlo y, lo más importante, los que siguen tratando a todos con respeto. Los no necesitan apagar la luz de los demás para brillar.
Eso me enseñó a valorar que todo lo que sube baja, y que hay tener cuidado a quien pisas para subir porque quizás te lo encuentras al bajar -esto lo leí por internet y viene al pelo-. Vamos, lo típico de "la vida da muchas vueltas", pero dicho de una manera más trepa.
Estos días me acordé de una frase que solíamos comentar en broma: "Si quieres conocer a fulanito, dale un carguito". No sé si la habéis oído, pero es la pura realidad. Hay personas que se transforman cuando tienen un puesto por pequeño que sea...O no, quizás no cambian, quizás sólo revelan su verdadera personalidad cuando ejercen un poco de poder. ¡Es tan fácil caer en la soberbia y la vanidad...!
Si bien es cierto que siempre he creído que las personas más grandes son siempre las más humildes, los que no creen que brillan por ellas mismas, sino que siempre quieren aprender más, crecer en grupo, no hacer pequeño al de al lado. Esto se ve en muchos ámbitos, en el deportivo -piénsalo- los más grandes son siempre los más sencillos y modestos; los que no se creen importantes a pesar de todos los títulos que llevan a las espaldas, los que no han olvidado de dónde vienen, el esfuerzo que les ha costado conseguirlo y, lo más importante, los que siguen tratando a todos con respeto. Los no necesitan apagar la luz de los demás para brillar.
miércoles, 5 de septiembre de 2018
40 (2ª parte)
Dicen que la mejor red social es una buena mesa rodeada de tu gente de toda la vida.. Mira que yo soy de redes sociales, personal y profesionalmente, pero esta frase cobró vida en mi fiesta de 40 cumpleaños. Allí, alrededor de una mesa decorada por una amiga, con comida elaborada por otra, bajo unos globos y banderines, junto a un photocall hecho a mano y un póster gigante con fotos, estaba mi gente esperándome. Reunida por y para mí.
Hace ya más de una semana que dirigía mis pasos hacia mi propia fiesta de cumpleaños. Andaba sola hacia allí, entre nerviosa y emocionada, pero con la seguridad de que todo me iba a gustar mucho. No sabía cuánto.
Con el respaldo del trabajo que hay detrás de un comité de organización del que me fiaba ciegamente, no era una fiesta sorpresa, pero sí hubo hueco para muchas. Saber que cada globo que han hinchado, cada gominola de una mesa dulce preciosa, la tarta artesanal, el álbum de fotos de scrapbooking, la decoración, un photocall con círculos troquelados uno a uno, cada regalo, mi bebida favorita, una presentación de fotos antiguas y muchos vídeos de gente querida y admirada felicitándome...todo pensando en mí...abruma y emociona al mismo tiempo.
Reconozco que he tardado en escribir este post porque sufría una fuerte resaca emocional. Al día siguiente, limpiando el local de la celebración, se me agolpaban los recuerdos y las emociones. Y después, durante varios días, repasaba una y otra vez un sinfín de fotos y vídeos que ya tengo grabados en mi memoria.
Leí que los buenos momentos se comparten con buenas personas y eso es lo que había en mi fiesta, allí estaban reunidas muchas buenas personas, buenos amigos y familiares, y sentí a borbotones el cariño de todos.
Gracias quizás es la palabra que más me sale de la boca y que no me cansaría de repetir. Gracias por la fiesta, por crear juntos un día para el recuerdo, por demostrarme tanto afecto, por las risas, por los bailes, por las fotos, por las charlas, por mezclaros, por el buen ambiente, por los guiños blanquivioletas... Gracias por ser mis amigos. Por estar allí y por haber estado en tantas otras ocasiones antes. Gracias por los recuerdos. Y acabo como decía Lina Morgan ¡gracias por venir!
Hace ya más de una semana que dirigía mis pasos hacia mi propia fiesta de cumpleaños. Andaba sola hacia allí, entre nerviosa y emocionada, pero con la seguridad de que todo me iba a gustar mucho. No sabía cuánto.
Con el respaldo del trabajo que hay detrás de un comité de organización del que me fiaba ciegamente, no era una fiesta sorpresa, pero sí hubo hueco para muchas. Saber que cada globo que han hinchado, cada gominola de una mesa dulce preciosa, la tarta artesanal, el álbum de fotos de scrapbooking, la decoración, un photocall con círculos troquelados uno a uno, cada regalo, mi bebida favorita, una presentación de fotos antiguas y muchos vídeos de gente querida y admirada felicitándome...todo pensando en mí...abruma y emociona al mismo tiempo.
Reconozco que he tardado en escribir este post porque sufría una fuerte resaca emocional. Al día siguiente, limpiando el local de la celebración, se me agolpaban los recuerdos y las emociones. Y después, durante varios días, repasaba una y otra vez un sinfín de fotos y vídeos que ya tengo grabados en mi memoria.
Leí que los buenos momentos se comparten con buenas personas y eso es lo que había en mi fiesta, allí estaban reunidas muchas buenas personas, buenos amigos y familiares, y sentí a borbotones el cariño de todos.
Gracias quizás es la palabra que más me sale de la boca y que no me cansaría de repetir. Gracias por la fiesta, por crear juntos un día para el recuerdo, por demostrarme tanto afecto, por las risas, por los bailes, por las fotos, por las charlas, por mezclaros, por el buen ambiente, por los guiños blanquivioletas... Gracias por ser mis amigos. Por estar allí y por haber estado en tantas otras ocasiones antes. Gracias por los recuerdos. Y acabo como decía Lina Morgan ¡gracias por venir!
domingo, 19 de agosto de 2018
40
A lo largo de la vida hay muchos momentos en los que empezar a contar y usar de punto de partida, como un kilómetro cero. Mucha gente lo hace el 1 de enero, otra tanta en septiembre al comenzar el curso, otros en su cumpleaños cuando empieza realmente el año nuevo, hay personas que lo hacen después de un acontecimiento importante que utilizan como un antes y un después, una fecha, una crisis, una desgracia o una alegría.
No soy dada a hacer balances ni tampoco planear el año como suele hacer la gente en Nochevieja, aunque acaba de ser mi cumpleaños y este año estreno década. Si miro hacia delante, asusta...y si miro hacia atrás, también.
40 años. Si parece que fue ayer cuando iba al colegio, a la Universidad, cuando me casé... La vida es un regalo, uno maravilloso que se abrió por primera vez el 14 de agosto de 1978. Como en esas cajas que dentro tienen muchas sorpresas, muchos paquetes más pequeños llenos de buenos momentos y de buena gente. Otras veces el envoltorio no es tan bonito y hay que saber tirar a la basura el papel más feo y quedarse solo con el que brilla.
Ya lo dije en otro post, que sólo se puede dar las gracias por este tesoro, porque dentro de mi cofre había muchas joyas: mis padres y el resto de mi familia, estudios, trabajo, amigos, una persona con la que compartir el camino, viajes, muchos días para disfrutar y mágicos instantes que saborear. Como dice la canción “gracias a la vida que me ha dado tanto...”.
En la vida diaria ajetreada no tenemos tiempo de pensar todo eso, por eso está bien cuando escoges un día para hacerlo, ya sea Año Nuevo o tu cumpleaños mirando al mar y rodeada de tu gente. Ya sabéis lo que me gustan las sorpresas y las gominolas, así que espero seguir abriendo regalos envueltos en papel bonito y dulces que dejen buen sabor de boca.
No soy dada a hacer balances ni tampoco planear el año como suele hacer la gente en Nochevieja, aunque acaba de ser mi cumpleaños y este año estreno década. Si miro hacia delante, asusta...y si miro hacia atrás, también.
40 años. Si parece que fue ayer cuando iba al colegio, a la Universidad, cuando me casé... La vida es un regalo, uno maravilloso que se abrió por primera vez el 14 de agosto de 1978. Como en esas cajas que dentro tienen muchas sorpresas, muchos paquetes más pequeños llenos de buenos momentos y de buena gente. Otras veces el envoltorio no es tan bonito y hay que saber tirar a la basura el papel más feo y quedarse solo con el que brilla.
Ya lo dije en otro post, que sólo se puede dar las gracias por este tesoro, porque dentro de mi cofre había muchas joyas: mis padres y el resto de mi familia, estudios, trabajo, amigos, una persona con la que compartir el camino, viajes, muchos días para disfrutar y mágicos instantes que saborear. Como dice la canción “gracias a la vida que me ha dado tanto...”.
En la vida diaria ajetreada no tenemos tiempo de pensar todo eso, por eso está bien cuando escoges un día para hacerlo, ya sea Año Nuevo o tu cumpleaños mirando al mar y rodeada de tu gente. Ya sabéis lo que me gustan las sorpresas y las gominolas, así que espero seguir abriendo regalos envueltos en papel bonito y dulces que dejen buen sabor de boca.
domingo, 12 de agosto de 2018
Vacaciones
Maletas con anhelos, con recuerdos, de vuelta al hogar, a la infancia, al amor.
Besos de despedida, llegadas al descanso, abrazos de encuentros.
Estaciones con ambiente sincero, se respira el cariño, la tristeza, la alegría en estado puro.
Ir y venir de gente.
¿Has probado a observar a esa gente en una estación o en un aeropuerto? ¿Vienen o se van? ¿A dónde? Imaginar sus historias personales. ¿Están con su pareja? ¿Van a descansar o en busca de aventura? ¿Son más de calor o de fresco? ¿Del Norte o del sur? ¿Qué llevan en la maleta?
Mira...se reencuentran. ¿Ves la emoción en sus ojos, los abrazos efusivos, las caricias de sus besos?
Ssshhh se están despidiendo...¿por mucho tiempo? ¿Tardarán en volver a verse?
Qué relativo es el tiempo.
Tiempo de maletas, de viajes, de coches, de aviones.
Tiempo de besos, de despedidas, de reencuentros.
Tiempo de promesas, de ilusión.
Tiempo de vacaciones, de descanso, de relax.
Tiempo de pueblo, de playa, de fotos, de turismo.
Tiempo de familia, de amigos, de amores de verano.
Tiempo de piscina, de montaña, de paseos.
Tiempo de billetes, de reservas, de retrasos.
Tiempo de terrazas, de charlas relajadas, bebidas refrescantes.
Tiempo de amar, soñar, sonreír.
Tiempo de disfrutar.
Tiempo sin reloj.
El tiempo, que pasa rápido, que pasa lento.
Besos de despedida, llegadas al descanso, abrazos de encuentros.
Estaciones con ambiente sincero, se respira el cariño, la tristeza, la alegría en estado puro.
Ir y venir de gente.
¿Has probado a observar a esa gente en una estación o en un aeropuerto? ¿Vienen o se van? ¿A dónde? Imaginar sus historias personales. ¿Están con su pareja? ¿Van a descansar o en busca de aventura? ¿Son más de calor o de fresco? ¿Del Norte o del sur? ¿Qué llevan en la maleta?
Mira...se reencuentran. ¿Ves la emoción en sus ojos, los abrazos efusivos, las caricias de sus besos?
Ssshhh se están despidiendo...¿por mucho tiempo? ¿Tardarán en volver a verse?
Qué relativo es el tiempo.
Tiempo de maletas, de viajes, de coches, de aviones.
Tiempo de besos, de despedidas, de reencuentros.
Tiempo de promesas, de ilusión.
Tiempo de vacaciones, de descanso, de relax.
Tiempo de pueblo, de playa, de fotos, de turismo.
Tiempo de familia, de amigos, de amores de verano.
Tiempo de piscina, de montaña, de paseos.
Tiempo de billetes, de reservas, de retrasos.
Tiempo de terrazas, de charlas relajadas, bebidas refrescantes.
Tiempo de amar, soñar, sonreír.
Tiempo de disfrutar.
Tiempo sin reloj.
El tiempo, que pasa rápido, que pasa lento.
martes, 24 de julio de 2018
Siesta
La quietud de la hora de la siesta. El sol cayendo a plomo en verano.
Dicen que no hay nada más español que este momento de reposo. Una pausa.
Calma. Silencio. Se escucha hasta el silencio. Incluso si te paras, se acallan tus voces interiores. Oyes las chicharras, los pájaros, el viento caliente.
No hay nadie por la calle. Estarán durmiendo la siesta. Tirados en el sofá, en pantalón corto, con el ventilador puesto, reposando la comida. Un poco de sosiego en el trasiego del día.
O en la piscina, ese oasis fresquito en verano. Tumbados en el césped, bajo la sombra de un árbol, según terminas tu bocadillo y esperas a darte un chapuzón.
O en la tumbona, con un buen libro, luchando contra la modorra que te cierra los ojillos.
Mirando el mar, bajo una sombrilla, escuchando romper las olas, cuando menos gente hay en la playa.
La tranquilidad de las 16 horas.
Descanso. O no...
También habrá gente trabajando, vistiéndose para coger el autobús, los que estarán sirviendo comidas a destajo, sudando, los que no pueden ir a la playa, los que sueñan con el aire acondicionado...
No hay un alma por la calle. El calor abrasa las aceras.
La gente está metida en sus casas, las persianas a medio bajar. Cada uno con su familia en su hogar, sus problemas... Cuántas cosas diferentes de puertas para adentro.
Sientes el sol en la cara. Cierras los ojos y respiras. Dejas la mente en blanco. Relajas...
Entonces, un pensamiento cruza tu mente como una estrella fugaz ...¿cuál es?
Dicen que no hay nada más español que este momento de reposo. Una pausa.
Calma. Silencio. Se escucha hasta el silencio. Incluso si te paras, se acallan tus voces interiores. Oyes las chicharras, los pájaros, el viento caliente.
No hay nadie por la calle. Estarán durmiendo la siesta. Tirados en el sofá, en pantalón corto, con el ventilador puesto, reposando la comida. Un poco de sosiego en el trasiego del día.
O en la piscina, ese oasis fresquito en verano. Tumbados en el césped, bajo la sombra de un árbol, según terminas tu bocadillo y esperas a darte un chapuzón.
O en la tumbona, con un buen libro, luchando contra la modorra que te cierra los ojillos.
Mirando el mar, bajo una sombrilla, escuchando romper las olas, cuando menos gente hay en la playa.
La tranquilidad de las 16 horas.
Descanso. O no...
También habrá gente trabajando, vistiéndose para coger el autobús, los que estarán sirviendo comidas a destajo, sudando, los que no pueden ir a la playa, los que sueñan con el aire acondicionado...
No hay un alma por la calle. El calor abrasa las aceras.
La gente está metida en sus casas, las persianas a medio bajar. Cada uno con su familia en su hogar, sus problemas... Cuántas cosas diferentes de puertas para adentro.
Sientes el sol en la cara. Cierras los ojos y respiras. Dejas la mente en blanco. Relajas...
Entonces, un pensamiento cruza tu mente como una estrella fugaz ...¿cuál es?
viernes, 6 de julio de 2018
Pisuerga
Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid hoy voy a hablar de mi ciudad y de un tema que tenía pendiente pero no he tenido tiempo de sentarme a escribir hasta ahora -¡bendito caos!. Si estás en esta orilla del Pisuerga, sabrás que el Real Valladolid ha ascendido a Primera División tras jugar los play off, que la ciudad fue ilusionándose con la esperanza de subir, tiñéndose de morado y abarrotando un estadio al que se le suelen ver muchos asientos vacíos.
A este margen del Pisuerga todo se ve diferente, quizás porque somos un club pequeño, de una provincia, no estamos acostumbrados a ganar, ni a grandes fichajes, ni salimos en el telediario. Al otro lado del Pisuerga, los medios de comunicación sólo hablan de Ronaldo y de Messi, del Barça y del Madrid, se ganan Champions y millones por doquier.
Pero el día 16 de junio el Pucela quiso acercarnos a la otra ribera para que viéramos qué se siente al otro lado. Y se siente un orgullo por los colores que hacen que desempolves la camiseta blanquivioleta, te la pongas y salgas a la calle a celebrarlo, que los niños abarroten puentes y plazas para ver algo histórico, que los telediarios se fijen en una ciudad en el centro de Castilla y León, que Zorrilla se llene tres partidos seguidos, que se formen unas colas enormes para comprar entradas, que el cielo se ilumine con fuegos artificiales, que los jugadores lo celebren desde un barco surcando el Pisuerga, que el club organice una fiesta en el campo, que la afición haga la ola en el estadio y cante a pleno pulmón "banderas blancas y violetas, voces que cantan goles y gestas, el objetivo es la victoria, con grandes triunfos se hace la historia". Y sí, como hace 6 años, el mismo día, el Real Valladolid volvió a hacer historia.
A esta orilla del Pisuerga están un puñado de aficionados fieles que han seguido al Pucela en su periplo por Segunda y que han subido al estadio cada fin de semana en un horario infernal. A esta orilla del Pisuerga hay muchos periodistas muy competentes, que han seguido informando con profesionalidad encomiable como profesionales de Primera. A esta orilla del Pisuerga hay grandes trabajadores del club, que sienten los colores y han colaborado a esta hazaña. Todos ellos se merecían como el que más cruzar a la otra orilla.
En el otro extremo del Pisuerga esperan los grandes equipos, la televisión, las noticias, aficionados que volverán a llenar la ciudad, más dinero para el club, los partidos televisados, las grandes tardes de fútbol...la gloria de Primera. Sólo quien ha estado en Segunda sabe lo que significa saltar a la otra orilla.
Pero el día 16 de junio el Pucela quiso acercarnos a la otra ribera para que viéramos qué se siente al otro lado. Y se siente un orgullo por los colores que hacen que desempolves la camiseta blanquivioleta, te la pongas y salgas a la calle a celebrarlo, que los niños abarroten puentes y plazas para ver algo histórico, que los telediarios se fijen en una ciudad en el centro de Castilla y León, que Zorrilla se llene tres partidos seguidos, que se formen unas colas enormes para comprar entradas, que el cielo se ilumine con fuegos artificiales, que los jugadores lo celebren desde un barco surcando el Pisuerga, que el club organice una fiesta en el campo, que la afición haga la ola en el estadio y cante a pleno pulmón "banderas blancas y violetas, voces que cantan goles y gestas, el objetivo es la victoria, con grandes triunfos se hace la historia". Y sí, como hace 6 años, el mismo día, el Real Valladolid volvió a hacer historia.
A esta orilla del Pisuerga están un puñado de aficionados fieles que han seguido al Pucela en su periplo por Segunda y que han subido al estadio cada fin de semana en un horario infernal. A esta orilla del Pisuerga hay muchos periodistas muy competentes, que han seguido informando con profesionalidad encomiable como profesionales de Primera. A esta orilla del Pisuerga hay grandes trabajadores del club, que sienten los colores y han colaborado a esta hazaña. Todos ellos se merecían como el que más cruzar a la otra orilla.
En el otro extremo del Pisuerga esperan los grandes equipos, la televisión, las noticias, aficionados que volverán a llenar la ciudad, más dinero para el club, los partidos televisados, las grandes tardes de fútbol...la gloria de Primera. Sólo quien ha estado en Segunda sabe lo que significa saltar a la otra orilla.
viernes, 8 de junio de 2018
Agendas
Tumbada en un flotador de esos gigantes, en la piscina de una casa de Ibiza, hace ya unos años, completamente relajada, dije: "¡qué final de curso más ajetreado, cuánto necesitábamos este año las vacaciones!" La respuesta fue: "como todos los años".
Pues va a a resultar cierto, echando la vista atrás, los meses de mayo y junio de los últimos años han sido agitados y con la agenda repleta, que no quiere decir que sea malo, sólo que hay muchos eventos seguidos en el calendario que sientes que vas saltando de uno a otro. Y eso que no es un curso escolar al uso, que no soy profesora ni alumna, ni tengo Selectividad -perdón, EBAU- ni exámenes finales. Pero sí hay otros acontecimientos que requieren de preparación previa y también de disfrutarlos, que ya he repetido por aquí que la vida es un tango. Así que estos días mezclo en mi cuaderno y en mi cabeza fútbol con conciertos, con cumpleaños, torneos de deporte, Comuniones, cenas de fin de clases...un maravilloso pupurrí.
Así que cuando me iba a sentar a escribir en el blog sobre el día del minivoley que celebramos en Valladolid, que este año alcanzó la 30 edición, y quería hablar yo sobre los valores de ayudar y el altruismo, alabar el hecho de organizar algo para que los demás disfruten y todos esas virtudes denostadas en estos tiempos, ya estábamos en las fiestas del pueblo donde vivo, de las que mi marido fue el pregonero y estuvimos celebrándolo con nuestros vecinos. Mientras estos días festivos pasaban entre música y almuerzos, tuve la cena con mis compañeras de clase de fitness, el concierto de Pablo Alborán -otro junio guay de conciertos-, celebramos el cumpleaños de mi sobrina y las comuniones de los niños de mi parroquia.
Sin tiempo para asimilar tanto evento, me encuentro animando al Real Valladolid que se ha colocado casi sin avisar en los puestos de lucha por el ascenso y me llaman para una entrevista de trabajo. No sólo la hago, sino que me escogen y me incorporo inmediatamente. Y así es como se descolocan el resto de planes. Pero... ¡bendito caos! Como estoy convencida que todo pasa por algo y de que va con el carácter, lejos de echar el freno de mano, mañana tengo de nuevo concierto y el domingo, fútbol. Enseguida llega el campamento de catequesis y ojalá el ascenso del Pucela, y después ya los partidos del Mundial y las tardes de piscina...Voy a apuntarlo en la agenda.
Pues va a a resultar cierto, echando la vista atrás, los meses de mayo y junio de los últimos años han sido agitados y con la agenda repleta, que no quiere decir que sea malo, sólo que hay muchos eventos seguidos en el calendario que sientes que vas saltando de uno a otro. Y eso que no es un curso escolar al uso, que no soy profesora ni alumna, ni tengo Selectividad -perdón, EBAU- ni exámenes finales. Pero sí hay otros acontecimientos que requieren de preparación previa y también de disfrutarlos, que ya he repetido por aquí que la vida es un tango. Así que estos días mezclo en mi cuaderno y en mi cabeza fútbol con conciertos, con cumpleaños, torneos de deporte, Comuniones, cenas de fin de clases...un maravilloso pupurrí.
Así que cuando me iba a sentar a escribir en el blog sobre el día del minivoley que celebramos en Valladolid, que este año alcanzó la 30 edición, y quería hablar yo sobre los valores de ayudar y el altruismo, alabar el hecho de organizar algo para que los demás disfruten y todos esas virtudes denostadas en estos tiempos, ya estábamos en las fiestas del pueblo donde vivo, de las que mi marido fue el pregonero y estuvimos celebrándolo con nuestros vecinos. Mientras estos días festivos pasaban entre música y almuerzos, tuve la cena con mis compañeras de clase de fitness, el concierto de Pablo Alborán -otro junio guay de conciertos-, celebramos el cumpleaños de mi sobrina y las comuniones de los niños de mi parroquia.
Sin tiempo para asimilar tanto evento, me encuentro animando al Real Valladolid que se ha colocado casi sin avisar en los puestos de lucha por el ascenso y me llaman para una entrevista de trabajo. No sólo la hago, sino que me escogen y me incorporo inmediatamente. Y así es como se descolocan el resto de planes. Pero... ¡bendito caos! Como estoy convencida que todo pasa por algo y de que va con el carácter, lejos de echar el freno de mano, mañana tengo de nuevo concierto y el domingo, fútbol. Enseguida llega el campamento de catequesis y ojalá el ascenso del Pucela, y después ya los partidos del Mundial y las tardes de piscina...Voy a apuntarlo en la agenda.
martes, 22 de mayo de 2018
Inglés
Un señor extranjero desorientado para a una persona en la calle. Excuse me, do you speak English? ¡Sorpresa! La historia puede continuar de varias formas, como aquellos libros que leía de pequeña donde tú ibas eligiendo el final. Que la persona con la que haya topado no entienda ni lo que le está preguntando porque no sabe nada de inglés, que comprenda la pregunta e intente chapurrear una respuesta o que le responda con un speech perfecto, indicándole por dónde debe llegar a su hotel.
No sé cuál habrás elegido para continuar el relato pero la tercera opción es poco usual en estos lares y, sin embargo, bastante común en otras ciudades europeas. No hablo de Inglaterra, Escocia o Irlanda donde sería lógico. Me refiero a lugares como Viena, Estrasburgo, Berlín, Copenhague...donde su idioma natal no es el inglés y lo han estudiado en el colegio, como tú y como yo, como segunda lengua. Entonces ¿por qué en el aeropuerto de Budapest la señora de la limpieza nos indica correctamente por dónde ir y aquí no somos capaces ni de saludar educadamente? Más que un reproche es pura envidia.
Asombrarte y avergonzarte -por qué no decirlo- de una persona en Estambul gritando en español que no entiende por qué no la hablan en su idioma en el aeropuerto mientras le piden "passport please". Pero eso no debería sorprendernos teniendo en cuenta el nivel de inglés del presidente de Gobierno, por ejemplo.
Viajar te da la oportunidad de observar, de recapacitar estas cosas y de mejorar, pero también de extrañarte. Te brinda la ocasión de aprender, de admirar a la persona de recepción del hotel más pequeño del pueblo más recóndito cómo cambia de idioma en un abrir y cerrar de ojos, de ver a la señora mayor del puesto del mercadillo hacerse entender en una lengua que no es la suya y de comprender cómo han entendido el turismo en otros países.
No sé cuál habrás elegido para continuar el relato pero la tercera opción es poco usual en estos lares y, sin embargo, bastante común en otras ciudades europeas. No hablo de Inglaterra, Escocia o Irlanda donde sería lógico. Me refiero a lugares como Viena, Estrasburgo, Berlín, Copenhague...donde su idioma natal no es el inglés y lo han estudiado en el colegio, como tú y como yo, como segunda lengua. Entonces ¿por qué en el aeropuerto de Budapest la señora de la limpieza nos indica correctamente por dónde ir y aquí no somos capaces ni de saludar educadamente? Más que un reproche es pura envidia.
Asombrarte y avergonzarte -por qué no decirlo- de una persona en Estambul gritando en español que no entiende por qué no la hablan en su idioma en el aeropuerto mientras le piden "passport please". Pero eso no debería sorprendernos teniendo en cuenta el nivel de inglés del presidente de Gobierno, por ejemplo.
Viajar te da la oportunidad de observar, de recapacitar estas cosas y de mejorar, pero también de extrañarte. Te brinda la ocasión de aprender, de admirar a la persona de recepción del hotel más pequeño del pueblo más recóndito cómo cambia de idioma en un abrir y cerrar de ojos, de ver a la señora mayor del puesto del mercadillo hacerse entender en una lengua que no es la suya y de comprender cómo han entendido el turismo en otros países.
jueves, 3 de mayo de 2018
Películas
No soy de recomendar películas o libros porque creo que cada uno tiene un gusto muy particular, ni siquiera nosotros mismos opinamos igual en distintos momentos. Por ejemplo, yo no suelo ser mucho de comedias y últimamente he visto bastantes, con las que he pasado un buen rato, por eso digo que va por épocas.
Pero hoy quería hablar de tres películas diferentes, se salen un poco de lo normal y por eso me parecen especiales. La primera es Coco, que para mí fue una delicia. No creo que sea propiamente de niños porque no creo que alcancen a entender la importancia del argumento, aunque sí les gusten los colores y les puedan hacer gracia los esqueletos y la fiesta de Halloween que se vive tan intensamente en México. El mensaje es tan potente, que nuestros muertos no desaparecen (literalmente) mientras los recordamos, junto a ese papel esencial de la familia y los antepasados, todo bien acompañado por esa banda sonora tan bonita. Obviaremos decir lo llorona que soy...
La otra película que quería recomendar es Campeones porque tiene la mezcla justa de comedia, crítica, y también una gran lección de superación e integración. Sencillamente me encantó, risas y lágrimas a partes iguales. Hay momentos que no puedes parar de reír con los chicos que no son "normales" y otros que te emocionan de verdad. Aconsejable pensar nuestra postura hacia las personas con discapacidad, en la cinta se ven varias reacciones diferentes e importantísima la evolución del protagonista. También muy presentes los valores del deporte, pero vistos desde esa otra mirada, como por ejemplo en el partido final. No contaré más.
La última es más bien un documental pero especial para mí por lo que significa Alejandro Sanz, que lo sigo desde que era una cría que iba al colegio. Un repaso a su vida, especialmente a sus inicios, a todos sus discos, su trabajo, sus viajes, sus éxitos y también sus épocas menos buenas, contado desde la perspectiva de los ensayos del concierto multitudinario en 2017 para conmemorar los 20 años del disco Más -donde yo también estuve-. Tantos años, tantos momentos, tantas canciones que me siguen poniendo los pelos de punta, el significado de esas letras que quisiera tatuarme alguna frase, tantos conciertos a los que he ido con tanta gente distinta, que se me agolpaban en la memoria mientras estaba en el cine. Como leí una vez, la banda sonora de mi vida. Lo que fui es lo que soy. Tal cual.
Pero hoy quería hablar de tres películas diferentes, se salen un poco de lo normal y por eso me parecen especiales. La primera es Coco, que para mí fue una delicia. No creo que sea propiamente de niños porque no creo que alcancen a entender la importancia del argumento, aunque sí les gusten los colores y les puedan hacer gracia los esqueletos y la fiesta de Halloween que se vive tan intensamente en México. El mensaje es tan potente, que nuestros muertos no desaparecen (literalmente) mientras los recordamos, junto a ese papel esencial de la familia y los antepasados, todo bien acompañado por esa banda sonora tan bonita. Obviaremos decir lo llorona que soy...
La otra película que quería recomendar es Campeones porque tiene la mezcla justa de comedia, crítica, y también una gran lección de superación e integración. Sencillamente me encantó, risas y lágrimas a partes iguales. Hay momentos que no puedes parar de reír con los chicos que no son "normales" y otros que te emocionan de verdad. Aconsejable pensar nuestra postura hacia las personas con discapacidad, en la cinta se ven varias reacciones diferentes e importantísima la evolución del protagonista. También muy presentes los valores del deporte, pero vistos desde esa otra mirada, como por ejemplo en el partido final. No contaré más.
La última es más bien un documental pero especial para mí por lo que significa Alejandro Sanz, que lo sigo desde que era una cría que iba al colegio. Un repaso a su vida, especialmente a sus inicios, a todos sus discos, su trabajo, sus viajes, sus éxitos y también sus épocas menos buenas, contado desde la perspectiva de los ensayos del concierto multitudinario en 2017 para conmemorar los 20 años del disco Más -donde yo también estuve-. Tantos años, tantos momentos, tantas canciones que me siguen poniendo los pelos de punta, el significado de esas letras que quisiera tatuarme alguna frase, tantos conciertos a los que he ido con tanta gente distinta, que se me agolpaban en la memoria mientras estaba en el cine. Como leí una vez, la banda sonora de mi vida. Lo que fui es lo que soy. Tal cual.
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miércoles, 25 de abril de 2018
Abril
Mira por la ventana. Las gotas de agua resbalan por el cristal cual lágrimas. Cierra los ojos triste. Un día tras otro un cielo gris plomizo que amenaza malos augurios. Y de repente, un estruendo y la descarga, como enfurecido. La mansa lluvia se transforma en tormenta y poco a poco en pequeños pedruscos, obligándole a permanecer en casa un día más. Oye el ruido del viento ensordecedor.
Apatía, melancolía, falta de energía como si estuviera enchufada a una bombilla y se hubiera fundido. Como los días sin luz. Lástima de ventanal en el salón por donde tendrían que filtrarse los rayos de sol e iluminar la casa. Y su cara.
Mira a su perro, dormido. Desidia. No hay paseo. Limpia las botas de agua de barro porque ayer le pilló la tormenta en la calle. Cambio climático lo llaman. O quizás sólo primavera. En la tele dicen que ha llovido 21 días de marzo. Días cortos, fríos y húmedos. ¿Cómo sobrevivirán en algunas ciudades grises? Cierra los ojos y piensa en la playa. Casi puede oír el mar. Recuerda su escapada al pueblo de montaña donde les recibió un sol primaveral.
En el telediario preguntan si el tiempo afecta a los estados de ánimo. Aunque no hay estudios que lo corroboren bromean con que el "trastorno afectivo estacional" se traduce en inglés como Seasonal Affective Disorder, cuyas siglas forman la palabra SAD, que significa triste. Ella lo tiene claro. No necesita investigaciones científicas ni refranes de "al mal tiempo buena cara". Sólo repica en su mente "abril, aguas mil". Como las gotas de lluvia en sus cristales. Cierra los ojos.
Pero la primavera tiene estas contradicciones y un día el sol se hace fuerte y entra por ese ventanal, como una explosión de luz iluminando la vida. Los parques se llenan de niños y risas. Vuelven los paseos largos al atardecer. Anochece más tarde y los días se hacen más largos para poder exprimirlos mejor. Las flores se abren paso en su cerezo. Su perro se tumba en el césped, se revuelca, juega. Vuelve el pantalón corto y el ejercicio al aire libre. Abre el balcón, se oyen las voces de la gente en las terrazas. Coge un libro y sale al jardín. Su pequeño remanso de paz. El sol le da en la cara y enciende su sonrisa. Cierra los ojos y disfruta.
Apatía, melancolía, falta de energía como si estuviera enchufada a una bombilla y se hubiera fundido. Como los días sin luz. Lástima de ventanal en el salón por donde tendrían que filtrarse los rayos de sol e iluminar la casa. Y su cara.
Mira a su perro, dormido. Desidia. No hay paseo. Limpia las botas de agua de barro porque ayer le pilló la tormenta en la calle. Cambio climático lo llaman. O quizás sólo primavera. En la tele dicen que ha llovido 21 días de marzo. Días cortos, fríos y húmedos. ¿Cómo sobrevivirán en algunas ciudades grises? Cierra los ojos y piensa en la playa. Casi puede oír el mar. Recuerda su escapada al pueblo de montaña donde les recibió un sol primaveral.
En el telediario preguntan si el tiempo afecta a los estados de ánimo. Aunque no hay estudios que lo corroboren bromean con que el "trastorno afectivo estacional" se traduce en inglés como Seasonal Affective Disorder, cuyas siglas forman la palabra SAD, que significa triste. Ella lo tiene claro. No necesita investigaciones científicas ni refranes de "al mal tiempo buena cara". Sólo repica en su mente "abril, aguas mil". Como las gotas de lluvia en sus cristales. Cierra los ojos.
Pero la primavera tiene estas contradicciones y un día el sol se hace fuerte y entra por ese ventanal, como una explosión de luz iluminando la vida. Los parques se llenan de niños y risas. Vuelven los paseos largos al atardecer. Anochece más tarde y los días se hacen más largos para poder exprimirlos mejor. Las flores se abren paso en su cerezo. Su perro se tumba en el césped, se revuelca, juega. Vuelve el pantalón corto y el ejercicio al aire libre. Abre el balcón, se oyen las voces de la gente en las terrazas. Coge un libro y sale al jardín. Su pequeño remanso de paz. El sol le da en la cara y enciende su sonrisa. Cierra los ojos y disfruta.
martes, 10 de abril de 2018
Títulos
Confieso que tenía este post en borrador desde hace bastante tiempo, pero no sabía cómo rematarlo, y mira tú por dónde que la actualidad me lo ha puesto en bandeja en estos días que tanto se habla de títulos universitarios, másteres y TFM.
Sí, yo también tengo un máster que acompaña mi curriculum cuando opto a un puesto de trabajo. Nada más. No creo que sea más que quien no lo tiene, ni menos que quien tiene un doctorado. Eso se lo dejo a la gente enferma de 'titulitis', un mal muy común en ciertos ámbitos laborales que lleva a preguntar con sorpresa "¿cómo no eres doctora?" o a ejercer cierto poder porque ponga ese cargo en tu larguísima firma de correo electrónico. No lo saco a relucir cuando me tomo una coca cola con mis amigos, como yo tampoco sé qué posgrado tienen ellos, si es que lo poseen, porque no creo que sean mejores personas por ello.
También es verdad que creo que te da una serie de habilidades o aptitudes -que ahora se lleva mucho esta palabra- para destacarlas en LinkedIn, pero pienso que puedes saber hacer otras cosas sin que hayas estudiado un máster. Puedes ser muy creativo, tener un don para los trabajos manuales o talento para hablar en público o para vender unos zapatos o maña para el bricolaje y no lo has aprendido en la Universidad.
Dicho esto, también me daré coba y diré que me costó mucho esfuerzo sacarlo mientras trabajaba de lunes a viernes, quedarme en casa muchos fines de semana estudiando y haciendo trabajos en el ordenador y exámenes on line, además de dinero, organización de horarios, renunciar a tiempo libre...eso durante dos cursos y una veintena de asignaturas. Este es el punto que me indigna cuando hay una noticia más en el tema de actualidad, que se lo hayan regalado, que le hayan modificado las notas, que se haya matriculado después de acabar el plazo, que no haya pasado los nervios de una defensa pública en un tribunal, que haya profesores fantasmas estampando firmas falsas, que no haya intercambiado un millón de emails con su tutor antes de entregar su trabajo fin de máster y que haya aprobado por su cara bonita. Y todo ¿para qué? Si acabo de decir que no te hace más que nadie, pero, sin duda, la honestidad sí te hace mejor.
Sí, yo también tengo un máster que acompaña mi curriculum cuando opto a un puesto de trabajo. Nada más. No creo que sea más que quien no lo tiene, ni menos que quien tiene un doctorado. Eso se lo dejo a la gente enferma de 'titulitis', un mal muy común en ciertos ámbitos laborales que lleva a preguntar con sorpresa "¿cómo no eres doctora?" o a ejercer cierto poder porque ponga ese cargo en tu larguísima firma de correo electrónico. No lo saco a relucir cuando me tomo una coca cola con mis amigos, como yo tampoco sé qué posgrado tienen ellos, si es que lo poseen, porque no creo que sean mejores personas por ello.
También es verdad que creo que te da una serie de habilidades o aptitudes -que ahora se lleva mucho esta palabra- para destacarlas en LinkedIn, pero pienso que puedes saber hacer otras cosas sin que hayas estudiado un máster. Puedes ser muy creativo, tener un don para los trabajos manuales o talento para hablar en público o para vender unos zapatos o maña para el bricolaje y no lo has aprendido en la Universidad.
Dicho esto, también me daré coba y diré que me costó mucho esfuerzo sacarlo mientras trabajaba de lunes a viernes, quedarme en casa muchos fines de semana estudiando y haciendo trabajos en el ordenador y exámenes on line, además de dinero, organización de horarios, renunciar a tiempo libre...eso durante dos cursos y una veintena de asignaturas. Este es el punto que me indigna cuando hay una noticia más en el tema de actualidad, que se lo hayan regalado, que le hayan modificado las notas, que se haya matriculado después de acabar el plazo, que no haya pasado los nervios de una defensa pública en un tribunal, que haya profesores fantasmas estampando firmas falsas, que no haya intercambiado un millón de emails con su tutor antes de entregar su trabajo fin de máster y que haya aprobado por su cara bonita. Y todo ¿para qué? Si acabo de decir que no te hace más que nadie, pero, sin duda, la honestidad sí te hace mejor.
lunes, 2 de abril de 2018
Ayuda
A veces nos creemos que ayudar consiste en dar dinero para el Tercer Mundo o ir tú mismo a algún país desfavorecido y colaborar en proyectos humanitarios y todo eso está muy bien, pero lo cierto es que además de grandes donaciones se pueden hacer pequeñas cosas por el que está al lado.
Si lo piensas un poco, hay mil actos cotidianos que pueden servir de apoyo a alguien sin ir muy lejos, seguro que están más cerca de lo que crees. Puedes hacer algo de manera desinteresada por alguien y aliviarle de trabajo, ceder el asiento en el autobús a una persona mayor, ayudar a cruzar la calle a una persona ciega, echar un cable a un amigo con algún problema, arrimar el hombro, hacer un favor... Pensé en esto un día que me encontré con una vecina mayor que cargaba con una bolsa de fruta y se la llevé hasta casa. La mujer, agradecida, al llegar me dijo esa típica expresión de "que Dios te lo pague" y me fui sonriendo.
Porque sí, porque echar una mano es sencillo y la satisfacción es grande. El beneficio propio es mayor que el que haces. Ya hablé aquí de acciones de voluntariado, donación de ropa, dar juguetes en Navidad, o cualquiera de las iniciativas solidarias que existen hoy en día como carreras, conciertos, regalos...Creo en la recompensa, en recoger lo que siembras, en la frase que leí una vez de que "todo lo que diste de corazón y con sinceridad regresa a ti en mayor proporción". Y también pienso que hay que colaborar donde nos necesiten, que a veces estamos sordos y nos empeñamos en algo y nos requieren en otro sitio u otra causa que va a valorar más nuestro apoyo.
Cuando ocurrió el fatal accidente de tren en Santiago, me sorprendió cómo todos alabaron a los vecinos del pueblo de Angrois que fueron a socorrer a los heridos, les llevaron agua y mantas, les cogieron de la mano hasta que llegaron las ambulancias...¡Bravo! Pero mi pregunta es: ¿en qué mundo vivimos que esto nos asombra y lo remarcamos? ¿es que ocurre una tragedia en otra localidad y no harían lo mismo? ¿de verdad pasa algo así enfrente de tu casa y no tenderíamos la mano?
Si lo piensas un poco, hay mil actos cotidianos que pueden servir de apoyo a alguien sin ir muy lejos, seguro que están más cerca de lo que crees. Puedes hacer algo de manera desinteresada por alguien y aliviarle de trabajo, ceder el asiento en el autobús a una persona mayor, ayudar a cruzar la calle a una persona ciega, echar un cable a un amigo con algún problema, arrimar el hombro, hacer un favor... Pensé en esto un día que me encontré con una vecina mayor que cargaba con una bolsa de fruta y se la llevé hasta casa. La mujer, agradecida, al llegar me dijo esa típica expresión de "que Dios te lo pague" y me fui sonriendo.
Porque sí, porque echar una mano es sencillo y la satisfacción es grande. El beneficio propio es mayor que el que haces. Ya hablé aquí de acciones de voluntariado, donación de ropa, dar juguetes en Navidad, o cualquiera de las iniciativas solidarias que existen hoy en día como carreras, conciertos, regalos...Creo en la recompensa, en recoger lo que siembras, en la frase que leí una vez de que "todo lo que diste de corazón y con sinceridad regresa a ti en mayor proporción". Y también pienso que hay que colaborar donde nos necesiten, que a veces estamos sordos y nos empeñamos en algo y nos requieren en otro sitio u otra causa que va a valorar más nuestro apoyo.
Cuando ocurrió el fatal accidente de tren en Santiago, me sorprendió cómo todos alabaron a los vecinos del pueblo de Angrois que fueron a socorrer a los heridos, les llevaron agua y mantas, les cogieron de la mano hasta que llegaron las ambulancias...¡Bravo! Pero mi pregunta es: ¿en qué mundo vivimos que esto nos asombra y lo remarcamos? ¿es que ocurre una tragedia en otra localidad y no harían lo mismo? ¿de verdad pasa algo así enfrente de tu casa y no tenderíamos la mano?
No quiero que esto suene aleccionador ni que sea un post demasiado moral, simplemente creo que un pequeño gesto está al alcance de cualquiera. A lo mejor sólo estamos hablando de sonreír, escuchar, dar las gracias, decir cuánto aprecias a alguien, pedir disculpas, hacer una llamada de teléfono... "A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar...pero el mar sería menos si le faltara esa gota". (Teresa de Calcuta).
miércoles, 28 de marzo de 2018
Días con causa
Hay días y días y cada uno afecta de manera diferente a las personas. Días que empiezas con el pie izquierdo, días para recordar, días marcados en el calendario, días estresantes, días que sería mejor no haberse levantado, días lluviosos que a algunos les deprimen o días soleados que invitan a salir... y días con motivo. Cada iniciativa debería tener su fecha porque también es verdad que hay causas y causas.
Para entendernos, la semana pasada fue el día del padre, el día internacional de la felicidad, el día del Síndrome de Down y el día mundial del agua. Y no todos los celebramos igual. Ni todos tienen la misma repercursión. Simple y llanamente porque a cada uno le incumbe lo suyo.
Mientras en Intagram el día 19 de marzo se llenó de fotos de famosos con sus padres o con sus hijos los que ya tienen retoños, no ví apenas imágenes de gente con Síndrome de Down el día 21. El símbolo de este día era llevar calcetines distintos aludiendo a que todos somos diferentes. Ni qué decir tiene que no había tantas medias en las redes sociales como lazos rosas o rojos, por ejemplo, que ya se han convertido en un emblema.
Como siempre, la razón es que somos tan egoístas que sólo nos implicamos cuando nos toca de cerca. Esto se lo leí a dos blogueras que sigo, una, que padeció cáncer de mama y la otra con una niña con Down. Difundieron más el proyecto cuando les afectó. Lógico. Por desgracia casi todos hemos perdido a alguien con cáncer, por lo que somos más proclives a los lazos que a los calcetines. Lo bueno de estos días son la visibilidad a causas menos conocidas, que necesitan esa publicidad gratuita en medios de comunicación y redes sociales.
No ví apenas hashtag del día del agua (bebida, mar, lluvia, agua corriente)... y sin embargo, la gente sí utilizo la etiqueta para decir lo que le hacía feliz el 20 de marzo. Una iniciativa chula para darnos cuenta de disfrutar de los pequeños momentos, como ya dije en este post en el que me reafirmo totalmente, porque ahí está la verdadera fortuna. Sin convertirlo en una obsesión o en un negocio como me parece que está pasando en la actualidad, cada uno lo puede encontrar en distintas cosas. Pero si ese día, además, llega la primavera, lo pasas junto al mar, cambian la hora y los días son cada vez más largos, sale el sol, lees un buen libro, lo pasas en familia y paseas con tu perro...la dicha puede ser completa.
Para entendernos, la semana pasada fue el día del padre, el día internacional de la felicidad, el día del Síndrome de Down y el día mundial del agua. Y no todos los celebramos igual. Ni todos tienen la misma repercursión. Simple y llanamente porque a cada uno le incumbe lo suyo.
Mientras en Intagram el día 19 de marzo se llenó de fotos de famosos con sus padres o con sus hijos los que ya tienen retoños, no ví apenas imágenes de gente con Síndrome de Down el día 21. El símbolo de este día era llevar calcetines distintos aludiendo a que todos somos diferentes. Ni qué decir tiene que no había tantas medias en las redes sociales como lazos rosas o rojos, por ejemplo, que ya se han convertido en un emblema.
Como siempre, la razón es que somos tan egoístas que sólo nos implicamos cuando nos toca de cerca. Esto se lo leí a dos blogueras que sigo, una, que padeció cáncer de mama y la otra con una niña con Down. Difundieron más el proyecto cuando les afectó. Lógico. Por desgracia casi todos hemos perdido a alguien con cáncer, por lo que somos más proclives a los lazos que a los calcetines. Lo bueno de estos días son la visibilidad a causas menos conocidas, que necesitan esa publicidad gratuita en medios de comunicación y redes sociales.
No ví apenas hashtag del día del agua (bebida, mar, lluvia, agua corriente)... y sin embargo, la gente sí utilizo la etiqueta para decir lo que le hacía feliz el 20 de marzo. Una iniciativa chula para darnos cuenta de disfrutar de los pequeños momentos, como ya dije en este post en el que me reafirmo totalmente, porque ahí está la verdadera fortuna. Sin convertirlo en una obsesión o en un negocio como me parece que está pasando en la actualidad, cada uno lo puede encontrar en distintas cosas. Pero si ese día, además, llega la primavera, lo pasas junto al mar, cambian la hora y los días son cada vez más largos, sale el sol, lees un buen libro, lo pasas en familia y paseas con tu perro...la dicha puede ser completa.
jueves, 8 de marzo de 2018
Rompiendo el silencio
No me considero especialmente reivindicativa con el tema del feminismo, pero sí intento ser objetiva -formación profesional- y vivir en la realidad. Y la realidad es que sí existe esa desigualdad, esas injusticias, esa brecha salarial, ese techo de cristal, esos comentarios machistas, ese ninguneo, esos problemas de conciliación laboral, ese trabajo desigual en casa, ese porcentaje de desempleadas, esa precariedad, ese acoso y por desgracia, esa violencia machista que lleva hasta la muerte.
No hace falta sacar estadísticas ni datos a relucir porque todos los sabemos. Y hoy, esta fecha histórica -8M2018- no creo que sea el momento de explicar los motivos sino, como he oído por ahí, de decir basta, hasta aquí, perder el miedo y romper el silencio. "Nos quitaron tanto que acabaron quitándonos el miedo".
Cuando leí el manifiesto hubo un punto en el que me detuve especialmente, que me hizo remover las entrañas, destapó mi experiencia y le quitó con dolor la tela de araña a mis recuerdos: el ninguneo y los comentarios machistas que entre bromas soporté en un trabajo.
Ese paternalismo, ese acoso, esos mediocres humillándote para destacar ellos, esos micromachismos, esos otros que ven y consienten sin actuar, que ríen las gracias, ese mirar para otro lado, ese silencio, esa titulitis, esa prepotencia y mirar por encima del hombro, ese no valorar el talento de las mujeres sino mejor calificar cómo va vestida, su sonrisa o sus ojos en vez de sólo su trabajo, ese decir que eres muy maja y muy amable en lugar de buena en tu trabajo, ese trabajar el doble para conseguir la mitad, esas reuniones sólo de hombres con cargo pero con secretarias, ese preguntar en una entrevista de trabajo por tu situación personal y por tus planes de futuro, esos piropos que hacen daño y esos chistes machistas sin gracia... Todo esto y más lo he vivido. No me lo han contado. No son datos ni interpretaciones de otros, son míos, es mi experiencia.
Al final, como siempre, es cuestión de educación, aunque se nos llene la boca al decirlo. No cuenta el cargo que tengas, ni los diplomas, ni el dinero, ni los premios, ni los títulos... Como leí una vez, "Educación es responder cuando te dan los buenos días". Cómo tratas a las personas es lo que define tu formación. Y en cómo se trata a las mujeres queda mucho camino por recorrer. "Si nosotras paramos se para el mundo".
No hace falta sacar estadísticas ni datos a relucir porque todos los sabemos. Y hoy, esta fecha histórica -8M2018- no creo que sea el momento de explicar los motivos sino, como he oído por ahí, de decir basta, hasta aquí, perder el miedo y romper el silencio. "Nos quitaron tanto que acabaron quitándonos el miedo".
Cuando leí el manifiesto hubo un punto en el que me detuve especialmente, que me hizo remover las entrañas, destapó mi experiencia y le quitó con dolor la tela de araña a mis recuerdos: el ninguneo y los comentarios machistas que entre bromas soporté en un trabajo.
Ese paternalismo, ese acoso, esos mediocres humillándote para destacar ellos, esos micromachismos, esos otros que ven y consienten sin actuar, que ríen las gracias, ese mirar para otro lado, ese silencio, esa titulitis, esa prepotencia y mirar por encima del hombro, ese no valorar el talento de las mujeres sino mejor calificar cómo va vestida, su sonrisa o sus ojos en vez de sólo su trabajo, ese decir que eres muy maja y muy amable en lugar de buena en tu trabajo, ese trabajar el doble para conseguir la mitad, esas reuniones sólo de hombres con cargo pero con secretarias, ese preguntar en una entrevista de trabajo por tu situación personal y por tus planes de futuro, esos piropos que hacen daño y esos chistes machistas sin gracia... Todo esto y más lo he vivido. No me lo han contado. No son datos ni interpretaciones de otros, son míos, es mi experiencia.
Al final, como siempre, es cuestión de educación, aunque se nos llene la boca al decirlo. No cuenta el cargo que tengas, ni los diplomas, ni el dinero, ni los premios, ni los títulos... Como leí una vez, "Educación es responder cuando te dan los buenos días". Cómo tratas a las personas es lo que define tu formación. Y en cómo se trata a las mujeres queda mucho camino por recorrer. "Si nosotras paramos se para el mundo".
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miércoles, 21 de febrero de 2018
Educación vial
Hay veces que, como ocurre con las faltas de ortografía, a fuerza de ver algo mal, acabas dudando. Eso me pasa algunas veces conduciendo. No hablo de hacer mal las rotondas o los que se olvidan de dar el intermitente, lo que es muy habitual.
Pero un día tuve que preguntar si las bicis pueden cruzar por un paso de peatones y yo, conductora en coche, cederles el paso porque ya me había encontrado varias veces con esta situación y dudaba. Son vehículos y como tal, no pueden actuar como peatones en un paso de cebra. Cuando lo tuve claro fue la vez que a mi lado, parado en un semáforo, había una bicicleta que se cansó de esperar y giró a la izquierda, cruzando por el paso de peatones con el semáforo abierto para las personas.
Todos cometemos errores conduciendo -¡porque mira que hay gente que conduce mal!- pero luego no pueden pedir respeto para los ciclistas ni más kilómetros de carril-bici cuando eres el primero que cuando quieres eres vehículo y cuando no te viene bien, no. Porque las normas de tráfico son igual para todos. Por ejemplo, supongo que estará prohibido para todos conducir hablando con el móvil. Pues bien, es verídico que he ido detrás de una bici, que iba un poco lenta y conduciendo con una mano. Mi sorpresa fue ver que con la otra escribía un mensaje por teléfono.
Y eso que cuando conduzco al lado de una bicicleta soy muy cuidadosa porque creo que son más vulnerables. Creo que además de pregonar, con toda la razón, los beneficios para la salud, el deporte y la ecología, y admirar su gesto porque restan contaminación a las ciudades, no deben olvidarse de la educación vial...y de la otra también.
Al final, como siempre, todo se reduce al respeto hacia los demás. Avisar al coche que tienes detrás de que vas a girar señalizándolo es civismo, conducir más lento en una vía que debes ir más deprisa es una falta de consideración y cruzar por el medio de una carretera siendo peatón y empujando una silla de bebé es falta de sentido común. Porque ése es otro tema, atravesar andando por donde nos da la gana. Como decía mi abuela, pocos accidentes hay la verdad para lo mal que nos comportamos.
No digo nada si hablamos de aparcar, ahí impera la mala educación. Coches ocupando dos espacios en un centro comercial a rebosar, toda una hilera en segunda fila con los warning puestos, lo dejo donde quiero porque "sólo son cinco minutos" y el colmo de la falta de tolerancia es aparcar en zona reservada para minusválidos. Inadmisible. Falta mucho respeto.
Pero un día tuve que preguntar si las bicis pueden cruzar por un paso de peatones y yo, conductora en coche, cederles el paso porque ya me había encontrado varias veces con esta situación y dudaba. Son vehículos y como tal, no pueden actuar como peatones en un paso de cebra. Cuando lo tuve claro fue la vez que a mi lado, parado en un semáforo, había una bicicleta que se cansó de esperar y giró a la izquierda, cruzando por el paso de peatones con el semáforo abierto para las personas.
Todos cometemos errores conduciendo -¡porque mira que hay gente que conduce mal!- pero luego no pueden pedir respeto para los ciclistas ni más kilómetros de carril-bici cuando eres el primero que cuando quieres eres vehículo y cuando no te viene bien, no. Porque las normas de tráfico son igual para todos. Por ejemplo, supongo que estará prohibido para todos conducir hablando con el móvil. Pues bien, es verídico que he ido detrás de una bici, que iba un poco lenta y conduciendo con una mano. Mi sorpresa fue ver que con la otra escribía un mensaje por teléfono.
Y eso que cuando conduzco al lado de una bicicleta soy muy cuidadosa porque creo que son más vulnerables. Creo que además de pregonar, con toda la razón, los beneficios para la salud, el deporte y la ecología, y admirar su gesto porque restan contaminación a las ciudades, no deben olvidarse de la educación vial...y de la otra también.
Al final, como siempre, todo se reduce al respeto hacia los demás. Avisar al coche que tienes detrás de que vas a girar señalizándolo es civismo, conducir más lento en una vía que debes ir más deprisa es una falta de consideración y cruzar por el medio de una carretera siendo peatón y empujando una silla de bebé es falta de sentido común. Porque ése es otro tema, atravesar andando por donde nos da la gana. Como decía mi abuela, pocos accidentes hay la verdad para lo mal que nos comportamos.
No digo nada si hablamos de aparcar, ahí impera la mala educación. Coches ocupando dos espacios en un centro comercial a rebosar, toda una hilera en segunda fila con los warning puestos, lo dejo donde quiero porque "sólo son cinco minutos" y el colmo de la falta de tolerancia es aparcar en zona reservada para minusválidos. Inadmisible. Falta mucho respeto.
lunes, 5 de febrero de 2018
Madrugar
Vaya por delante que siempre he sido más de trasnochar que de madrugar, de estudiar de noche que de levantarme a las 6 a repasar, que no me levantaba tan pronto como otros niños para ir al colegio porque vivíamos cerca e íbamos andando, que no madrugaba los sábados para ver "La bola de cristal" porque prefería quedarme a ver el "1, 2, 3" los viernes por la noche hasta que se me cerraban los ojos y mis padres me mandaban a la cama.
Siempre he considerado un placer dormir un poquito más y darme la media vuelta y soy de las que necesito un café nada más levantarme para ser persona. Nunca he entendido el refrán de "a quien madruga Dios le ayuda", quizás porque soy más de la frase "Quien madruga...tiene sueño todo el día". Creo que mi madre nunca dijo eso "de como tiene el horario del cole cogido, en vacaciones también se levanta pronto". ¿¿¿!!!
Así que no entiendo cómo a los niños que practican deporte en esta ciudad les ponen los partidos los fines de semana a primera hora y a los más mayores, a una hora más avanzada la mañana. Por varias razones, la primera obvia, van dormidos a los partidos. Cuando quieren despertar, casi suena el pitido final.
La segunda, los pequeños deben ir acompañados de padres o familiares, que también madrugan, y arrastran a toda la familia porque no saben llegar a los pabellones solos, cosa que los chicos mayores sí pueden. Así que no sólo ves al niño dormido, sino a los padres tomándose un café -o dos- rápido en el bar del campo, incluso han tenido que despertar a la hermanita, que también va dormida en su carrito. Si a esto le añades, el clima de Valladolid, tienes a la familia 'sobada' y muerta de frío.
Tercero, si los jóvenes no tienen que madrugar para ir al partido, pueden trasnochar más, es decir, pueden salir la noche anterior, incluso beber, lo que va en contra de los valores del deporte. Sería mejor que se quedaran en casa, descansando, se fueran a la cama a una hora prudencial y madrugaran para ir a hacer deporte. Entonces, ¿no sería más normal cambiar las tornas y que los jóvenes jugasen a las 9 y los críos a las 12h?
Que conste que esto no es un alegato a la vagancia ni mucho menos, que yo cuando hay que madrugar lo hago, pero me sigue pareciendo increíble ver gente corriendo a las 8 de la mañana y oír a mi monitor decir que a las 7 ya hay gente dentro del agua en su piscina. Soy más de hacer deporte por la tarde, llegar a casa, ducharme, ponerme el pijama y cenar. Por terminar, repetir que se me parte el alma viendo esos ojitos dormilones de sábado y con la familia a cuestas y me parece más acertada la opción inversa con chicos más mayores. Pero ya se ha dicho siempre eso de que el deporte es sacrificio. El primero, por lo que se ve, madrugar en fin de semana.
Siempre he considerado un placer dormir un poquito más y darme la media vuelta y soy de las que necesito un café nada más levantarme para ser persona. Nunca he entendido el refrán de "a quien madruga Dios le ayuda", quizás porque soy más de la frase "Quien madruga...tiene sueño todo el día". Creo que mi madre nunca dijo eso "de como tiene el horario del cole cogido, en vacaciones también se levanta pronto". ¿¿¿!!!
Así que no entiendo cómo a los niños que practican deporte en esta ciudad les ponen los partidos los fines de semana a primera hora y a los más mayores, a una hora más avanzada la mañana. Por varias razones, la primera obvia, van dormidos a los partidos. Cuando quieren despertar, casi suena el pitido final.
La segunda, los pequeños deben ir acompañados de padres o familiares, que también madrugan, y arrastran a toda la familia porque no saben llegar a los pabellones solos, cosa que los chicos mayores sí pueden. Así que no sólo ves al niño dormido, sino a los padres tomándose un café -o dos- rápido en el bar del campo, incluso han tenido que despertar a la hermanita, que también va dormida en su carrito. Si a esto le añades, el clima de Valladolid, tienes a la familia 'sobada' y muerta de frío.
Tercero, si los jóvenes no tienen que madrugar para ir al partido, pueden trasnochar más, es decir, pueden salir la noche anterior, incluso beber, lo que va en contra de los valores del deporte. Sería mejor que se quedaran en casa, descansando, se fueran a la cama a una hora prudencial y madrugaran para ir a hacer deporte. Entonces, ¿no sería más normal cambiar las tornas y que los jóvenes jugasen a las 9 y los críos a las 12h?
Que conste que esto no es un alegato a la vagancia ni mucho menos, que yo cuando hay que madrugar lo hago, pero me sigue pareciendo increíble ver gente corriendo a las 8 de la mañana y oír a mi monitor decir que a las 7 ya hay gente dentro del agua en su piscina. Soy más de hacer deporte por la tarde, llegar a casa, ducharme, ponerme el pijama y cenar. Por terminar, repetir que se me parte el alma viendo esos ojitos dormilones de sábado y con la familia a cuestas y me parece más acertada la opción inversa con chicos más mayores. Pero ya se ha dicho siempre eso de que el deporte es sacrificio. El primero, por lo que se ve, madrugar en fin de semana.
martes, 30 de enero de 2018
Redes sociales
Esta semana me han pasado dos cosas muy curiosas por ser asidua a distintas redes sociales. Y es que a veces seguir a gente en Instagram tiene estas cosas, que te parece que los conoces de toda la vida porque sabes en qué trabajan, cómo se llaman sus niños y hasta lo que comen.
Aunque esto es algo que suelen denunciar los famosos porque les trae más de un problema -fans locos que les persiguen, les abordan e incluso les insultan, excusados en el anonimato de un perfil falso-, creo que también tiene cosas buenas. Siempre que haya respeto y educación, como en la vida real. Te hace estar más cerca de actores, cantantes, deportistas y cualquier personaje público, pero no puedes olvidar que no los conoces, no son tus amigos, aunque te parezca que los tienes tan cercanos.
El otro día me quedé en shock con la muerte de una wedding planner, que para quien no lo sepa es una organizadora de bodas. Por eso empecé a seguirla, por su trabajo, por sus flores en escenarios preciosos, decorados luminosos y por esa pasión desbordante que demostraba. Y así fue como, al enterarme de la fatal noticia, no podía dejar de pensar en su marido y sus tres hijos húngaros, a los que nos había hecho partícipes de su proceso de adopción. Ni tampoco olvidar a sus compañeras de trabajo, esa empresa que ella había creado para planear la boda perfecta.
Y entones piensas qué alegría y qué entusiasmo debe tener alguien para transmitirlo de esa manera tan brutal a través de la pantalla, como para que sin conocerla, pienses que se fue alguien con una personalidad arrolladora. Una joven treintañera que decía que si la felicidad fuese un color sería sin duda el amarillo. Y entonces, Instagram se llenó de mensajes de pésame, flores amarillas como las de sus bodas, novios huérfanos que colgaban fotos de sus preparativos, corazones amarillos en los millones de comentarios de su perfil. No hay duda de que rebosada felicidad y amor por su trabajo y por su familia. Parece ser que también lo sintió así su comunidad de seguidores.
La otra anécdota triste fue un vídeo denuncia de otra blogger, precisamente contando este acoso en un foro de la revista de moda Vogue, que consintió años de insultos y amenazas a ella y los suyos. Igualmente se hizo viral y sus lágrimas traspasaron el móvil. Miles de personas se solidarizaron, criticaron estas conductas, comentaron con un hashtag para que el foro se cerrase y la revista así lo hizo finalmente. En serio, qué mala es la envidia. ¿No tienes nada más que hacer, que seguir a una influencer que no te gusta, para insultarla y perder tu tiempo en escribir un comentario dañino sobre ella? ¿Qué clase de persona eres, además de obviamente una envidiosa y maleducada?
La otra enseñanza es que juntos se pueden conseguir muchas cosas. El vídeo fue compartido por muchas de sus compañeras que se hicieron eco del problema. Hay que contarlo, compartirlo y denunciarlo, cualquier clase de acoso, no sólo el cibernético. Es la otra cara de internet. Al final solo se trata de respeto. Como siempre.
Aunque esto es algo que suelen denunciar los famosos porque les trae más de un problema -fans locos que les persiguen, les abordan e incluso les insultan, excusados en el anonimato de un perfil falso-, creo que también tiene cosas buenas. Siempre que haya respeto y educación, como en la vida real. Te hace estar más cerca de actores, cantantes, deportistas y cualquier personaje público, pero no puedes olvidar que no los conoces, no son tus amigos, aunque te parezca que los tienes tan cercanos.
El otro día me quedé en shock con la muerte de una wedding planner, que para quien no lo sepa es una organizadora de bodas. Por eso empecé a seguirla, por su trabajo, por sus flores en escenarios preciosos, decorados luminosos y por esa pasión desbordante que demostraba. Y así fue como, al enterarme de la fatal noticia, no podía dejar de pensar en su marido y sus tres hijos húngaros, a los que nos había hecho partícipes de su proceso de adopción. Ni tampoco olvidar a sus compañeras de trabajo, esa empresa que ella había creado para planear la boda perfecta.
Y entones piensas qué alegría y qué entusiasmo debe tener alguien para transmitirlo de esa manera tan brutal a través de la pantalla, como para que sin conocerla, pienses que se fue alguien con una personalidad arrolladora. Una joven treintañera que decía que si la felicidad fuese un color sería sin duda el amarillo. Y entonces, Instagram se llenó de mensajes de pésame, flores amarillas como las de sus bodas, novios huérfanos que colgaban fotos de sus preparativos, corazones amarillos en los millones de comentarios de su perfil. No hay duda de que rebosada felicidad y amor por su trabajo y por su familia. Parece ser que también lo sintió así su comunidad de seguidores.
La otra anécdota triste fue un vídeo denuncia de otra blogger, precisamente contando este acoso en un foro de la revista de moda Vogue, que consintió años de insultos y amenazas a ella y los suyos. Igualmente se hizo viral y sus lágrimas traspasaron el móvil. Miles de personas se solidarizaron, criticaron estas conductas, comentaron con un hashtag para que el foro se cerrase y la revista así lo hizo finalmente. En serio, qué mala es la envidia. ¿No tienes nada más que hacer, que seguir a una influencer que no te gusta, para insultarla y perder tu tiempo en escribir un comentario dañino sobre ella? ¿Qué clase de persona eres, además de obviamente una envidiosa y maleducada?
La otra enseñanza es que juntos se pueden conseguir muchas cosas. El vídeo fue compartido por muchas de sus compañeras que se hicieron eco del problema. Hay que contarlo, compartirlo y denunciarlo, cualquier clase de acoso, no sólo el cibernético. Es la otra cara de internet. Al final solo se trata de respeto. Como siempre.
martes, 23 de enero de 2018
Viaje de cuento
Disculpad por la tardanza en continuar con mi cuento de Navidad como tenía pensado, pero como esto no es un blog de viajes al uso, sino uno más personal, se han colado un par de post antes de explicar dónde estuvimos en el puente de diciembre: Alsacia. Aunque nosotros volamos a Frankfurt, es esa zona en el nordeste de Francia, en la orilla izquierda del río Rin que limita con Alemania y Suiza, cuya capital y ciudad más grande es Estrasburgo.
No quiero escribir aquí mis recomendaciones como hacen en esos portales que leí antes de irnos, porque muchos están patrocinados y porque considero que hay mil formas de viajar, cada uno tiene sus preferencias y prioridades y es difícil coincidir. Aún así, sí quiero recomendar este viaje, uno de los más bonitos que he hecho. También es verdad que todo nos salió bien y esa suerte influye mucho en los recuerdos que te quedan. Pero creo que los sitios que hemos visitado eran muy bonitos, objetivamente, y si además te gusta la Navidad, este es uno de los destinos "imprescindibles".
No quiero escribir aquí mis recomendaciones como hacen en esos portales que leí antes de irnos, porque muchos están patrocinados y porque considero que hay mil formas de viajar, cada uno tiene sus preferencias y prioridades y es difícil coincidir. Aún así, sí quiero recomendar este viaje, uno de los más bonitos que he hecho. También es verdad que todo nos salió bien y esa suerte influye mucho en los recuerdos que te quedan. Pero creo que los sitios que hemos visitado eran muy bonitos, objetivamente, y si además te gusta la Navidad, este es uno de los destinos "imprescindibles".
Como dije de Viena, son ciudades bonitas en cualquier época del año, pero en Adviento tienen un plus mágico para los que nos gustan estas fechas. Si no es así, abstente de ir porque puedes acabar saturado de luces y empachado de olor a canela. Pero si viajas en diciembre, tienes un montón de mercadillos de Navidad donde volverte loca. No obstante, Estrasburgo se considera la capitale de Noël y es cierto ese derroche de luces y adornos en cada rincón.
De Frankfurt diré que tiene un aeropuerto enorme, del que tardamos hora y media en salir desde que aterrizamos, encontramos dónde estaban las empresas de alquiler de coches, coger el nuestro e irnos. Id con tiempo para no agobiarse sería mi mayor recomendación. Es una ciudad muy europea, financiera, que también tiene su mercado de Navidad, pero nada que ver con el encanto de las otras paradas que hicimos después. Nota mental 1: Eso me pasó también cuando visité Estocolmo, Oslo, los fiordos noruegos y Copenhague. Me pareció que esta última no tenía el encanto de los sitios anteriores. Nota mental 2: Quizás también esto es lo que le pasa a la gente que tras visitar Viena, Praga y Budapest creen que ésta pierde en comparación.
Como digo, alquilamos un coche con el que estuvimos encantados y así pudimos movernos con tranquilidad y libertad de horarios y visitar más pueblos de los que teníamos pensados. Y así, tras pasar un día en Frankfurt, fuimos a Estrasburgo, donde ya empezamos a meternos de lleno en el ambiente navideño. Me gustó mucho -no obstante su centro histórico está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988- sobre todo su catedral y la calles de alrededor como la Carré d'Or, sus puentes Ponts Couverts y sus casitas de madera blancas y el distrito conocido como la Petite-France.
Después, nuestra parada era Colmar, uno de los destinos más famosos para visitar en Navidad. Leí que fue donde se inspiraron para la película de la Bella y La Bestia, una de mis preferidas de Disney, y ahora entiendo por qué. Como os decía en el post anterior, es todo tan de cuento... sobre todo la zona de la Petit Venice. Pero aunque se dice que es la más alsaciana, el resto de pueblos alrededor, todos muy cercanos y que conforman la ruta de los vinos de Alsacia, son si cabe más bonitos. Eguisheim, Kayserberg, Riquewihr y Ribeauvillé fueron nuestras paradas, todos ellos inscritos en una lista de los pueblos más bonitos de Francia. Filas de casas de colores a lo largo de calles empedradas, tiendas pintorescas, puentes de piedra, carreteras con adoquines, campanarios y castillos, ruinas y casas nobles, canales bucólicos, murallas medievales y torres defensivas que le dan ese halo de encanto. Y color, muchas casitas de colores que hacían que quisiera fotografiarme en cada rincón. Nos dejamos alguno más en el tintero, pero todos ellos eran pueblos de postal que cada viajero recomendará uno u otro, pero todos perfectos para un cuento.
Como cuestiones prácticas: son lugares muy turísticos por lo que a algunas horas había mucha gente y si además es el puente de diciembre, eso es sinónimo de muchos españoles. Todos fueron muy amables, se nota que están acostumbrados al turismo y a hablar inglés, incluso chapurrean español. Olvídate de la dieta y no te pierdas un crêpe, las típicas salchichas, la tarté flambeé, los bretzel y toma un chocolate caliente -a nosotros no nos gusta el vino Glühwein- comprando las tazas monísimas de los mercadillos. Lleva el móvil con batería a tope y con suficiente espacio para las mil fotos que vas a querer hacer. Pasea tranquilamente por sus calles y espera a que se haga de noche y enciendan las luces, será como iluminar la magia.
Advertir que es caro, pero no tanto como pensábamos, o quizás es que para mí merece la pena. También es cierto que, como he dicho al principio, cada uno tiene una forma de viajar y nosotros compramos los billetes de avión con mucha antelación y en aerolíneas de bajo coste; encontramos unos hoteles prácticos, sencillos y económicos y nos quedamos también en dos apartamentos pequeños pero céntricos de Airbnb; solemos comer algo rápido en los mercadillos y no sentarnos en restaurantes lujosos a degustar comidas caras de mesa y mantel elegante. A cambio, siempre compro algún adornos para casa, para que cuando los mire pueda transportarme de nuevo a mi cuento de Navidad.
Como digo, alquilamos un coche con el que estuvimos encantados y así pudimos movernos con tranquilidad y libertad de horarios y visitar más pueblos de los que teníamos pensados. Y así, tras pasar un día en Frankfurt, fuimos a Estrasburgo, donde ya empezamos a meternos de lleno en el ambiente navideño. Me gustó mucho -no obstante su centro histórico está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988- sobre todo su catedral y la calles de alrededor como la Carré d'Or, sus puentes Ponts Couverts y sus casitas de madera blancas y el distrito conocido como la Petite-France.
Después, nuestra parada era Colmar, uno de los destinos más famosos para visitar en Navidad. Leí que fue donde se inspiraron para la película de la Bella y La Bestia, una de mis preferidas de Disney, y ahora entiendo por qué. Como os decía en el post anterior, es todo tan de cuento... sobre todo la zona de la Petit Venice. Pero aunque se dice que es la más alsaciana, el resto de pueblos alrededor, todos muy cercanos y que conforman la ruta de los vinos de Alsacia, son si cabe más bonitos. Eguisheim, Kayserberg, Riquewihr y Ribeauvillé fueron nuestras paradas, todos ellos inscritos en una lista de los pueblos más bonitos de Francia. Filas de casas de colores a lo largo de calles empedradas, tiendas pintorescas, puentes de piedra, carreteras con adoquines, campanarios y castillos, ruinas y casas nobles, canales bucólicos, murallas medievales y torres defensivas que le dan ese halo de encanto. Y color, muchas casitas de colores que hacían que quisiera fotografiarme en cada rincón. Nos dejamos alguno más en el tintero, pero todos ellos eran pueblos de postal que cada viajero recomendará uno u otro, pero todos perfectos para un cuento.
Como cuestiones prácticas: son lugares muy turísticos por lo que a algunas horas había mucha gente y si además es el puente de diciembre, eso es sinónimo de muchos españoles. Todos fueron muy amables, se nota que están acostumbrados al turismo y a hablar inglés, incluso chapurrean español. Olvídate de la dieta y no te pierdas un crêpe, las típicas salchichas, la tarté flambeé, los bretzel y toma un chocolate caliente -a nosotros no nos gusta el vino Glühwein- comprando las tazas monísimas de los mercadillos. Lleva el móvil con batería a tope y con suficiente espacio para las mil fotos que vas a querer hacer. Pasea tranquilamente por sus calles y espera a que se haga de noche y enciendan las luces, será como iluminar la magia.
Advertir que es caro, pero no tanto como pensábamos, o quizás es que para mí merece la pena. También es cierto que, como he dicho al principio, cada uno tiene una forma de viajar y nosotros compramos los billetes de avión con mucha antelación y en aerolíneas de bajo coste; encontramos unos hoteles prácticos, sencillos y económicos y nos quedamos también en dos apartamentos pequeños pero céntricos de Airbnb; solemos comer algo rápido en los mercadillos y no sentarnos en restaurantes lujosos a degustar comidas caras de mesa y mantel elegante. A cambio, siempre compro algún adornos para casa, para que cuando los mire pueda transportarme de nuevo a mi cuento de Navidad.
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lunes, 15 de enero de 2018
Rayuela
Últimamente me viene a la cabeza ese juego de niños que pintabas con tiza en el suelo los números y tenías que saltar a la pata coja sin tocar las líneas. Lo he tenido que buscar para saber que se llama rayuela y que es tan antiguo como que se desarrolló en la Europa renacentista, aunque algunos hablan del foro romano.
El caso es que es un buen juego para que los niños desarrollen el equilibrio y la motricidad, la coordinación y agilidad. Pero yo estoy más filosófica y estos días me siento así, como si fuera saltando de obstáculo en obstáculo, uno detrás de otro, hasta llegar al final. Volviendo a lo básico, una simple tiza, una piedra, los números y un niño.
Con el añadido de la pata coja, como un equilibrista, titubeando, dudando, pero queriendo saltar a la siguiente casilla. Repitiendo, cual niño pequeño, sigue adelante, un número más, un salto más, el siguiente número. Siempre en movimiento.
Una dificultad y otra seguida, un revés y otro, a veces se colocan en línea recta como en el juego, poniendo a prueba tu equilibrio y agilidad. Hasta que llegas a un rellano, cuando tienes los dos números juntos y puedes apoyar los dos pies. Puedes descansar y apoyarte en alguien. Siempre hay alguien que te sirve de apoyo. A veces hay que parar y coger aire para seguir.
Sabiendo que no puedes tocar las líneas, no hay fronteras, y que cuando llegues al final, el juego continúa: otro salto y media vuelta. Deshacer el camino para volverlo a hacer. Siempre en movimiento, siempre adelante.
jueves, 4 de enero de 2018
Feliz sorpresa nueva
No puede pasar ni un día más sin que me pase por aquí para felicitaros el año nuevo. Pero estos días de caos navideño, viajes, reencuentros, familia, champán, brindis, felicitaciones, regalos... no me dejan tiempo. O sí, porque al final ya he dicho muchas veces que se trata de eso, de exprimir el tiempo disfrutando.
Este no es un post de balances de año viejo ni propósitos de año nuevo, que ya dije otra vez que no me gustan. Hace tiempo que aprendí que la vida te da la vuelta en un instante como si fueras un calcetín, aunque a veces se me olvida esta lección. Hace tiempo que dejo que la vida me sorprenda. Y vaya si te sorprende.
Estos días en los que todo el mundo está más filosófico y se permite dar consejos, ahí va el mío: la felicidad está en los pequeños momentos. Vuelve a leer este post en el que enumeraba mis "pequeñas cosas". Así que sí, he sido muy feliz en este 2017.
Pero sobre todo creo que la felicidad está en con quien compartes esos momentos. Esa gente que siempre está ahí y sabes que siempre estará. Esos otros que han llegado a tu camino y se quedan a acompañarte. Y olvidar, aunque cueste, a otros que se salieron de tu ruta.
Así que si estuviste en mi 2017 y me brindaste uno de esos pequeños momentos, gracias, de corazón. Si quieres acompañarme en mi 2018, pasa. 365 días nos están esperando.
Este no es un post de balances de año viejo ni propósitos de año nuevo, que ya dije otra vez que no me gustan. Hace tiempo que aprendí que la vida te da la vuelta en un instante como si fueras un calcetín, aunque a veces se me olvida esta lección. Hace tiempo que dejo que la vida me sorprenda. Y vaya si te sorprende.
Estos días en los que todo el mundo está más filosófico y se permite dar consejos, ahí va el mío: la felicidad está en los pequeños momentos. Vuelve a leer este post en el que enumeraba mis "pequeñas cosas". Así que sí, he sido muy feliz en este 2017.
Pero sobre todo creo que la felicidad está en con quien compartes esos momentos. Esa gente que siempre está ahí y sabes que siempre estará. Esos otros que han llegado a tu camino y se quedan a acompañarte. Y olvidar, aunque cueste, a otros que se salieron de tu ruta.
Así que si estuviste en mi 2017 y me brindaste uno de esos pequeños momentos, gracias, de corazón. Si quieres acompañarme en mi 2018, pasa. 365 días nos están esperando.
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